En medio de la creciente pérdida de base social, el gobierno sigue aplicando la política de diminución de la masa salarial pisando salarios y fomentando el despido masivo. La burguesía aplaude y, con su cortoplacismo, festeja el desvío de recursos que eran destinados a jubilaciones, pensiones y el llamado «gasto social» hacia las arcas del Estado que las destinará a la timba financiera de la que se sirve en esta época de crisis.
La especulación y la corrupción se hacen cada vez más evidentes y dominan toda la escena política. Se destapan ollas de pus que rompen el encanto del verso de la honestidad gubernamental y de las instituciones. Los negocios se disputan, todos contra todos, con virulencia, mediante malversaciones, fraudes, “milagros” capaces de convertir pesos en dólares y negociaciones espurias. Al interior de su propia clase están todos divididos.
Pero, frente al oponente de clase (el proletariado y demás sectores oprimidos), la burguesía está unida. Todos empujan para dar una vuelta más de rosca con la flexibilización laboral que es aplicada de hecho en cada vez más empresas.
Los partidos políticos que representan a dicha clase acompañan, algunos en forma explícita y otros vociferando oposición, pero dejando hacer, en el entendido de que el “trabajo sucio” que realiza el gobierno es la puerta que se abre a través de la cual se puede entrar con ventaja en el próximo periodo electoral.
Contradictoriamente, el efecto de tal ruta, es precisamente lo que ha generado el deshilachamiento de la base social que no es sólo del gobierno sino también de todo el aparato político del sistema y de sus instituciones.
El proletariado y los sectores oprimidos resisten, luchan y, en casos, conquistan profundizando la crisis política de todo el sistema, hundiendo en el desprestigio a toda la institucionalidad.
Las diarias movilizaciones, manifestaciones, huelgas y demostraciones de solidaridad durante el pasado mes de junio, las que alcanzaron la cifra de 285, promedio de 9,5 por día (Ver enlace del Boletin del Observatorio de Trabajo y Derechos Humanos de la Facultad de Sociales de la UBA), son una muestra que presagia lo que se viene que no es otra cosa que el incremento de la acción de masas, pues las condiciones de vida tan decadentes que estamos sufriendo aceleran el curso hacia un ¡basta! que no podemos prever con tiempos calendario, pero sí con los tiempos de la lucha de clases.
Sobre esa realidad material es que las y los revolucionarios debemos incrementar nuestro compromiso, sobre todo nuestro Partido, en seguir marcando claramente que la única salida a favor de la clase obrera y demás sectores oprimidos, es generalizar y profundizar el enfrentamiento a estas políticas burguesas, avanzar en el robustecimiento del Partido proletario y las organizaciones políticas de masas que permitan agruparnos a partir de la autoconvocatoria para frenar y hacer retroceder a nuestro enemigo de clase.
No darles descanso aprovechando los resquicios legales que todavía quedan en esta democracia de pacotilla y derribando vallas allí en donde la legalidad quiere ser usada en contra de nuestros intereses.
El proceso revolucionario es, precisamente, el tránsito de este camino.