Minera chilena se declara en quiebra amenazando con no pagar los salarios de los 33 mineros atrapados

Hace pocos días, apareció una noticia que pasó casi desapercibida.

Sólo salió en un pequeño recuadro de algún diario, casi como una información de color: la empresa San Esteban, dueña del yacimiento San José, acaba de declararse en quiebra, amenazando con no pagar los salarios de los 33 mineros chilenos enterrados a mas de 700 metros de profundidad.

Lejos han quedado los fuegos de artificio montados por la burguesía chilena y su estado, transformando la «desgracia» de las pésimas condiciones en que los mineros realizaban su trabajo en una parodia patriótica, como si en lugar de tratarse de trabajadores sufriendo las consecuencias del atropello y la codicia patronal fueran una misión emulando a Julio Verne y su “Viaje al centro de la tierra”.

Ahora vemos cómo se vuelve a la carga con distintas especulaciones, si hasta se dice que se postergaría el rescate de los mineros hasta que el presidente Sebastián Piñera regrese de su viaje por Europa, pero de la quiebra ni noticias, como si se la hubiera tragado la tierra.

La «epopeya» del rescate, con toda la tecnología puesta en acción no debe hacer olvidar la raíz del problema: las pésimas condiciones de trabajo de los mineros, la brutal superexplotación que sufren ellos y sus familias, abandonados a suerte y verdad en las entrañas de la tierra, mientras los empresarios inescrupulosos cuentan sus dividendos y se abren de piernas con la complicidad de los Estados.

Más allá de la alegría por la proximidad del rescate de los 33 compañeros, del retorno a la superficie, al contacto con  sus familiares y amigos, seguirá pendiendo sobre ellos y su familia la incertidumbre.

No ya la de permanecer más de dos meses sepultados, sino la de ser una vez más manoseados y humillados. ¿Cómo llamar sino a la noticia que recibirán apenas salgan del encierro?

La novedad de que la empresa que los explotó, que los mandó a la mina sin importarle las más elementales condiciones de seguridad, no existe más? ¿Y los salarios de estos cruentos días de sufrimiento…saldrán de las arcas del Estado? ¿Todo el pueblo chileno deberá pagar la inescrupulosidad empresaria?

La voracidad de las empresas mineras recorre toda la cordillera de Los Andes, uniendo a los pueblos de Argentina y Chile; enfrentamos al mismo enemigo en ambos lados de la montaña, sabemos de lo que son capaces si no los enfrentamos.

Por eso el reclamo de justicia ante este «accidente» está unido indisolublemente con la lucha contra la devastación minera, contra el saqueo de nuestros recursos naturales, contra la contaminación y la superexplotación de los trabajadores. Por eso, el pueblo no olvida ni perdona.

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