Uno de los más profundos cambios políticos que trajo consigo la burguesía cuando se impone definitivamente sobre el feudalismo, fue cambiar la concepción acerca de dónde proviene y quién detenta el poder.
El poder, que antes provenía de Dios y que era detentado por monarcas de distinto pelaje fue mudado al pueblo que elegía a sus gobernantes, y en ellos quedaba depositada la soberanía popular.
El gran cambio que significó que el pueblo eligiera a sus gobernantes, fue un gran avance para la Humanidady fue uno de los rasgos distintivos de las revoluciones burguesas. Sin embargo la burguesía (al fin, nueva clase dominante) supo resguardar ese poder que el pueblo le otorgaba creando un dogma. “El pueblo no gobierna ni delibera sino a través de sus representantes“. El poder que le otorgaba poseer la totalidad de los medios de producción en sus manos, en la organización política de la sociedad se tradujo en la aplicación a rajatabla de ese principio; el pueblo delega el poder, nunca lo ejerce. Resultado: el poder político y económico en manos de la clase dominante, gobernara quien gobernara.
En nuestro país, la autoconvocatoria ha venido a cuestionar esta “verdad” tan cara a la dominación burguesa. De allí que la clase dominante trate por todos los medios de desacreditarla, de “fagocitarla”, en un intento por neutralizar y derrotar la experiencia de las masas obreras y populares. Tan profunda y genuina es la esencia de la autoconvocatoria que esta práctica de lucha social y política se ha generalizado y ha atravesado a todas las clases de la sociedad, por lo que se confirma fortalecida y vigorosa como herramienta de lucha y de organización.
Curiosamente, la experiencia autoconvocada ha sido bombardeada y atacada también por fuerzas políticas llamadas de izquierda y revolucionarias. Se la acusa de “desorganizada”, espontaneísta”; en definitiva, que no es útil para la lucha revolucionaria. Lo que en realidad encierran estas apreciaciones es la incapacidad de estas fuerzas para entender la esencia revolucionaria de esta práctica, como lo describimos más arriba, y terminan reproduciendo la concepción de la burguesía.
Al afirmar que la autoconvocatoria no organiza se está afirmando que la misma no organiza con la concepción burguesa de delegación del poder; entonces se la cuestiona en lo verdadera y genuinamente revolucionario que encierra esta práctica. Lo que en definitiva estas fuerzas propugnan es cambiar los representantes manteniendo la concepción burguesa de la representatividad, cuestionada hasta la médula por la lucha de las masas. “Basta solamente con que confíen en nosotros, los de izquierda, los revolucionarios, ya que nosotros haremos las cosas mejor que los que estaban”, dicen y practican. El resultado inevitable es la reproducción de las ideas burguesas en el seno de las masas con fraseología revolucionaria. La clase dominante, agradecida.
La autoconvocatoria es mucho más que el reemplazo de dirigentes; es cambiar radicalmente la esencia de la organización política impuesta por las ideas burguesas durante siglos. Es precisamente lo que viene a romper con esas ideas en la práctica social concreta y lo que los revolucionarios debemos saber sintetizar y generalizar para la lucha política por el poder. Son las masas ejercitando la democracia directa, de mayorías, tanto en las decisiones como en la ejecución, delegando solo a los fines de los objetivos propuestos pero sin delegar el poder pues decidir y ejecutar implica estar organizados en los distintos niveles para que la participación sea efectiva y permanente. Lo contrario es pretender un movimiento que esté a la zaga de lo que sus dirigentes hagan o digan, esperando pasivamente lo que por arriba se “cocina”.
La clase obrera y los sectores populares van avanzando con paso firme en la construcción y recuperación de herramientas de organización social y política para afrontar la lucha. En toda esa experiencia la esencia autoconvocoda late vivamente, conviviendo con las prácticas viejas; de allí que la experiencia nunca debe agotarse en la conformación de la organización para la lucha concreta, tanto o más importante es la organización cuando el enfrentamiento pasó y, con las aguas más calmas, nos disponemos a las tareas de desplegar y profundizar la organización a la totalidad de los trabajadores o sectores en lucha, par que las próximas batallas nos encuentren mejor preparados y en condiciones cada vez mejores de materializar el poder organizado.
La autoconvocatoria nos permite esto y mucho más dado que la participación directa de masas dota al movimiento de la riqueza y la perspectiva que niega la organización burguesa. No tengamos duda alguna de profundizar este camino.