Declaración del XIX° Congreso del PRT a propósito de la reforma laboral

 


Las elecciones de medio término han demostrado que la inmensa mayoría de la población repudia al gobierno nacional. El bloque LLA + JxC perdió 5.000.000 de votos, mientras que el peronismo, principal fuerza de oposición parlamentaria, perdió 2.500.000 millones de votos. La pérdida de votos de estas fuerzas se explica por una cifra récord de abstencionismo electoral, que escala el 35% del padrón, combinada con una fragmentación de votos en fuerzas políticas menores, de las cuales ninguna de ellas puede considerarse como una “tercera fuerza”.

De esta situación se desprenden tres conclusiones:

1) El abstencionismo electoral de la última elección no fue producto de la desidia, el desgano o el desinterés de una masa “ignorante y descreída”, que es como pretenden presentarlo los partidos tradicionales (inclusive, la autodenominada izquierda) sino que fue expresión del repudio a un sistema democrático-burgués que empieza a mostrar serios signos de fatiga estructural. El abstencionismo electoral expresa la existencia de una fuerza social latente. Una fuerza que, si bien no encuentra canales de expresión política organizada, repudia abiertamente el sistema tradicional de partidos. El desafío allí radica en hacer converger esa bronca en una expresión política consciente y organizada, tarea que no puede ser llevada adelante sino a través de la lucha política, es decir, de una lucha donde se expresen, por un lado, los intereses de la burguesía, y por el otro, los del proletariado como clase.

2) Si bien el resultado electoral afecta de manera desigual en el estado de ánimo inmediato de la clase trabajadora, la tendencia general es a una rápida profundización de la conflictividad social. Así lo demuestra los conflictos de municipales, docentes y desocupados en Santa Cruz, Chubut, Mendoza y Tierra del Fuego, por mencionar tan solo las provincias donde la conflictividad se ha expresado con mayor extensión en las semanas posteriores a las elecciones. Esto reafirma al análisis de que los porcentajes de votos afirmativos que dan por ganador al gobierno no expresan las verdaderas aspiraciones del pueblo trabajador, que en realidad se ha expresado en un 75% contra la gestión de LLA.

3) El gobierno nacional es repudiado por la inmensa mayoría de la población. Por más que quieran vender el resultado electoral como una victoria, en el fondo saben que están frente a un problema político muy serio. Frente a ello, la burguesía como clase dominante necesita apurar las reformas pendientes, principalmente, la laboral.

En esto, la burguesía forma un bloque: todos los bloques parlamentarios, incluyendo al peronismo, plantean abiertamente la necesidad de una reforma laboral.

La CGT por su parte ha expresado que no piensa mover un dedo. Ya no se trata de una caracterización del carácter burocrático de las centrales sindicales, sino de un hecho consumado: la entrega que realizaron durante los últimos dos años; el tristísimo papel que jugaron, por ejemplo, durante el tratamiento de la Ley de Bases, son una experiencia viva. Ya se sabe como van a actuar, y además lo están diciendo abiertamente.

La reforma laboral constituye hoy la columna vertebral del plan que unifica a toda la burguesía. Podrán discutir por negocios particulares, escándalos de “corrupción”, subsidios para uno u otro sector del gran capital, pero en esencia están de acuerdo en que este es el momento de avanzar en la reforma laboral. En una reforma que, en definitiva, viene a legalizar lo que en muchas empresas ya se está implementando: jornadas de 12 h de trabajo, vacaciones como se le antoja a la empresa, “banco de horas” mediante sistemas de suspensiones, indemnizaciones en cuotas y como quieren, salarios en cuotas, etc.

Por otro lado, con la legalización de esta flexibilización, en los lugares donde ya se aplican muchas de estas condiciones, las empresas aprovecharían para avanzar en una mayor flexibilización de hecho. Si en una empresa ya se trabaja 12 horas obligatorias, ahora se legalizaría que se haga bajo el sistema de banco de horas, se produciría una nueva disminución salarial porque no se pagarían como horas extra allí donde hoy sucede, y se presionaría por extender todavía más la jornada laboral.

Además, esta reforma solo aumentará los niveles de desocupación, ya que con menor cantidad de trabajadores se pasará a producir igual o mayor cantidad de mercancías. Más explotación para trabajadores ocupados, y menor demanda laboral para los desocupados.

Por último, la reforma es el puntapié inicial para avanzar en una nueva reforma previsional que pasaría a empobrecer todavía más a jubilados y pensionados, extender la edad jubilatoria, etc. Y es que con la reforma laboral también se produce un ajuste en la recaudación por aportes jubilatorios por lo cual una reforma está atada a la otra.

