Los franceses están en huelga para impedir que la edad de jubilación se eleve de los actuales 60 años a 62. Además, en el futuro tendrán que hacer aportes durante 41,5 años para recibir la jubilación completa, uno más que hasta ahora. Según el gobierno, un sistema sin cambios tendrá un rojo de 45 mil millones de euros en el 2020. Con la suba jubilatoria, sólo en torno a la mitad: 20 mil millones. Está claro quién termina siendo siempre el que paga el pato de la boda: el pueblo.
La jornada de huelga general en Francia, contra los planes del Gobierno presidido por Nicolás Sarkozy, ha tenido una convocatoria mayor que la celebrada el pasado 24 de junio.
114 manifestaciones llevadas a cabo hasta el mediodía de ayer en todo el país, superaban la convocatoria de más de dos millones de personas, cifra similar a la de los asistentes a las 111 convocatorias del pasado mes de junio.
Bajo una tensa bronca se llevó adelante esta huelga general en todo el país para protestar contra la reforma de las jubilaciones. La protesta es además una forma de demostrar un rechazo al gobierno y a la manera que éste pretende aplicar todas sus políticas.
En un día soleado tras las vacaciones y cuando comenzó su espinoso debate en la Asamblea Parlamentaria en París, la plaza de la República desbordaba de manifestantes. No eran los tradicionales jubilados convocados por la intersindical sino un berenjenal de abuelos, nietos, padres, hijos, bisnietos en cochecitos o a caballito, en bicicletas, monopatín o a pie, reunidos en una de las más grandes marchas que conoció París después de las protestas contra la guerra en Irak. No sólo estaban los obreros sino todos los demás asalariados y los empleados del Estado, especialmente de los hospitales y del sector social.
Al ritmo de vuvuzelas sudafricanas que ensordecían, música tecno que salía de las combis que encabezaban cada columna y con el aporte de redoblantes de una “escola do samba” brasileña y solidaria, la marcha de la bronca era una fiesta de protesta.
La movilización se reprodujo en todas las grandes ciudades del país, donde la huelga generó graves problemas de transporte. También se anuló una cuarta parte de los vuelos desde y hacia la capital, mientras que las escuelas y las grandes empresas se vieron afectadas por el paro.
La protesta masiva forzó al gobierno a anunciar concesiones. Están dispuestos a hablar de jubilaciones a los 60 años y no a los 62 –como propone el nuevo proyecto de ley–, a apoyarlas para quienes tengan una incapacidad del 20 por ciento y considerar a aquellos que tienen carreras largas y polipensionados.
“Yo estoy aquí por mis hijos, por mi madre que cobra una jubilación miserable y a la que ayudo, por los valores de la solidaridad, que están en peligro”, decía uno de los manifestantes.
Otra contribución que incrementó la movilización fue el escandaloso affaire Bettencourt, que embadurna a la administración sarkozista y al ministro de Trabajo Eric Woerth, quien debe llevar adelante la reforma jubilatoria –la más complicada y resistida decisión presidencial del quinquenato–, y la xenófoba reciente expulsión de los gitanos y las políticas de seguridad para conquistar al electorado del Frente Nacional.
Otra marcha se prepara para el próximo 15 de septiembre y doblarán la apuesta.