Los hechos de violencia ejercidos por el sistema están manifestando la debilidad política del gobierno nacional y de los gobiernos provinciales. Cuando ellos recurren a la acción violenta para acallar la voz de las grandes mayorías es porque las cosas se están anunciando con otra calidad del proceso de la lucha de las clases.
El Estado de los monopolios
El Estado es de los monopolios y reiteradamente nos hemos referido a que el mismo tiene un carácter de clase. El Estado no es quien dirime entre los “ricos” y “pobres”, ni mucho menos, un Estado desclasado por “encima de las clases”. Desde muy niños ésa es la explicación que recibimos como parte de la educación que, no casualmente, también es proveniente del Estado.
El Estado en el sistema capitalista es un instrumento de la clase poseedora, la burguesía, para reprimir a la clase obrera y el pueblo. Es decir a las grandes mayorías.
Hay épocas de ofensiva política de la burguesía que desde del Estado a su disposición pone en marcha todas las instituciones a su alcance para adecuar a métodos no violentos físicamente sus grandes negociados basados en la explotación y opresión del pueblo en beneficio de una cada vez menor minoría concentrada.
Hay épocas de crisis política de la clase en el poder del Estado como la actual que debe recurrir a las mismas instituciones que controla pero que se encuentran acorraladas y condicionadas por las luchas obreras y populares. La gran mayoría movilizada que deplora las instituciones del Estado ahonda la crisis de dominación política de una clase sobre otra y el proceso de la lucha de las clases se expresa de otra forma.
Como siempre ha pasado en nuestra historia cuando nuestro pueblo se va cansando de tanta injusticia y atropello, aparece con fuerza inusitada la rebeldía, ese extendido repudio a todo lo que viene de arriba, del Estado, que es de los monopolios y de sus gobiernos de turno. Esa rebeldía que se manifiesta en innumerables luchas de conquistas y que no permite que la clase en el poder se acomode un solo instante, que la hace vacilar, que no pueda hacer lo que hacía en épocas de calma.
Allí aparece entonces el verdadero carácter del Estado burgués, el de reprimir a las mayorías. Deja de lado su hipocresía de “estar por sobre los intereses de ricos y pobres” y se lanza a defender los intereses de la más alta burguesía.
Cuando el Estado y el gobierno de turno, como el actual de CK, están recibiendo embestidas que cuestionan los grandes negocios, aparece una institución del Estado, uno de los aparatos represivos, y se manifiesta condicionado por la gran movilización popular. En Tinogasta, una de las instituciones represivas del Estado se mostró fiel a los principios de la clase opresora dueña del Estado tal como fue caracterizado por grandes revolucionarios en la historia.
Con sus pasamontañas cubriéndose el rostro, muy parecidos al estereotipo que ellos inculcan sobre los terroristas, vestidos de ropas oscuras, amenazantes y, en las imágines vistas masivamente, reprimiendo al pueblo y custodiando tras ellos el paso de camiones hacia la “cueva” de los monopolios.
Sin embargo en épocas de movilizaciones y protestas ascendentes, precisamente todas las instituciones represivas se encuentran sometidas a otra violencia, a la que corresponde a la gran mayoría del pueblo, a la masividad con que se responde ante cualquier caso de atropello.
Esa violencia de carácter popular, masivo, aplastante, digna de un pueblo rebelde se expresa en la movilización permanente, de su aplastante peso contra las injusticias de todo orden, en las organizaciones de todo tipo que va generando nuestro pueblo en sus reclamos. No hay nada por fuera de todo ello, la lucha va generando las instituciones del pueblo que están rechazando la violencia del sistema y se multiplican ampliando la lucha contra otras instituciones del Estado de los monopolios.
La violencia de las minorías se está venciendo con las diferentes formas y metodologías que el pueblo, apoyado en su larga historia contra la burguesía, va creando y recreando.
El gobierno de los monopolios intentará una y otra vez aislar las luchas para reprimirlas, la política de los revolucionarios deberá seguir avanzando en la más amplia movilización y en la más amplia unidad, organizándose contra las políticas de los monopolios y la violencia de su Estado ejercida por los gobiernos de turno. Esta será la forma inmediata de parar cualquier intentona de instalar un Estado policial.