Los grandes titulares dijeron: “lunes negro para los mercados del mundo”


El capitalismo no sale de su estructural fracaso. Y por eso fue un titular acorde a esta caracterización. Pero se olvidan de lo principal: es fracaso por no dar solución a los problemas de los pueblos del mundo.

No hay una sola forma de expresar la lucha de clases. Es un mundo convulsionado y sería muy estrecho el pensar que la lucha de clases pueda darse de una u otra forma.

La clase dominante intenta encasillar ese descontento y parte de su discurso lo enmaraña conque si esos movimientos de masas descontentos – hablamos de cientos de millones- son “de derecha, ultraderecha o de izquierda”.

Para los revolucionarios la lucha de clases se expresa hoy en una resistencia y rebeldía que conmueve los cimientos del sistema capitalista y produce entre otras cosas un “lunes negro”.

La semana anterior a este “titular” hubo jornadas peores para el sistema. Podríamos mencionar la rebelión estudiantil en Bangladesh (que destrozó una cruel dictadura enquistada en años de dominación); a pocos kilómetros de allí en Myanmar, enfrentamientos armados entre facciones militares que encubren luchas reivindicativas por salarios y condiciones de trabajo.

En Corea del Sur una huelga por tiempo indeterminado en Samsung (que es parte del poder político de ese país), y ni que hablar de países convulsionados por cuestiones de “inmigración” que en definitiva derivan en enfrentamientos por el estado real de la vida angustiante que se lleva, como en Inglaterra (y que son adjudicados a la “derecha”).

Los pueblos de Europa se habían movilizado en favor del pueblo palestino reclamando a sus gobiernos lograr caminos hacia la paz. En África se sucedieron movimientos de masas en Nigeria, Sudán del Sur y otros, como en la región del Shael que cambian el rumbo de la mal llamada geopolítica.

En América Latina la semana no pasó inadvertida. Lleva a cuestas las movilizaciones de Venezuela, Bolivia o Perú, que expresaron un descontento social de todo el continente americano y con ello incluimos al propio EEUU.

Pero si bien la antesala fue este estado de convulsión planetaria, la lucha de clases va -por sobre todas las cosas- por el camino silencioso, por esa resistencia cotidiana de miles de millones de seres humanos que ya no quieren vivir como se está viviendo, aunque aún los caminos de liberación estén embrionariamente presentes.

Lucha de clases que no admite conciliación de clases. No hay conciliación entre trabajo y capital y la vida está enseñando a una buena masa de los pueblos mucho más rápido que hechos anteriores a este “lunes negro”. Va más allá de los mercados y las disputas por ellos.

Son momentos bisagra que pueden perdurar en el tiempo, pero a diferencia de los procesos anteriores como la globalización, el sistema capitalista ha perdido la centralización política que se requiere para soportar temporales como los actuales. La crisis capitalista de 2008 no cerró sus “cuentas”, las agravó, y la disputa intermonopolista fue caminando hacia un terreno fangoso de lucha de clases al que estaba sometido décadas anteriores.

Los pueblos no se suicidan. Y es en ese nuevo despertar de fenomenales movimientos de masas en rebeldía donde también se expresa la debilidad de las salidas revolucionarias, cosa que pesa y mucho en las expectativas de un futuro alentador.

Entonces… ¿Por qué sería alentador este presente?

Porque los pueblos están haciendo su experiencia y en ellos comienzan a aparecer las ideas revolucionarias. En África están los movimientos que hoy gobiernan y otros en disputa que levantan las banderas de la liberación de los años 60-70 del siglo pasado; o en la propia Túnez (cuna de la “democracia avanzada de occidente”) donde su pueblo se rebela por sus condiciones de vida. En Asia se multiplican experiencias y se sostienen como forma popular en la región del Kurdistán y son esas bases de poder que no permiten el paso a fuerzas sensiblemente poderosas e intervencionistas como Rusia, Turquía, EEUU y otras alianzas terroristas. Experiencia que pesa y mucho en toda la conflictividad de medio oriente a pesar del silencio de las fuerzas imperialistas.

En nuestro país -como en muchos otros- la “procesión va por dentro” y nada de lo que vendrá estará ajeno a la lucha de clases.

Hay muchas fuerzas contenidas, así como una acumulación de odio de clase que se agudiza con cada despido, con cada injusticia que impone el sistema capitalista.

En este momento histórico no solo se acumula bronca a lo establecido, se va recuperando la memoria revolucionaria desde los hechos más pequeños a los más grandes. Esa es la brecha que tenemos que profundizar, fortaleciendo cada paso de resistencia, establecidos sobre la idea rectora de la no existencia de la conciliación de clases.

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