Expresiones como estas se escuchan en las filas obreras. Muchos de “los viejos” (o sea, los que llevan más de diez años en las plantas industriales) son críticos a sus compañeros a la hora de producir. Pero a decir verdad la cosa no pasa de allí.
Buena parte de la juventud obrera no tiene “sueños” ni “falsos ideales” a la hora de ser contratado por una empresa.
Para ello cuenta en su haber lo vivido por sus padres y abuelos: una decepción tras otra y aquí si la vida real pesa más de lo que se supone que pesa.
En primer término, los salarios recibidos no cubren las cuestiones básicas del disfrute de un joven o del aporte que debe hacer en su hogar. Los ritmos de producción y la ausencia total de expectativas de crecimiento como ser humano llevan a estas camadas de trabajadores a pensar seriamente que el trabajo no los “dignifica” como afirma la clase dominante.
El trabajo por el contrario está atacando la dignidad de la clase en general, pero en particular al joven asalariado.
La democracia representativa y sus instituciones no generan nada que pueda superar la actual situación de estos jóvenes. Desde el vamos cuestionan a los políticos, a los “empresarios” sindicales… En definitiva, descreen mayoritariamente de lo instituido.
Vulgarmente (y esto no es nuevo) cuando se habla de los jóvenes la clase dominante los pone a todos en una misma bolsa: los jóvenes “no quieren trabajar”, los jóvenes “no quieren compromisos”, “los jóvenes de hoy no son como éramos nosotros”. Frases hechas si las hay.
Puede haber una parte de verdad, pero poco y nada se habla de la otra parte, aunque las misma está frente nuestros ojos.
Una parte de los planteles de las fábricas son obreros jóvenes. Pero salimos de esas plantas industriales y nos encontramos con estaciones de servicios atendidas por jóvenes, enfermeros y enfermeras, maestros y maestras, empleados y empleadas de comercios en grandes y pequeños establecimientos, administraciones en diversidad de empresas, miles y miles de jóvenes estudiantes que se preparan para un “futuro prometedor”. Estamos rodeados de jóvenes que con su fuerza de trabajo son la columna vertebral de la sociedad. Centenares de miles de jóvenes obreros y asalariados que cada jornada dejan su dignidad cuando el trabajo en el que están no los hacen dignos.
No es casualidad que la clase dominante ponga en escena principal a los jóvenes que están fuera de la enmarañada estructura productiva, de servicios, comercial etc. Al joven se lo asocia a la resaca de la sociedad. Poco y nada se habla de quienes en su juventud pierden oportunidades de crecimiento para poder sostenerse en el barro que el sistema capitalista ofrece. Los medios de propaganda ningunean esa estructura laboral, trabajan a sol y a sombra para ocultar esa base material de trabajadores.
Sí, es cierto: la nueva camada de jóvenes obreros y obreras en los establecimientos trabajan lo justo y necesario para no perder el trabajo, pero no están casados con él.
La empresa no es su familia y lo intuyen por infinitos hechos de esta misma sociedad, de la experiencia que, aunque parezca muy silenciosa se transmite a todo momento. La empresa no es “mi familia”, un eslogan que en generaciones anteriores supo confundir a ciertos sectores de la clase.
Pero lo que sí es cierto es que los jóvenes obreros y asalariados poco y nada han escuchado de las ideas revolucionarias. Son jóvenes que tienen la bronca encima, pero a la hora de pasar a una acción de rebeldía pesa la falta de un proyecto revolucionario que ponga a esa misma juventud trabajadora en el centro de la escena. Hoy por hoy pesa la salida en la búsqueda individual, aunque la misma se le es negada en la vida real.
Se trata de que el proyecto revolucionario sea conocido por las avanzadas de la clase, pero a la vez no subestimar ni por un instante a buena parte de esa juventud que expresa sus inquietudes e insatisfacciones con salidas erróneas.
A esa juventud obrera y trabajadora hay que alimentarla de la salida revolucionaria, de acciones de ese carácter.
Para los revolucionarios esa es una deuda pendiente por la insuficiencia con que hemos abordado esos fenómenos de la lucha de clases.
En la medida que la juventud obrera y asalariada encuentre respuestas revolucionarias a la actual situación la dinámica de la lucha de clase tomará otra velocidad y su peso específico facilitará el triunfo para la conquista del poder.