Mientras el gobierno nos aconseja hacer pan casero frente al aumento de las materias primas y los productos terminados, nosotros nos imaginamos otra cosa.
Es muy cierto que el pan hecho en casa es muy rico, es más, el mismo proceso de hacerlo nos brinda una sensación que va más allá de la acción. Serán costumbres que no se perderán tan fácilmente y de hecho innumerables familias lo prefieren y por diversas razones, incluso económicas, lo siguen haciendo.
Pero de allí a sugerir hacerlo en casa para “batallar” contra los molinos que imponen el precio monopólico es tratarnos de idiotas o peor aún “combatir” el monopolio con más atraso, volver la historia para atrás, intentar combatir el capitalismo “malo”, ya ni siquiera con el absurdo capitalismo “bueno” sino con el mismísimo feudalismo, “hagan pan en casa… que también tributarán por él”.
Esto es sistema capitalista, un país productor de trigo y que su población pague fortunas para comprar un kilo de pan.
En la empresa Fargo, a modo de ejemplo, en dos turnos de ocho horas se producen 45 toneladas de pan blanco por día. La misma posee 6 líneas, aconsejamos tomar la calculadora y ver entonces lo que se produce por mes y anualmente. No queremos aburrir con cifras, pero son muchas toneladas, ¡muchísimas! A eso debemos agregar que el 80% del trigo está controlado por los exportadores que son un puñado de monopolios transnacionales.
¿No sería más efectivo batallar contra los eslabones del monopolio, que nos imponen los precios, ¡señores del gobierno!, que batallar encerraditos en nuestras casas, transformando el placer de comer pan casero a transformarlo en una obligación que nos retrotrae a épocas de la colonia y que no nos garantiza el pan ya que el aumento de la harina no se detendría? ¿Acaso no son ustedes los que hablan de progreso social?
Los dueños del Estado, los monopolios con su democracia parlamentarista a cuestas nos aplican, con la constitución en la mano, una centralización política que es autoritarismo, nos imponen un precio del pan y pretenden que les creamos que no hay otra salida a este sistema que va contra los intereses de la gran mayoría del pueblo.
Nosotros en cambio hablamos de una revolución social, que construya un Estado revolucionario basado en lo que ya está haciendo el pueblo con su lucha, la movilización permanente y la democracia directa, que está organizando sus instituciones independientemente del Estado de los monopolios.
En el poder, estas fuerzas podrán desatar todas las energías productivas aprovechando la tecnología que le pertenece a la humanidad y brindar, con los conocimientos que ha adquirido nuestra sociedad, un pan de una calidad superior, inimaginable y considerarlo un alimento imprescindible en una mesa de cada hogar argentino.
Son empresas como Fargo, como Coto, como los molinos, como los Cargil y los Monsanto que se han apoderado del Estado que están frenando el desarrollo del hombre. Son ellos y las instituciones “democráticas burguesas “que entorpecen el potencial de la gran mayoría del pueblo, que por sus cegueras en los negocios los hacen incapaces de resolver los problemas más básicos de una sociedad humana. Eso es lo que estamos quebrando con múltiples expresiones de lucha.
Un Estado revolucionario, con el pueblo movilizado podrá resolver, de un día para otro, un problema tan preciado socialmente. El Hombre, la ciencia y la técnica en beneficio de las mayorías y no de las ganancias.