El pasado miércoles se produjeron dos hechos políticos que resonaron con la potencia de todos los amplificadores de los medios masivos: el acto y movilización de la CGT y los anuncios de la presidenta.
Ambos, contradictorios entre sí y con abundante pirotecnia verbal, tenían, sin embargo, una motivación común: Dar respuesta, al modo burgués, es decir, sin solución para el pueblo, a la sostenida lucha del proletariado y los sectores populares que los acorrala sin piedad.
Desprestigiada, deshilachada e impotente para cumplir el rol que le asignaron los dueños de las transnacionales monopolistas, la dirigencia sindical, en un intento desesperado por retomar espacios que ha perdido irremediablemente ante la autoconvocatoria y la práctica de la democracia directa que se generaliza entre los trabajadores, levanta consignas sumamente sentidas para mostrarse como impulsora de las mismas. Y todo esto a fin de convencer a sus mandantes, los capitalistas monopolistas, que aún tiene predicamento y les puede servir como dique de contención de las luchas de los trabajadores.
Dudoso arribo a buen puerto (para no calificar el hecho, lisa y llanamente, como fracaso) pues, para los trabajadores, no es más que un circo ya que todas las luchas que protagonizaron en los últimos años en pos de las mismas consignas levantadas en la marcha de ayer, han sido y están siendo boicoteadas por estos personajes al servicio del capital. Y para la burguesía monopolista resulta más que peligroso levantar polvo sobre los temas de la pobreza, el impuesto a las ganancias, la seguridad laboral, etc., justo en el momento en que se está aplicando una nueva vuelta de tuerca en los niveles de superexplotación con el objetivo de sostener y, en lo posible, acrecentar la cuota de ganancia media, produciendo con menor masa salarial proporcional.
Por su parte, el gobierno, a través de la verborrágica presidenta, intenta explicar a sus mandantes, la misma oligarquía financiera dueña de los monopolios, las bondades de sus políticas de permanente intento de engaño a las grandes mayorías populares.
Para ello se valió ahora de un arsenal de cifras manipuladas mediante las cuales quiso demostrar que, con un capitalismo ordenado por virtud de la intervención estatal, su gobierno “nacional y popular” llegó al “fifty-fifty”, meta ansiada del peronismo más genuino.
Así, según esto, el capitalismo funciona y los argentinos debemos agradecerle una vez más a dios, por habernos dado una presidenta capaz de hacernos vivir en el paraíso de la justa distribución de la riqueza en el que se ha vencido la ley de la gravedad haciendo que la riqueza generada por la producción vaya desde abajo hacia arriba.
Entusiasmada por su discurso y alentada por el aplauso de la claque infaltable que lleva siempre la genuflexa funcionaria de la oligarquía financiera, no se percató que acababa de decir y afirmar lo que Marx explicó y demostró desde la segunda mitad del siglo XIX: la riqueza la genera desde abajo el obrero con su trabajo y se la apropia el capitalista de arriba. Esta es la ley de la producción capitalista y no tiene nada que ver con la ley de gravedad formulada por Newton, aunque resulte muy grave para los pueblos como el nuestro.
Veamos algunos ejemplos de cómo manipula sus estadísticas y números:
Cuando se refiere a ingresos, la presidenta sólo toma en cuenta los salarios y sueldos de trabajadores y funcionarios (tanto del Estado como de las empresas), a los que agrega los subsidios a los pobres y las jubilaciones.
Entre esos ingresos, divide las categorías de los más “ricos”, los medios y los más pobres. Compara entre unos y otros las brechas existentes, juega impúdicamente con los promedios entre los que “más ganan y menos ganan” intentando hacer creer que los ingresos de todos los argentinos son sueldos, salarios y susidios sociales, dejando de lado y ocultando deliberadamente, los ingresos provenientes de las ganancias empresariales, el interés y la renta financiera, y la renta de la tierra. Por ejemplo, siguiendo esta lógica, Cristina de Kirchner sólo tiene su sueldo como presidenta. El resto de sus millonarios ingresos como dueña de negocios turísticos, inmobiliarios y otros que se desconocen, no aparece en ninguna estadística, y así con todos los capitalistas. De tal forma, eso que constituye la verdadera propiedad de la riqueza de la clase dominante queda protegido bajo las sombras de la desinformación y la ausencia de estadísticas discursivas.
También afirma que los impuestos IVA y Ganancias son los segmentos de mayor recaudación. Dice que el IVA lo pagamos todos. Sin embargo, miente arteramente porque el IVA es un impuesto al consumo personal. El consumo productivo, es decir, el capital, ¡no paga IVA!, ya que el IVA que paga el responsable inscripto en dicho gravamen por cada compra que realiza, lo descarga en cada venta que efectúa. De tal forma que entre lo que entra y sale la ecuación queda en cero.
Por su parte, el impuesto a la ganancia sólo lo pagan efectivamente, los sueldos y los pequeños capitales ya que los grandes monopolio, siendo agentes de retención, tienen los mecanismos financieros para compensar dicho impuesto y, también, obtener ingresos extras mediante dicho sistema financiero.
Por último abordamos el tema del “fifty-fifty”. Al respecto, no dio cifra alguna que sustentara esa afirmación. Pero, aunque le diéramos la razón sobre esa supuesta distribución del ingreso: 50% para la burguesía y 50% para los trabajadores, estaríamos hoy en una situación mucho más injusta que en cualquier fecha del pasado, ya que no sólo aumentó la población argentina incrementándose también la cantidad absoluta de trabajadores, si no que, además, aumentó la producción enormemente, a razón de un 7% anual de promedio, y aumentó también la concentración y centralización del capital y los aumentos de salarios y jubilaciones no se correspondieron con dichos aumentos de lo cual dan testimonio nuestros bolsillos.
Resultado: Mayor cantidad de trabajadores son absorbidos por la misma masa salarial, y sostienen con su producción mayor cantidad de población pobre y miserable, al tiempo que menor cantidad de capitalistas se reparten una mayor masa de ganancia. Cada vez más proletarios viven con un supuesto 50% y cada vez menos burgueses se apropian del 50% restante.
¡Muy convincente la presidenta!
Ante tamaña mentira, el pueblo queda azorado por el insulto y subestimación del discurso presidencial, al tiempo que la oligarquía financiera duda de la efectividad del intento de engaño al pueblo viendo con recelo y desconfianza la maniobra burda del gobierno, lo cual ahonda aún más las contradicciones entre el pueblo y la clase dominante, profundizando además las fisuras entre las instituciones del Estado burgués en descomposición y los funcionarios del gobierno incapaces de responder a la lucha de clases.