La vice presidenta Cristina Kirchner, en ejercicio de la presidencia del país, vocifera en un acto que debemos “volver a ser felices” como lo éramos en su gobierno del pasado. Su cara es tan dura como el engaño que pretende al no hacerse cargo que el gobierno actual es el propio.
Mientras habla de democracia, omite que ella eligió a dedo al candidato Fernández que ganó las elecciones y también al actual ministro de economía Masa que, desde su despacho, siguiendo los dictados de la burguesía más concentrada, gestiona el brutal “ajuste” contra los trabajadores y el pueblo oprimido, mientras critica la política de “ajuste” y endeudamiento de Macri. ¿Ajuste de qué? ¿Qué es lo que está flojo, el porcentaje de ganancia de la burguesía?
Dice que hay que terminar con la discusión “berreta” de garantismo y represión y plantea que se debe combatir el delito regando con miles de gendarmes a los territorios calientes para brindar seguridad, mientras esconde el robo, la corrupción, la explotación y la entrega de recursos y bienes públicos a grandes capitales. ¿Prevé situaciones sociales que no podrán dominar? Como buena burguesa al servicio de los monopolios, cuando los recursos de la mentira se acaban prepara la represión para el disciplinamiento social.
La felicidad para ella, para Macri y para toda la burguesía, es el sostenimiento del sistema capitalista que divide a la sociedad en clases sociales cada vez más diferenciadas entre sí, sobre la base de la existencia de la propiedad privada capitalista.
Una clase obrera cada vez más empobrecida, una pequeño burguesía saqueada y reducida crecientemente a la miseria del día a día, y masas de sectores marginales empujados al hambre, la desocupación y la más terrible de las miserias, por un lado. Mientras que, simultáneamente, un reducido número de burgueses monopolistas acumulan y centralizan más riquezas capitalistas.
La clase burguesa de Macri, Cristina y los Monopolios capitalistas siempre ha odiado a la clase obrera y a los revolucionarios que luchamos por el poder. Han aplicado las políticas que en sus discursos dicen enfrentar, para sostener este sistema capitalista al cual reivindican y se reconocen como defensores del mismo. Niegan que haya clases sociales y promueven la idea de que todos tenemos el mismo interés material cobijados por la bandera argentina. Entonces convocan a una unidad ficticia entre quienes trabajamos y los que explotan el trabajo ajeno y se enriquecen a nuestra costa.
Por esa razón denuncian a los revolucionarios y al marxismo leninismo, ideología que defiende los intereses históricos de la clase obrera hacia su emancipación del trabajo asalariado, acusándonos de autoritarios, autocráticos y enemigos de la democracia mientras mantienen esta sociedad antidemocrática, dividida en clases antagónicas, generadora y profundizadora de las desigualdades, el autoritarismo de los poderosos, y la cada vez más creciente injusticia popular.
Liberales, conservadores, populistas peronistas o radicales, e izquierdistas institucionalizados respetuosos de la legislación capitalista, se dan la mano reivindicando la democracia burguesa que no es democracia para la clase obrera y el pueblo. Sostienen y tratan de fortalecer al Estado burgués con su división de clases mientras esconden que la organización de la lucha de clases, con la clase obrera al frente, es el camino que nos llevará a liberarnos de la explotación, construir el socialismo, desplegar la más extensa democracia obrera y revolucionaria, la justicia de las mayorías laboriosas por sobre la minoría parasitaria y el desarrollo exponencial de toda la capacidad productiva social, la cultura proletaria y la seguridad social basada en el compromiso del trabajo socializado para, precisamente, dar fin a la división de la sociedad en clases.
Gran paradoja de la historia, quienes niegan la lucha de clases mantienen el sistema capitalista dividido en clases. Quienes reconocemos la lucha de clases luchamos, organizando la misma, para conquistar la sociedad que termine con las clases sociales.