Un “cambio climático” que los asusta

Pasaron las lluvias y los desastres quedan. Cada vez que llueve, Buenos Aires se inunda,  así sean 50 milímetros o más, se suman zonas y barrios que quedan bajo agua por esta situación. Al cambio climático se le atribuyen demasiadas responsabilidades, tantas que incluso da pie para justificar la inacción del Estado en todos sus órdenes.

Desde los funcionarios de gobierno central hasta los provinciales y municipales, derivan las responsabilidades por falta de obras a sus competidores electorales, y se tiran la pelota uno a otros, al presupuesto, al marco legal para realizarlas, etc. Son tan oportunistas que aún a sabiendas que están expuestos frente a la bronca generalizada del pueblo, no dejan de ser mentirosos, los Masa, los Scioli, los Ledesma, los Espinoza, los Otacehe y otros tantos sinvergüenzas, que usufructúan mediáticamente sus imágenes, tomando por estúpida a la gente.

Mientras los chaparrones inundaban barriadas enteras, los medios a su servicio salieron presurosos a mostrar sus disputas y una imagen de preocupación que no convence a nadie. Salían en las primeras planas, al mismo tiempo que el agua llegaba a las rodillas y los muebles flotaban en cientos y cientos de casas.

Todo lo que tenga que ver con las condiciones de vida de nuestro pueblo se esconde. Sólo basta con oír las expresiones y el tartamudeo de Capitanich para cerciorarse, tratando de explicar porque no hacen nada. Los negocios y el marco electoral dominan la escena y nada que no tenga que ver con ello les preocupa. Aun a sabiendas que las obras de infraestructura son muy necesarias y jaquean sus propias condiciones para realizarlas, toda la superestructura acude a las promesas que nunca van a realizar, es decir no sacan los pies del plato. Fieles personeros al servicio del capital monopólico que domina el Estado,  es decir, representantes de  la clase burguesía,  la acción del Estado se circunscribe al marco de negocios multinacionales de la oligarquía y nada por fuera de ello entra en sus cánones políticos.

Del mismo modo que el agua con su efecto devastador lava la tierra y sus nutrientes, también crece la conciencia de esta situación respecto del Estado monopolista y sus funcionarios. La acción popular y la ayuda desde su mismo seno, las paladas y el zanjeo para canalizar el agua en muchos barrios y muchas cuestiones más, como la ayuda monetaria y alimentos, la decisión conjunta de los vecinos, de imponerse frente al ninguneo municipal y provincial,  inclusive las posibles soluciones técnicas y políticas que emanan desde abajo en multiplicidad de lugares, denotan una tremenda distancia frente al Estado monopolista, es decir tienen un efecto devastador para la burguesía, aquí ya no dominan los negocios. Ya no hablamos de la desconfianza, que es un aspecto indeleble de la conducta de la clase obrera y el pueblo, sino del hecho que por abajo la decisión y la resolución de sus problemas pasa a primer plano desde la acción colectiva, y lo que pretende ser utilizado desde los medios al parcializar y acotar las realidades sociales, es ya de hecho una pretensión en contra de la corriente.

Por estar al entero servicio de la oligarquía, el Estado en toda su acción expresa los intereses políticos económicos e ideológicos de este su instrumento de dominación. La conducta  particular de este o aquel funcionario, inclusive de la presidenta, del parlamento, de la justicia, etc. no obedecen más que a los parámetros de negocios y las disputas por ellos en el seno de su clase, a costa de condiciones más desfavorables de los trabajadores y el pueblo. De esta realidad del Estado, de la clase burguesa, no puede emanar otra política que no sea lo que vemos frente a las inundaciones, a la falta de gas, la situación energética, la inflación, los ajustes, la explotación; es decir, políticas que tienen por consecuencia la destrucción del ser humano y que expresan  la inhumanidad política de la clase dominante.  La oligarquía no sólo es explotadora sino también, destructora.

Frente al hecho que las herramientas de la burguesía no sirvan ya para resolver las condiciones a las que hemos llegado y menos aún, a las que aspiramos a vivir, la construcción del poder local se torna imperiosa.  Desde las premisas revolucionarias que ya expresa la acción propia de la clase obrera y el pueblo en su lucha por una vida digna, el camino para la revolución que libere de las trabas que el sistema impone, pasa sin dudas por el cambio de poder, por la revolución socialista; el cambio climático en que se amparan, comienza a tener otra connotación: ellos abren el paraguas porque desde abajo se los enfrenta.

 

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