Cristina Kirchner y un discurso con sentida preocupación

Con un escenario diferente, sin claque que la aplaudiera, exclamara, se riera, etc., según los gestos que hiciera para las cámaras de televisión, la presidenta, sentada en un sillón dorado y con cara y voz de circunstancia, se dirigió a todos los argentinos, utilizando la cadena oficial que se interconectó al finalizar anoche el último partido de la jornada según el fixture del campeonato mundial de fútbol.

El motivo del discurso fue la resolución de la corte suprema de justicia de los Estados Unidos de Norteamérica a favor de los acreedores que no habían aceptado la quita de deuda en ocasión de la última negociación llevada a cabo con el gobierno argentino.

Con tono compungido la presidenta dijo que la resolución del alto tribunal yanqui habilitaba a una parte de los “fondos buitres” el cobro de unos 1.500 millones de dólares, lo cual era “totalmente injusto” ya que el valor original de los bonos en manos de ellos era de 48 millones de la misma moneda.

Pero, advirtió, si se paga a esos “fondos buitres”, el resto de los demás “buitres” que no arreglaron pueden demandar al Estado argentino por la cantidad de 15.000 millones de dólares.

En su discurso, la presidenta despotricó contra el capital usurario que se quería llevar un total de unos 16.500 millones de dólares lo cual significaba un incremento de 1.600 % sobre el capital original. Y se lamentaba diciendo que con esos intereses a nadie le interesa invertir ya que se gana mucho más con tamaña especulación que fabricando bienes. Trascartón volvía sobre su “talentosa” idea ya mencionada en otros discursos afirmando que el capital financiero ya no necesita explotar porque con la exclusión es como gana dinero.

Lo que no mencionó es que el incremento de la deuda del Estado que actualmente supera los 200.000 millones de dólares se hizo con las decisiones que los gobiernos que ella y su difunto marido impulsaron y apoyaron (Menem y Duhalde) entre otros presidentes representantes de la oligarquía financiera, y con las que tomaron ellos mismos desde su asunción en 2003.

Tampoco dijo que los fondos que no son “buitres”, según ella, se embolsaron 177.000 millones de dólares desde que el matrimonio Kirchner asumió el gobierno. Es decir, más de 10 veces lo que se deberá pagar a los “buitres” que anoche denunciaba.

Cabe preguntarse, ¿quiénes son más buitres? Y eso sin contar el compromiso que asumió el Estado argentino de pagar 9.700 millones al Club de París.

En síntesis, los números actuales serían: 177.000 millones de dólares ya pagados en los últimos diez años, un compromiso de pago asumido de 9.700 millones al Club de París, una deuda actual de 200.000 millones a distintos acreedores “legales”, y la presidenta se queja por 16.500 millones que unos “buitres” reclaman.

El cinismo tiene nombre de Cristina Fernández de Kirchner y ella es la campeona. Ahora, sería bueno que explicara ya que, como dice, la oligarquía financiera no necesita más explotar el trabajo ajeno, de dónde salieron los cientos de miles de millones de dólares que se han pagado, si no es del trabajo de la clase obrera y el pueblo argentino. De dónde saldrán los recursos para seguir pagando y sustentando la ganancia de los monopolios -que son la fusión de bancos e industrias-, si no es de las decisiones políticas de reducción de la masa salarial (despidos y suspensiones, no aumento de salarios, impuesto al salario, etc.) y el ajuste en todos los niveles del Estado para con las necesidades del pueblo, de la más cruda explotación de la mano de obra y la depredación de los recursos naturales del país.

Lo que tampoco ha explicado la presidenta, y surge claramente de lo anteriormente dicho, es que lo que afronta es una disputa terrible entre intereses intermonopólicos en donde los contendientes no son bloques bien diferenciados sino que en cada lado se encuentran intereses cruzados que, de acuerdo a las correlaciones de fuerzas, se irán acomodando del lado en donde calienta el sol, tal como ha pasado, sucede y sucederá en el mundo de las finanzas que es el mundo del caos capitalista gobernado por la oligarquía financiera internacional.

Lo que pretende hacer la presidenta, aunque no lo dijo explícitamente, es emblocar a todo el país: es decir, trabajadores y pueblo que aportan su sangre, carne y nervios para producir las riquezas con la burguesía imperialista que “aporta” los instrumentos para apropiarse de esa riqueza y acumular, centralizar y concentrar más capital, a fin de que entre todos asumamos una deuda que contrajeron ellos para apropiarse y seguir acumulando más capital a través de la explotación más sanguinaria y la opresión más atroz.

La cara de preocupación que la presidenta no pudo ocultar anoche ante las cámaras, reflejaba no sólo el miedo a las consecuencias que las contradicciones entre pulpos imperialistas generarán en la pelea para ver quién se queda con la mayor parte de la torta, sino a las consecuencias que esas contradicciones y peleas intermonopolistas generarán en la clase obrera y el pueblo en franco ascenso, en sus luchas contra el enemigo común a la hora que éste quiera profundizar las políticas de ajuste que esto implica…Porque el pueblo y la clase obrera no diferencian entre los “buitres” y no buitres ya que, a sus ojos, el capital oligárquico internacional es, en todas sus expresiones, igualmente carroñero.

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