La crisis europea gana, minuto a minuto, espacios en todos los medios masivos. Grecia, España, Portugal, Italia, etc., nos dicen, son los países más afectados por una situación insostenible, mientras que Francia y Alemania aparecen como los países poderosos llamados a solucionarla. Países árabes presentan situaciones críticas, también, tanto en Asia como en África. Del resto de países que componen esos continentes poco se sabe, salvo el caso de Irán al que apuntan como el malo de la película, al que “hay que atacar preventivamente porque constituye una amenaza para el mundo”.
En América, se reúnen los países latinos y del Caribe, inaugurando una nueva institución regional, para acordar planes en los que no se incluye a Estados Unidos y Canadá, nos dicen, con el objetivo de presentar un bloque independiente que pueda protegerse ante la proximidad de la crisis que viene desde el otro lado del Atlántico.
Por las dudas, la presidenta argentina, se vuelve al país un día antes de que se dé a publicidad la declaración de los más de 30 países, y dice a viva voz que “la unidad y la búsqueda de consensos regionales no debe construirse alrededor de un enemigo común”, en clara referencia a Estados Unidos y Canadá.
Sin embargo, en medio de toda esta complejidad y diferentes realidades mundiales, en la práctica cotidiana, vemos que para resolver los problemas de la crisis que es mundial, tanto en Italia, España, Alemania, Francia, Inglaterra (aunque no forme parte de la Comunidad Económica Europea), Egipto, Israel, Estados Unidos, Brasil, Chile, Uruguay, etc., en una palabra, en los cinco continentes, la solución que aplican los gobiernos de turno, ya sean estos vestidos con ropaje de “izquierda” o de “derecha”, de “centro” o como les guste denominarlos, es el ajuste.
Algunos lo ejecutan como medida súpernecesaria como única salida, otros como remedio preventivo para no caer en crisis. Las diferencias no son más que cuantitativas.
Esto puede comprobarse en Argentina, a pesar de que la presidenta, en sus discursos diarios que no ha abandonado desde que arrancó la campaña electoral, nos dice y nos repite que su gobierno distribuye la riqueza y suaviza las diferencias sociales, al tiempo que aplica la sintonía fina (inflación, aumento de tarifas, servicios, merma en los ingresos del pueblo que vive de su trabajo, aumento de las ganancias monopolistas, etc.).
En conclusión, en todo el mundo, la oligarquía financiera está aplicando una sola política basada en el sostenimiento del sistema capitalista en contra de la insostenible corriente expresada en las movilizaciones masivas de los pueblos del mundo, que lo empuja hacia la aceleración de su muerte, profundizando una crisis que los poderosos no reconocen y que tratan de ocultar: el descrédito político hacia el poder burgués.
Empecinadamente, contra el curso natural de la historia, al que lo han llevado las propias leyes de su existencia hasta el borde del barranco, el sistema capitalista es sostenido por una casta de privilegiados que no está dispuesto a abandonar sus privilegios y sus billonarias riquezas amasadas con el hambre, la muerte y los padecimientos de 7.000 millones de seres humanos.
Aunque nos presenten el discurso de las decisiones soberanas, y que las mismas se toman en función de los intereses populares y nacionales, el gobierno de la “Viuda Negra”, no hace otra cosa que aplicar las políticas que deciden las empresas monopolistas de la oligarquía financiera internacional en todo el mundo.
De la misma manera, el gobierno argentino, deberá enfrentar la profundización, cada vez más, del embate del pueblo que no tolera ni tolerará el ajuste que sobre sus espaldas se pretende aplicar, tal como viene sucediendo con la movilización de la clase obrera y otros sectores de trabajadores que acrecientan sus luchas en este fin de año.