Independencia de clase y metodologías de democracia directa


Como lo venimos expresando en otros artículos, el gobierno iba a demostrar envalentonamiento luego de haber “ganado” las elecciones en CABA. Fue así que, en la semana posterior a las mismas, promulgó un decreto que limita el derecho a la huelga casi hasta la prohibición total. Al mismo tiempo, recurre a la maniobra de permitir el uso de dólares no declarados para “monetizar” la economía, léase denme los dólares que los necesito para sostener con más alfileres el programa económico.

La relación que existe entre estas medidas lleva a la mayoría de los sectores políticos a morder el anzuelo y afirmar que el gobierno está fuerte. Sin embargo, esa lectura encierra una trampa: las fuerzas políticas del sistema, más allá de sus declaraciones, coinciden que las medidas contra la clase obrera y el pueblo trabajador son parte del programa de la burguesía monopolista para avanzar contra los derechos políticos y así disciplinar a la clase obrera y desmontar cualquier atisbo de resistencia. Inmersos en una crisis política de magnitud, ese objetivo los unifica y el lema es ganemos todo el terreno posible mientras podamos hacerlo.

Este apuro por avanzar responde, además, a que la burguesía advierte que el fenómeno abstencionista que se está produciendo en los distintos procesos electorales realizados hasta aquí, expresa algo más que una apatía.

Lo que se está manifestando es que amplios sectores de masas ratifican que esta democracia continúa perdiendo consenso, y que esa manifestación incluye al propio gobierno de Milei que, precisamente, llegó a la presidencia como expresión de ese rechazo al sistema y hoy (luego de apenas un año y medio de mandato) ya le tocan las generales de la ley y es visto como parte integrante de esa casta que venía a combatir.

Para ello aporta el creciente deterioro en las condiciones de vida de las amplias masas. La supuesta baja de la inflación se choca de frente con la pérdida permanente del poder adquisitivo de salarios que, virtualmente, están congelados. Si a ello le sumamos que, además de la abstención electoral, se está produciendo una ruptura con los aparatos sindicales a nivel de las bases trabajadoras, ello es una combinación que está expresando que algo muy profundo está sucediendo en la lucha de clases.

Estamos ingresando en un nuevo ciclo de crisis del régimen democrático burgués. Eso explica los rasgos autoritarios del gobierno nacional para imponer por decreto medidas que apuntan a cercenar los derechos políticos conquistados; la burguesía intenta ganar todo el terreno posible antes que la crisis termine en situaciones de masas que no pueda controlar. La recomposición de su dominación que logró la burguesía luego de la crisis de 2001 ha entrado en una etapa de creciente inestabilidad. El agravante en este nuevo ciclo es que las expresiones políticas que garantizaron históricamente la restitución del orden burgués luego de períodos de crisis agudas (léase, el peronismo), hoy son parte integrante de ese deterioro y muestra importantes fisuras en el movimiento de masas para presentarse como garante de una salida ordenada.

Tanto en el plano político como en el sindical, las defecciones de esas y otras fuerzas ante las demandas del pueblo trabajador son la base para la expresión del rechazo a la institucionalidad del sistema. La apatía electoral es apatía a las formas de representación que han traicionado los intereses del pueblo. La aspiración de las masas es a formas de democracia y participación real en la que su voz y sus intereses estén verdaderamente defendidos. Lo que pasa a nivel electoral es reflejo de lo que está pasando a nivel sindical, donde las masas trabajadoras buscan nuevos caminos de organización para la defensa de sus demandas.

Los ejemplos de resistencia y de ruptura con lo establecido son cada vez más frecuentes y constituyen un camino de acumulación de fuerzas y experiencias que el movimiento de luchas viene profundizando. Sobre esa base debemos acrecentar la acción revolucionaria para aportar a que ese proceso se encamine hacia una construcción política en la que la clase obrera sea una referencia para el conjunto de los sectores populares afectados y, desde allí, organizar el poder que enfrente al poder del enemigo clasista.

La irrupción del pueblo trabajador en el escenario político, desde su independencia de clase y con sus metodologías de democracia directa, es una necesidad cada vez más palpable.

Las fuerzas de la revolución debemos contribuir con la acción política e ideológica para que esa necesidad se convierta en una realidad que determinará una calidad diferente en la lucha de clases. Las masas vienen realizando un proceso de acumulación que debemos alentar con una táctica de enfrentamiento, como vía para seguir ejercitando el músculo de las nuevas formas de lucha y de organización que se deben imponer.

La confianza en las masas es determinante para adoptar una actitud ofensiva en cada enfrentamiento, haciendo que la resistencia gane en fortaleza y conciencia, y en ese objetivo reside la base material para seguir un camino de avance de las fuerzas obreras y populares.

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