Desde el 27 de agosto más de una decena de trabajadores del sector fábrica del ingenio La Esperanza situado en San Pedro de Jujuy, a 70 kilómetros al este de la capital provincial, mantienen la toma de la torre del ingenio a 80 metros de altura en reclamo de pago en un solo tramo del aumento salarial que el Sindicato del Azúcar acordó semanas atrás de un 10% en mayo, 10% en agosto, 18% en octubre, 3% en enero de 2015 y 7% en abril y la reincorporación de 300 empleados llamados ex cuartas –trabajadores temporales- que quedaron sin trabajo luego de la reconversión industrial y la incorporación de cosecha mecanizada.
Los medios de prensa burgueses han propagado que se trata de una “huelga de hambre” cuando en realidad se trata de una política llevada por la empresa de aislamiento a través de un cerco de guardias privadas que no permiten acercar, ni a familiares, ni compañeros, privándolos así de alimentos y medicinas ya que dos de ellos son diabéticos.
El sindicato, bien pegado a los intereses monopólicos, y el Estado han encontrado una nueva categoría política para ningunear la lucha de los trabajadores por fuera las instituciones con permisos. Los encuadraron “en rebeldía” y que junto al clásico “puja intersindical» pretenden deslegitimar la protesta y dejarlos fuera de su “ley burguesa” liberando así a la empresa para tomar cualquier acción para garantizar el “normal” desarrollo de las actividades en la planta.
Pero muy a pesar de ello, los trabajadores continúan en la lucha “hasta las últimas consecuencias”, afirmaron, y exigen ser recibidos por el secretario general de la Gobernación de Jujuy para dialogar sobre sus pedidos
“Ni siquiera le permitieron la entrada al médico, que vino a revisar a nuestros compañeros. La empresa está jugando con la vida de los muchachos que están arriba. Por otro lado el Sindicato, al que aportamos como afiliados, está pidiendo que nos echen, que nos despidan. Los demás compañeros están amenazados. Sabemos que tenemos el apoyo de nuestros compañeros, pero muchos de ellos no se acercan por temor a las represalias y lloran de impotencia. Quienes se acercan, aunque más no sea para traernos un poco de agua o simplemente a charlar, son sancionados”.