Inmerso en su peor crisis, el capitalismo es caos, especulación, trampa y explotación en todas sus variantes. Todavía retienen nuestras retinas las recientes imágenes del horror que vive el pueblo de Rosario, y con él, millones de compatriotas que vemos cómo, una de las peores consecuencias de tanta inhumanidad, sigue costando vidas y más vidas.
Así como los pueblos del mundo ya sabemos que siempre tratarán de descargar sobre nuestras espaldas los “ajustes” que necesiten para sostener sus ganancias, todos nosotros sabemos que frente a estas catástrofes (lo de Rosario, lo de Castelar, lo de Once, lo de Cromagnon) -de las cuales la burguesía es la responsable– lo primero que hacen es echarle la culpa a los trabajadores. El gasista, el maquinista o cualquier otro ista les vienen bien, siempre que les sirva para tratar de ocultar que esto no es otra cosa que capitalismo en estado “puro”, y que la base de sus ganancias sale de la sangre de los obreros y los pueblos oprimidos. Como pudo leerse o escucharse hoy en varios comentarios: “bien que cuando te atrasás un minuto en pagar la cuenta del gas, enseguida te mandan a cortar el servicio”…
Frente a todo esto y como no podía ser de otra manera, no faltan los políticos y funcionarios que se hacen “presentes” en el lugar de los hechos. Por si alguno faltara, en el día de ayer hasta la presidenta se llegó hasta Rosario… recogiendo en su “cruzada” medicinas muy diferentes a los aplausos que pretendía cosechar.
Porque la presidenta, fue a hacer campaña al lugar de la explosión.
Durante todo el día, en las radios y cuanto medio de difusión hay, los encargados del rescate hacían difundir que se cerraba al tránsito de vehículos y personas en toda la zona para que en el silencio, se pudieran percibir los ruidos emergentes bajo los escombros, a fin de dirigir las tareas en busca de posibles sobrevivientes.
Toda la zona estuvo rodeada de familiares y público ansioso por los resultados del rescatismo. La presidenta llegó con mucha pompa, rodeada de gendarmería, policía federal y un grupo de lúmpenes de la Cámpora, vivándola y haciendo ruido. La gente los reputeó y les gritaba que se vayan. No pudo permanecer y se fue. Terminó refugiándose en el edificio de la gobernación.
Por esto y tantas otras barbaridades que padecemos, cada vez les resulta más complejo continuar vendiendo como exitoso “el modelo” y transmitir que en la Argentina todo va viento en popa. La realidad en nuestro país baja de un plumazo las mentiras de la burguesía y su gobierno. El dolor enorme es que cada día cuesta nuevas vidas.
Esta es la situación que les preocupa y no encuentran la manera de enfriarla. Porque la lucha de clases lejos de distenderse, cada día se tensa más. Nuestro pueblo no está dispuesto a darles tregua, y como se la ve venir, está alerta y dispuesto a dar batalla y no dejarse estafar con más discursos.
Ellos son concientes como clase que no les queda otra que continuar tirando de la cuerda, pero que ésta se puede terminar cortando, y saben que no tienen la fortaleza política para sostener una respuesta de nuestra clase obrera y el pueblo. Todo lo demás que se pueda decir o hacer son puras especulaciones montadas por ellos mismos, que no apuntan a la esencia del problema, sino más bien a esconderlo. Todo el montaje del circo electoral es parte de ello.
Cada intento de nuevo engaño es rechazado, la bronca está a flor de piel y el estado de alerta se percibe en el aire. Esto expresa su debilidad, no les queda otra que llevar adelante sus planes (récords de producción con el mismo plantel de trabajadores… superexplotándonos, no hay otra manera…); y enfrente, el motivo de su mayor intranquilidad: en la amplia mayoría de los centros laborales, sobre todo en las fábricas, el aire que respiran es muy denso y se visualiza la profundización de la confrontación.
En dicho contexto se abren inmejorables condiciones para nuestra clase obrera y el pueblo, para dar pasos enérgicos, audaces y decisivos en la lucha; sobre la base de la unidad política y el fortalecimiento del movimiento obrero revolucionario a fin de liberarnos de esta calaña.