El Sistema capitalista está montado sobre el robo al obrero. La clase dominante, la burguesía, ha ocultado ese robo a la principal fuerza productiva que es el Hombre. Las riquezas de la burguesía fueron hechas con las horas no pagadas al obrero (plusvalía).
Para ocultar esa gran verdad ayudan, entre otros mecanismos, el uso de las estadísticas y las encuestas.
La presidenta Cristina Kirchner, en el día de hoy, ha hecho uso y abuso de las mismas expresando con ello un discurso político defensivo, sin fundamentos, superficial y agitativo.
Las estadísticas que vertió son las de los ladrones. Estos fríos números realizados desde las esferas del Estado, que es de los monopolios, con los que intentan encubrir el robo para la corona.
Las empresas a la que ella no se cansó de “criticar” han concentrado enormes riquezas bajo su gobierno, son empresas que trabajan en negro, que exportan capitales, que realizan usura, que multiplican el robo a las fuerzas de trabajo humanas, que fomentan patotas como grupos de choque, que especulan y hacen chanchullos financieros y se entreveran en los negocios más sucios como la drogadicción, la trata de personas, los asaltos y piratería del asfalto, y otros menesteres, pero para la presidente son estadísticas contempladas bajo la “Constitución” y el “Estado de derecho”, «estrictas», lo cual estadísticamente legaliza sus números contables, los que no se cansó de enumerar.
Un discurso de varias horas se necesitó para encubrir con frases altisonantes el robo a nuestro pueblo, números mentirosos que cualquier hijo de vecino sabe que el sistema empuja a hacerlos.
La génesis del capitalismo se cimentó en un gran despojo a enormes masas humanas y se mantiene y sostiene sobre esa misma base, por eso es una gran mentira, este discurso estuvo a esa altura.
Durante los últimos años El Estado monopolista y el gobierno no nos dieron nada.
“Estimada señora”, en estos años todo lo que conseguimos fue conquistado con luchas y movilizaciones. Les hubiese sido imposible sostenerse sin conceder ante la conquista.
Usted intentó confundir una vez más cuando insistió con la idea metida en su “estadístico” discurso de que “empresarios, trabajadores y Estado” mancomunados podremos avanzar hacia una Argentina mejor. Palabras más, palabras menos, ese fue el sentido. Sin embargo usted sabe de sobra que lo que hay que esconder y sobre lo que hay que mentir es que el Estado es de los empresarios, no de los trabajadores y usted sabe que lo que los revolucionarios planteamos es que el Estado no es árbitro entre trabajadores y empresarios, el Estado es de los monopolios y usted los representa. No pasa discurso sin que lo diga y nosotros se lo recordamos.
En un Estado revolucionario, de carácter socialista, de la clase obrera y todo el pueblo, las estadísticas y las consultas a la opinión del pueblo serán herramientas fundamentales, pero estas sí serán serias y de rigurosa verdad. En un Estado revolucionario, por ejemplo, gracias a las estadísticas, se sabría de verdad la cantidad de litros de leche que se necesitarían para un día, una semana, un mes o un año para cubrir las necesidades de la población. Entonces se sabría cuánto se debería producir para cubrir esa necesidad y para un saldo de exportación. De ninguna manera se trabajaría para el consumismo que produce mala calidad, derroche y una anarquía irrefrenable en las fuerzas productivas. Cuando el motivo de la producción, como en este ejemplo, no es la ganancia y el mercado que a usted tanto le gustan, la estadística es insustituible, porque se trata de una producción al servicio de la población y no de la ganancia de unos pocos.
La señora presidente no puede hablar de lo sustancial y por ello apabulla con números que nadie le cree.
Hizo mención a todo, no se olvidó de los golpes bajos del que tanto gustan los “progres” del sistema. También expresó, sin poder contenerlo, su visceral sentimiento oligarca y de odio y desprecio contra los trabajadores y contra todo el pueblo, al referirse a las luchas antimineras, los paros docentes y las “respuestas” que su gobierno dio ante la tragedia de Once.
Pero se empeñó en dejar en claro el fiel compromiso de su gobierno para poner a disposición de los monopolios todas las instituciones de dominación del Estado. Para ello habló de las fuerzas de seguridad, la educación, la salud, el transporte, la energía, no dejó nada sin recorrer.
Ante un auditorio de alcahuetes de los monopolios, el parlamento y los funcionarios, la señora se retiró pensando en sacar una nueva estadística de “aplausos obsecuentes recibidos», para compararla con la de los años anteriores.