Mientras las instituciones del Estado nos gobiernan, llámese presidenta, parlamento y justicia y nos dicen que en la democracia parlamentarista se delega los destinos de nuestro país en todos estos mequetrefes y corruptos, en realidad nos recorre cierto escozor e indignación que se está transformando en un gran debate nacional el …¿hacia dónde ir?
Hasta no hace mucho, la lucha y la movilización permanentes de nuestro pueblo les puso piedras en el camino a todas las decisiones del Estado de los monopolios. Es decir que cada paso atrás o el navegar entre vacilaciones y dudas a las que está sometida es lo que toda la burguesía monopolista oculta, es decir el no permanente de nuestro pueblo y su desconfianza a cada acto de gobierno.
Sin embargo esa lucha de conquistas que lleva años, que es permanente porque la burguesía se las rebusca para seguir dominando, es en un marco de “un toma y daca”, “es un golpe por golpe” que se sigue sosteniendo en el tiempo pero que ha puesto sobre la mesa nuevas inquietudes en las avanzadas de la lucha.
Este fenómeno se está caracterizando por la presencia cada vez más amplia de las ideas de la revolución. ¿Qué queremos decir con esto? Que se está abriendo camino la idea que la lucha dentro del sistema capitalista frena todo intento de mayor explotación y opresión pero de lo que se trata es debatir un cambio de fondo que ataque las causas de tanto dolor y falta de porvenir para las nuevas generaciones. Un sistema caracterizado por “el todo se compra, todo se vende”.
Somos muchos los que pensamos que las cosas así no van más y nos estamos abocando a entrelazar la lucha ya establecida con las ideas del cambio revolucionario.
¿A qué cambio nos referimos?
Hoy nos gobiernan corruptos a favor de los monopolios, no hay institución del Estado que se salve.
Ellos gobiernan para las minorías y en contra de las mayorías. Concentran grandes masas de dinero en contra de un pueblo que lo produce todo y no tiene nada. Atacan al hombre y a la naturaleza por los negocios.
Ahora bien el cambio que se está produciendo en estas luchas que se están sucediendo es que aparece la idea de la revolución, es decir, dar vuelta las cosas: las mayorías explotadas y oprimidas con todo el poder en sus manos, gobernar para 40 millones de compatriotas, en contra de quienes traicionaron a la patria haciendo negocios a favor de la “corona”, o sea, los monopolios.
¿Es posible o es utópico el cambio revolucionario?
Es posible y es una necesidad para terminar con décadas y décadas de sufrimientos, de ir mendigando a un sistema basado en el robo al pueblo. De mentiras de gobiernos tras gobiernos.
La revolución de la que estamos hablando ya ha comenzado a rodar, no hay una fecha exacta ni un acto único que así lo indiquen, pero se ha echado a andar porque hemos encontrado una herramienta y una metodología que se lleva de punta con el parlamentarismo que promueven las minorías. Nos referimos a la autoconvocatoria, al estado asambleario para emprender no sólo la lucha sino que además es la metodología más avanzada y democrática para garantizar la participación de todo el pueblo en la administración del Estado.
La autoconvocatoria es un nuevo tipo de organización política y social que experimentamos millones de argentinos, cada una con su característica, pero no hay nada que “inventar” por fuera de la experiencia del pueblo. No se puede tolerar ya el uso de la movilización y de la lucha porque nadie está dispuesto de este lado de la barricada a todo ello. Si no veamos qué ha pasado cuando han querido “apropiarse de la lucha” las fuerzas políticas parlamentaristas sea cual fuere su color político. Las han sacado a patadas.
Un nuevo Estado revolucionario se basará en el poder del pueblo, de abajo hacia arriba, continuando la experiencia autoconvocada. Estado permanente de movilización y de asamblea, fusión de las tareas ejecutivas y legislativas. Revocación de autoridades por pedido de mayoría simple.
Con éstas metodologías y herramientas que se corresponden y que aparecen cotidianamente en todo el territorio nacional, va apareciendo la unidad política, es decir, nos vamos encontrando, desde la lucha, un conjunto de fuerzas capaces de mantener el estado de movilización ya no sólo en contra del Estado de los monopolios sino a favor de un cambio profundo de las bases de la sociedad. Miles de fuerzas autoconvocadas, es decir por fuera de las instituciones del Estado, nos estamos encontrando, le estamos buscando la vuelta para ir materializando, con más rapidez, la salida a la actual crisis política y económica estructural del sistema capitalista.
El parlamentarismo en este momento histórico es reaccionario por donde se lo quiera mirar. Más allá del voto cada cuatro años, lo que recibimos del Estado es más garrote. A eso llaman democracia y nos quieren engañar diciendo que el Estado es de todos. Mienten, el Estado es de los monopolios y de lo que se trata en la lucha política es construir otro Estado, pero de la clase obrera y de todo el pueblo, es decir de la gran mayoría de la población.
En estos momentos de grandes cambios, producidos por la permanente lucha, se hace necesario fortalecer todas las organizaciones autoconvocadas con más democracia, más movilización, más lucha y más estado deliberativo y asambleario, esas organizaciones que se están multiplicando por fuera del Estado son las base del nuevo poder, repetimos no hay nada que inventar por fuera de la experiencia popular, de lo que se trata es de darle un valor supremo a esas herramientas y que ellas sean consientes que son la base de lo nuevo que está generando la sociedad humana.
Esas fuerzas están encontrando los caminos de la unidad, dejando a un lado esa unidad basada en las fuerzas políticas parlamentaristas que van por el voto y luego hacen trizas el protagonismo de la lucha. Es una unidad basada en la lucha por conquistas económicas y políticas pensadas para el nuevo poder revolucionario.
Toda sociedad encuenta un camino
Los revolucionarios tenemos una franca idea de la lucha por el poder y de éstas bases para lograrlo. Entendemos que la propia vida, la lucha, irá dando respuestas a inquietudes que hoy aparecen y que son incontestables, no sirve de nada “tender puentes que no llevan a ninguna parte”, pero sí tenemos claro que este proyecto revolucionario es la base para la nueva sociedad que iniciará una etapa en donde se irán extinguiendo los fundamentos de una sociedad de clases. Un poder del pueblo se hará de inmediato de todos los resortes fundamentales del poder económico a la vez que en lo inmediato deberá desalojar a las minorías explotadoras y opresoras con el concurso de todo el pueblo movilizado. Se dará un primer paso inmediato de resolver las cuestiones más acuciantes en que nos encuentre la revolución a sabiendas que la actual metodología autoconvocada, al ser la protagonista del nuevo poder, sabrá dar las primeras orientaciones que vayan en esa dirección.