Una tormenta pasajera

Pasaron las PASO y hoy los problemas cotidianos son iguales o peores que ayer. El acto “democrático” que nos ofrece el sistema parlamentarista se terminó hasta octubre y de nuevo allí vuelve la burra al trigo. Otra tormenta y van…

Para no confundirnos en una etapa tan compleja, en donde lo de “arriba” ya no resuelven pero los de “abajo” aún no podemos resolver, nos aferramos a lo que todos los revolucionarios de todas las latitudes y de diferentes épocas históricas de la lucha de clases hicieron.

Bien metidos en la profundidad del sentimiento de las masas obreras y populares, recorriendo cada rincón de la sección de fábrica, de oficina, de aula, de barrio, en esa profundidad masiva, de lo cotidiano, de los que construimos a diario las riquezas, el cuestionamiento a las instituciones del Estado Capitalista, la desconfianza hacia ellas es casi unánime. Estamos hablando de las grandes mayorías, incluso aquellas que de una u otra manera, dan su voto a tal o cual partido del sistema electoral.

Son masas que serían incapaces de sentirse identificados con un político, con un juez, con las fuerzas represivas, son masas que ven a esas instituciones como corruptas, impenetrables a las más sanas aspiraciones del pueblo. No hay acto democrático que sea respetado por todos ellos. ¿Qué institución nos protege de los atropellos de unos pocos monopolios  de los servicios? ¿Qué institución del Estado nos protege contra las mafias de la droga? ¿Quién nos protege contra las injusticias en el terreno de la justicia? ¿Quién ha escuchado en los últimos tiempos que un político o un partido cumplió con las promesas electorales… Todo, absolutamente todo, está cuestionado por las grandes mayorías y es ello lo más importante en la conciencia colectiva, es una base fundamental, histórica, que exige de los revolucionarios imprimir un paso más acelerado en las ideas de la revolución, entendiendo por ello el ir profundizando lo que por años millones de compatriotas vienen haciendo.

Nos referimos a la lucha, a la movilización y a las formas y metodologías que se aplican y que tienen que ver con la idea de la autoconvocatoria y la democracia directa.

Estas prácticas nos son tormentas pasajeras como el parlamentarismo burgués, que cada tanto vamos y emitimos un voto para que las minorías que responden a los monopolios nos sigan gobernando; la autoconvocatoria y la democracia directa es todos los días y en todos lados, pero el poder del Estado lo minimiza, lo oculta porque sabe a ciencia cierta que es el verdadero sepulturero de su sistema.

Ninguna elección propuesta por la burguesía puede hacernos perder el rumbo de la revolución, ellos no tienen ya el consentimiento profundo de todo un pueblo sobre ese sistema. Reiteramos: todas las instituciones están podridas y el pueblo lo sabe. No importa entonces si este u otro fue o no a votar, si fue o no un voto castigo, o si la gente quiere ir a votar o no, el poder quiere que ese sea el debate. Pero los revolucionarios estamos en condiciones de pelearla en el terreno de la lucha, de la movilización de la creación de las instituciones revolucionarias autoconvocadas, de la organización de poder en cada fábrica, en cada escuela, en cada oficina etc. Es allí en donde la unidad tiene que primar por sobre las falsas divisiones electoralistas que nos quieren imponer.

En la lucha por las conquistas económicas y políticas estamos todos del mismo lado de la barricada, más allá del voto.

Tenemos que seguir peleando con el puño cerrado a la oligarquía financiera que no casualmente impulsa el electoralismo, el parlamentarismo y toda opción para dividir al pueblo.

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