La inseguridad que sufre el pueblo en la calle es provocada por la misma clase que lo explota en el interior de las empresas

Analía Rivero, tenía 18 años y trabajaba como promotora del boliche Stone, en Capitán Bermúdez, una localidad muy cercana a la ciudad de Rosario que compone lo que comúnmente se denomina «el gran Rosario».

La chica fue asesinada a tiros desde una camioneta que pasó frente al boliche, el domingo próximo pasado. Ella estaba en la puerta del mismo trabajando.

Anoche, miles de vecinos se movilizaron y llegaron frente a la Comisaría 2a  de dicha localidad en donde increparon a la institución a la que acusan de permisividad de todo tipo de delincuencia, sobre todo, de los vendedores de drogas quienes se pavonean delante de los policías con impunidad absoluta haciendo sus negocios a plena luz del día y a la vista de los vecinos.

Con un alto nivel de consciencia, los vecinos que asistieron a la marcha daban reportajes a los medios pero no permitían que se les filmaran sus caras. Además, se preguntaban por qué, habiendo tantas cámaras filmadoras en la zona, aún no había rastros de los autores del hecho.

La Comisaría fue blanco de piedrazos y otros objetos que, desde la multitud, le arrojaron. La bronca y los reclamos de justicia y seguridad constituyeron el eje movilizador.

Otro hecho, ocurrido recientemente, está emparentado con lo ocurrido en Capitán Bermúdez. Se trata de la detención y posterior asesinato de Franco Casco, un joven de 20 años proveniente de Berazategui quien fue «demorado» el día 07 de octubre próximo pasado por la policía rosarina de la Seccional 7a . Allí fue golpeado, según declaró su madre quien vio fotos de su hijo con signos de tortura, y días atrás su cadáver fue hallado en el río Paraná.

Cientos de ejemplos como los relatados se reproducen todos los días a lo largo y ancho del país, en donde queda establecido y probado, a los ojos del pueblo, el accionar conjunto de las instituciones policiales y otras fuerzas de seguridad, el crimen de todo tipo (drogas, trata de personas, robos, «ajustes de cuentas», etc.), y la red de complicidades y encubrimientos de los aparatos de justicia, e instituciones y funcionarios estatales de todos los niveles (municipales, provinciales y nacionales). Es que todo este aparato impune y corrompido hasta su médula es el que sirve para los negocios que mueven enormes capitales cuyos dueños no son otros que los grandes monopolios. ¿Quiénes si no, pueden poner en movimiento esos grandes capitales? ¿Quiénes si no, pueden acallar con dinero y crear falsas pruebas tirando andanadas de confusiones al aire para tapar el entramado de los mismos?

Los crímenes e inseguridad que sufre el pueblo trabajador en las calles, no es más que la extensión del atentado silencioso contra la vida que sufren cotidianamente los trabajadores en cada fábrica y empresa.

La clase que sostiene y usa el Estado para apropiarse diariamente del trabajo y todo lo producido por millones de trabajadores a costa del sufrimiento y explotación de los mismos para beneficio exclusivo de la gran burguesía en el poder, alimenta este entramado corrupto y descompuesto que agrede al pueblo utilizando la fuerza, las armas y la impunidad.

La descomposición de las fuerzas de seguridad, la justicia, las instituciones estatales de todo tipo, no son más que el reflejo de la descomposición política de la burguesía monopolista en el poder y de la crisis estructural del propio sistema capitalista que sostiene.

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