El capitalismo está viviendo una crisis planetaria que no tiene antecedentes. Hemos analizado ya desde varias ópticas por qué, cuando hablamos de crisis capitalista, no hablamos de algo pasajero o cíclico sino de una profunda crisis estructural de un sistema que camina la Historia por el andarivel del agotamiento y la debilidad, que se ven expuestas con toda crudeza en las manifestaciones y protestas que, a nivel planetario, los pueblos del mundo vienen realizando en contra de las causas y los efectos de una política cada día más rapaz, cada día más explotadora, cada día más inhumana.
Sin embargo, ante esta situación que es imposible negar, el Papa Benedicto XVI, poco antes de arribar a México, en una gira que también incluye a Cuba, declaró textualmente: “Hoy es un tiempo en el cual la ideología marxista, tal como fue concebida, no responde más a la realidad”. Y luego, ya en tierras mexicanas, donde los males que son efectos del sistema capitalista en ese país están sumiendo al pueblo mexicano en infinitas calamidades, ni una palabra del capitalismo.
El marxismo es una doctrina que explica, como ninguna otra, el carácter y sobre qué bases funciona el modo de producción capitalista; desnuda que éste todo lo mercantiliza, incluido el ser humano, y que en pos de las ganancias, todo debe subordinarse a las mismas.
La explotación de millones por parte de unos pocos dueños de todos los medios de producción es la esencia de todos las infamias y las bajezas que caracterizan al mundo actual, porque no puede esperarse una sociedad justa cuando esa sociedad está asentada sobre la peor de las corrupciones, como lo es que unos pocos sean ricos gracias a la explotación, la pobreza y la miseria de millones.
Por supuesto, no esperamos que esto lo comparta el Señor Papa Benedicto XVI. Sí creemos que, en el medio del padecimiento de millones de seres humanos en el mundo, católicos o no, sus preocupaciones deberían centrarse en indagar mejor si el capitalismo “responde a la realidad” que él pregona. Por lo menos, para poder explicar tanta injusticia que en el mundo abunda y que, precisamente, no es responsabilidad de Carlos Marx ni del marxismo.