Se cumplen hoy 36 años del día en que la burguesía monopolista se apoderó a sangre y fuego del Estado, aquel nefasto 24 de marzo de 1976. Desde allí en adelante su poder sobre el aparato estatal es absoluto, decidiendo sobre la vida del pueblo argentino, inclusive hasta nuestros días.
Como viene ocurriendo durante estos últimos años muchos serán hoy los actos y los discursos, repudiando las formas de aquella dictadura; pero –como también viene ocurriendo año tras año- casi nada escucharemos sobre su contenido.
Como lo planteara Rodolfo Walsh en su histórica carta a la cúpula de las Fuerzas Armadas, la razón de ser de aquella dictadura tenía causas mucho más profundas que reprimir a la vanguardia popular y a sus organizaciones políticas y sociales. Querían imponer por la fuerza una estructura económico-social en el país, donde los resortes quedaran en manos de una ínfima minoría (concentración económica y centralización política), lo que sólo podía lograrse golpeando y atacando al conjunto del pueblo argentino.
La presencia de cuadros de los monopolios ocupando puestos claves en la administración estatal ha sido una constante en estos 36 años, tanto en los gobiernos de facto como en los surgidos de elecciones democráticas, marcando con claridad cuál es el verdadero poder dominante. Los monopolios son los dueños del Estado y sus intereses son irreconciliables con las aspiraciones del pueblo argentino.
La farsa discursiva que presenta la burguesía en esta fecha, se basa en discursos que buscan vaciar de contenido los derechos humanos de millones que continúan HOY siendo pisoteados por el mismo poder dominante instaurado en marzo del 76; pensemos sino en la desnutrición y muerte por hambre, en los salarios achatados, en los problemas irresueltos de vivienda, en la destrucción de los sistemas de salud y educación, en el saqueo de nuestros recursos y en la destrucción del medio ambiente, por mencionar sólo derechos esenciales.
Frente a todo ello y a lo largo de estos 36 años, se ha levantado y se levanta una y otra vez la dignidad del pueblo argentino, desafiando la dominación monopolista, y enfrentando con nuestras luchas las maniobras y las mentiras de lacayos y alcahuetes, se decoren con el ropaje que se decoren.
Por eso la burguesía se desgañita en estas fechas hablando de “la memoria”, haciendo uso de una evidente memoria selectiva. Recuerda y se acuerda de lo que le conviene; y cuando hace referencia a los infames asesinatos de la dictadura, pone “en el mármol a las víctimas”, las busca congelar.
Lo diremos todas las veces que haga falta: las causas que dieron origen a aquella lucha revolucionaria (la explotación, la indignidad de este sistema nefasto), no sólo siguen existiendo sino que se han profundizado; por eso, aquella lucha por la Revolución está hoy más vigente que nunca.
Y en ella, vamos encontrando una verdadera democracia de carácter revolucionario, afincada en el poder soberano del pueblo, una democracia que no tapona la participación protagónica de las masas sino que por el contrario, la estimula y en ella se fortalece.
Este es el camino principal que tenemos por recorrer los revolucionarios; profundizando el contenido político de las luchas y profundizando sus objetivos estratégicos. Desde esta perspectiva, cada conflicto, cada movilización popular, cada lucha, es una oportunidad inmensa para avanzar en la unidad del pueblo, en sus niveles de organización y en su accionar político.
La experiencia acumulada en estos 36 años de lucha y la más absoluta confianza en las reservas y en la decisión de nuestra clase obrera y de nuestro pueblo, es la piedra basal que hace que continuemos el camino trazado por aquellos enormes hombres y mujeres del pueblo, que no dudaron un instante en ponerse en la primera línea de combate. Son ellos los que renacen hoy, en los miles y miles de compatriotas que en todos estos años volvemos a plantarnos frente al enemigo de clase de los trabajadores.
Mal que les pese, continuaremos diciendo y mostrando en cada lugar que podamos el carácter antidemocrático del poder burgués, de sus instituciones; de porqué luchamos, y lucharemos hoy y siempre, para crear un Estado revolucionario que ponga al Hombre y su dignidad como centro de la escena, como centro de nuestras vidas.
Con la bandera de la dignidad del pueblo bien en alto, avanzamos hacia la Revolución en nuestra patria.