Consolidar el proyecto revolucionario

Hemos escrito en diversas oportunidades, sobre la crisis política que atraviesa el sistema capitalista en todo el mundo. Y hemos visto cómo en nuestro país el descreimiento y el rechazo a toda la institucionalidad burguesa se hace presente en todos los ámbitos de trabajo, de estudio, familiares. Es notable la debilidad política del gobierno de los monopolios, que ya no sabe qué inventar para amortiguar el impacto que causan en la sociedad sus políticas antipopulares.

El hartazgo y la bronca de las masas en lucha, aclimatan el estado de ánimo del pueblo en general, en un sin fin de reclamos y movilizaciones que van desde las más variadas reivindicaciones económicas y políticas, como la lucha salarial, por condiciones de trabajo, hasta las denuncias de contaminación ambiental, la falta de vivienda, de educación, por salud. En fin, por mejorar nuestra calidad de vida.

La sensación que deja todo este torrente de luchas es que el pueblo no está dispuesto a resignar ninguna de sus conquistas, no está dispuesto a tolerar un avasallamiento por parte del Estado monopólico.

En esta espiral ascendente de la lucha por una vida digna, aparece con mayor virulencia en la escena política la presencia de la clase obrera, que empieza a comprender su rol político en las luchas venideras. Desarticulando la maniobra de la santa alianza (sindicatos, empresas y gobierno), de aumentos con “topes” y en cómodas cuotas, trabajadores de todo el país se suman en unísono al reclamo salarial.

En la mayoría de los casos son organizaciones autoconvocadas, o con delegados salidos de las bases, que decidieron tomar el toro por las astas y salir a las calles a protestar por esta situación.

Hemos transitado un camino de grandes confrontaciones, que nos ha permitido comprender cuáles son en esencia los puntos débiles de nuestro enemigo de clase; y también comprender el carácter revolucionario que van adquiriendo, tanto las luchas como las organizaciones independientes de la tutela de la burguesía.

Aunque insuficiente aún, venimos avanzando y consolidando la unidad de la clase obrera.  Tarea que parecía estar postergada por la vorágine de los acontecimientos en cada lugar de trabajo, y que hoy juntos estamos forjando en una nueva realidad, para romper el cerco de años de dominación y aislamiento.

Ya no es indispensable poner como metodología, en el accionar de las masas, la metodología autoconvocada y la acción directa, porque éstas se van convirtiendo en instituciones de las más amplias mayorías.

Hoy el desafío para los revolucionarios y para las vanguardias proletarias pasa por consolidar el proyecto revolucionario en este transitar de auge ascendente de luchas.

La oligarquía financiera está herida: sus maniobras para desviar la atención e intentar encubrir la acumulación y concentración de más plusvalía en detrimento de la calidad de vida del obrero y del pueblo en general, caen en saco roto.

Está herida, no sólo porque el engaño pergeñado no es aceptado por nadie, sino también porque la disposición es hacia la confrontación y no hacia la sumisión, como pretenden hacernos creer los “ideólogos” del sistema.

Esta es la base material de la que hablamos cuando decimos que se abre una gran puerta en la lucha de clases. La misma es tan grande como para que entren por ella todas las aspiraciones que tiene nuestro pueblo en su lucha por una vida digna.

Un momento inmejorable para plantear las ideas revolucionarias, un punto de inflexión en donde el curso de la historia dependerá de con qué intensidad y precisión se vislumbre en la sociedad una salida política desde los intereses de la clase obrera y el pueblo.

El movimiento de masas, el pueblo todo debe saber que existe un proyecto revolucionario que está caminando por todo el país, que existe una fuerza orgánica que está apuntando al corazón del proyecto monopólico para derrotarlo e instaurar -desde el poder obrero y popular- una nueva sociedad; que tenga como principal objetivo poner la producción a disposición de una mejor calidad de vida, protegiendo la naturaleza y colocando al Hombre (y no a la ganancia) en el centro de la escena.

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