La lucha contra la reforma laboral es una lucha no solo contra el gobierno de Milei, sino contra todo el plan de la burguesía (que incluye a las burocracias sindicales). Por lo tanto, derrotar el tratamiento parlamentario de la reforma laboral implica derrotar todo el plan de la clase dominante. Significaría un desmoronamiento de la unidad burguesa para afrontar la crisis política y abriría las puertas a la conquista de mayores libertades políticas para la clase trabajadora.

Además, se trata de una lucha que nos unifica como clase trabajadora. Aquí no existen diferencias entre ramas laborales, ni entre ocupados y desocupados. La línea divisoria es muy clara: clase contra clase. Hasta el problema de la consigna está resuelto desde el vamos: DERROTEMOS LA REFORMA LABORAL.

La clase obrera también ha madurado en cuanto a las burocracias sindicales. Tras dos años de entrega absoluta, ningún obrero mínimamente consciente pretende “exigirle a la CGT” que convoque a ningún paro. Se sabe de entrada que la movilización contra la reforma laboral debe ser traccionada desde las bases trabajadoras, puesto que estas burocracias están trabajando, desde ahora, por la aprobación de la reforma.

Ello nos lleva a plantear el tipo de movilización que necesitamos desarrollar. No se trata de agitar una movilización “para el día del tratamiento en el Congreso”, de un proyecto que seguramente presenten entre gallos y medianoches. Hay que desarrollar un estado de movilización, de agitación contra la reforma, desde cada lugar de trabajo, planteando acciones de propaganda y movilización desde lo local, en unidad con trabajadores de otras empresas y vecinos de la zona; pero también hay que impulsar una campaña contra la reforma desde las más diversas organizaciones de masas: clubes, hinchadas, sociedades de fomento, escuelas, comedores, organizaciones de desocupados de base, etc. Se tiene que respirar en la calle el aire explosivo de la resistencia obrera.

En el 2017 la reforma previsional fue presentada de la noche a la mañana por el gobierno de Macri. La contundente y sorpresiva irrupción de la clase obrera, bajo la forma de grupos de trabajadores de distintas fábricas, derrotó en la práctica el plan de gobierno de Juntos por el Cambio. Mucha agua ha corrido desde entonces. La clase obrera aumentó sus niveles de resistencia, se desarrollaron numerosos conflictos superando a los sindicatos (ya sea autoconvocatorias directas o bases trabajadoras que empujaron a las comisiones internas a distintos conflictos). La experiencia acumulada en la clase hoy es otra. La credibilidad del gobierno nacional ya se encuentra desgastada, más de lo que estaba en ese entonces el gobierno de Macri. A esto se le suma el desgaste del peronismo como fuerza de contención política, y la aparición de distintas expresiones de descontento social muy profundas, que trascienden a la clase obrera ocupada: desocupados autoconvocados en la Patagonia, la pueblada de Bermejito, las movilizaciones en repudio a las giras de campaña del presidente, etc.

En el campo de la clase obrera hay otro aditamento: los distintos conflictos por despidos y pago de salarios e indemnizaciones en cuotas han mostrado un techo en la lucha contra el patrón individual. Existe una necesidad desde el punto de vista de la lucha de clases de elevar el enfrentamiento al plano político, no ya como un planteo abstracto, sino como una necesidad inmediata: se intuye que los conflictos no se van a resolver en la lucha contra el patrón individual, sino en una lucha general contra toda la clase de los patrones. Es algo que todavía está verde desde el punto de vista de la conciencia, pero maduro desde el punto de vista de la necesidad de darle una salida a esa encrucijada.

Tenemos enfrente una necesidad y una posibilidad histórica, que no podemos desaprovechar como clase. Por tal motivo, proponemos:

1) Convertir la lucha contra la reforma laboral en elemento aglomerante de toda la resistencia obrera, una verdadera lucha política clase contra clase. Los problemas puntuales de cada centro de trabajo se van a resolver desde el enfrentamiento a este eje central de la política de la burguesía.

2) Movilizar todas las fuerzas del pueblo trabajador bajo la consigna de “Derrotemos la reforma laboral”, ya que su contenido afecta al conjunto de la clase: ocupados, desocupados, estatales, privados, trabajadores registrados y no registrados.

3) Concentrar los esfuerzos de agitación y movilización en el ámbito local. No podemos permitir que el esfuerzo se concentre únicamente en una movilización al Congreso el día del tratamiento legislativo.

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