El odio del pueblo contra la oligarquía es constructivo

Es irritante y repugnante ver tanta impunidad y corrupción de un gobierno y un Estado, donde todas sus instituciones están al servicio de la burguesía. Descaradamente y sin ningún tipo de prurito, anuncian que el Estado es otra víctima de la tragedia de los trenes en Once, por lo cual el juez Bonadío, aceptó en el día de ayer, al Estado como querellante de la causa, lo cual les permite tener  acceso a la totalidad del expediente.

Así, podrán pedir medidas, argumentar sobre las pruebas y apelar fallos del juez. Esta vergonzante decisión que toma el juez, fue a partir de que el ministro De Vido haya anunciado, al otro día de la tragedia, que Cristina Kirchner quería que el Estado fuera parte, «en defensa del interés público y para acompañar a los damnificados».

Primero fue Cromagnon, y ahora la tragedia de Once. Las dos tragedias con un mismo escenario planteado desde el gobierno. El primer caso, Cromagnon, donde luego de la tragedia que costara casi 200 vidas, rápidamente el gobierno y sus instituciones incluidos los medios de comunicación, unificaron una posición y apuntaron todos los cañones al pibe que había tirado la bengala, para tapar toda la mugre que se escondía de tras de la asquerosa corrupción de funcionarios y empresarios. Ahora el caso del tren de Once, donde víctimas de esa misma corrupción, que nos costó 51 vidas de compatriotas trabajadores, nuevamente vuelven a utilizar la misma receta trillada, apuntando todos los cañones al maquinista del tren para volver a tapar con la misma sábana a los verdaderos culpables de tanto desastre.

Ésta es una muestra clara más del capitalismo monopolista de Estado, es decir, del Estado al servicio de los monopolios. Donde a la hora de enjuagar las culpas, utilizan todas sus instituciones, como en este caso, en el que designan al juez Bonadío desde el gobierno, órdenes claras de cómo encarar la causa, a sabiendas de que la población ya señaló a los verdaderos culpables que son la empresa TBA y el gobierno nacional con todos sus secuaces.

En esta última semana, un sentimiento de irritación y odio fue generalizado. La impunidad y la corrupción. Ver que a los días siguientes de semejante tragedia, la presidenta ignoró la causa y se guardó a silencio. Ver que luego de la presión popular salió a hablar la presidenta y lo que dijo irritó aún más.  Tener que viajar al trabajo en las mismas pésimas condiciones de todos los días. Nuevamente escuchar hablar a la presidenta en su pomposo discurso dándose el lujo de criticar a los trabajadores docentes que reclaman un salario digno. Ver cómo juegan al gato y al ratón entre el gobierno nacional y el gobierno porteño de Macri, por ver quién se hace cargo de los subtes, luego de que aumentaron el pasaje en un 127%.

Todo irrita, todo produce odio.

Ese mismo odio es el que se reproduce en las movilizaciones y luchas de la clase obrera y el pueblo en todo el país. Ese mismo odio es el que se encarna en el enfrentamiento entre las clases a la hora de exigir aumentos de salario en las fábricas, o mejores condiciones de trabajo. Ese mismo odio es el que el pueblo siente cuando los negocios de la oligarquía financiera con su gobierno, quieren pisotear y saquear nuestros derechos, nuestros recursos naturales, nuestras vidas. Ese mismo odio es contra el sistema capitalista, que tiene como único objetivo la ganancia y que desprecia la vida humana. Ese mismo odio es el que acrecienta las razones en nuestro país para un cambio revolucionario y socialista.

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