Venimos debatiendo con insistencia la necesidad de asimilar la idea de que la lucha ya es el piso alcanzado en la clase obrera y el pueblo para la conquista económica y política.
Decenas de miles de destacamentos del pueblo, han dado una continuidad en años a ésta situación, y la propia experiencia va mostrando que se conquista, mientras el signo ascendente de la protesta no se detiene.
Los revolucionarios hemos hecho muchos esfuerzos por estar a esa altura de los acontecimientos, unas veces se ha respondido a la exigencia y otras veces hemos estado detrás de ellas. Lo que sí es innegable el batallar que se ha dado en torno a la lucha concreta. Sin embargo aún hay ciertas limitaciones políticas que entorpecen en el proceso revolucionario ya instalado.
En el marco general de una etapa que se caracteriza “en que los de abajo ya no quieren vivir como hasta ahora y los de arriba ya no pueden gobernar como quisieran agravándose cada vez más las condiciones de vida de las mayorías explotadas y oprimidas”, aún los revolucionarios nos encontramos en una etapa embrionaria en la instalación del proyecto que sacuda definitivamente al poder de los monopolios y a su Estado. Aún no se ha podido quebrar la iniciativa permanente de la clase dominante, aunque ellas son de corto plazo y limitadas por la extrema desconfianza de nuestro pueblo.
En este largo proceso de acumulación de fuerzas en el pueblo se hace imperioso introducir cambios políticos urgentes que permitan ayudar a entrar en una vía más directa a la revolución. ¿Qué debate estamos proponiendo?
En realidad el eje central pasa por pasar de la lucha en general a la lucha por el poder.
La lucha por el poder en esta etapa la queremos circunscribir al cuestionamiento al poder. Es decir de cómo pasar de la lucha que se viene entablando a precisar el cuestionamiento al poder, implicará cambios profundos en nuestra manera de ver las cosas.
El signo impuesto de la lucha de clases es no retroceder y conquistar por parte del pueblo y por parte de la burguesía monopolista es persistir en los grandes negocios impuestos en el Capitalismo afectando la vida del Hombre y la naturaleza.
Pensamos que la época que se está transitando irá más allá de este proceso, es decir entendemos que para quebrar esta situación planteada a favor de la revolución la lucha tiene que comenzar a cuestionar el poder allí en donde se encuentre.
¿Qué queremos decir con esto? A modo de ejemplo, ya no es suficiente plantearse la lucha por las condiciones de trabajo en un hecho puntual y aisladamente respondiendo a ellas en el marco que nos propone la empresa; se trata ahora de que en esa empresa tomemos la decisión de bajar el ritmo de producción, ya no se trata de dar respuesta a ellos sino que ellos deban dar respuestas a la clase. Condicionarlos desde una posición de fuerza.
El problema es que para cuestionar el poder en concreto se necesitan las fuerzas organizadas, ya no es suficiente organizarse para responder “ahora”, hay que organizarse para tomar la iniciativa y sostenerse. Entonces aparece con toda su intensidad la necesidad de avanzar en las fuerzas concretas para la revolución, las fuerzas capaces de tomar esas iniciativas en esta etapa. Para organizar esas fuerzas hay que promover inmediatamente las metodologías revolucionarias que son la Democracia Directa y la Autoconvocatoria, y desplegar dentro de esa empresa la fuerza sostén de la iniciativa.
Para bajar el ritmo de producción (seguimos con el ejemplo) se hace necesario preparar esas fuerzas no sólo en el plano organizativo, sino y fundamentalmente político; organizar las fuerzas para ese objetivo implicará abrir un período de deliberación en cada rincón del establecimiento del porqué ahora comenzar a imponer nosotros por sobre la empresa, detrás o simultáneo con ello las fuerzas materiales de masas para llevar el enfrentamiento a buen puerto.
Entramos en una etapa en donde el principal signo es la conquista política del reclamo como parte del cuestionamiento al poder.
El cuestionamiento al poder en un reclamo o exigencia implicará romper los “muros” que nos impuso el poder burgués, y desde ese cuestionamiento, que es bajar el ritmo de producción, entender que ese objetivo podrá sostenerse con un proceso unitario que nazca desde lo más cercano al establecimiento y en vistas a involucrar a otras fuerzas del pueblo, como ser otras empresas, barrios, escuelas etc.
Es en este sentido que hay que ir organizando el comité de base, dentro y fuera de los establecimientos, comités que en definitiva se irán transformando en las verdaderas Instituciones del pueblo, en vistas al nuevo poder del nuevo Estado Revolucionario.