Tenemos que echarlos a todos

(Reproducimos un artículo publicado por la organización FOGONEROS, el 27 de Noviembre pasado).

Por el 2001 se escuchaba en todo el país QUE SE VAYAN TODOS, era el pueblo que exigía que se fueran todos los responsables políticos del hambre y la miseria que azotaba a todos los trabajadores.

Esta rebelión popular, que comenzó con los primeros cortes de ruta de fines de los años noventa, fue la cara visible de la crisis estructural que atravesaba el capitalismo y todas las instituciones burguesas que lo sostenían. Situación que se ha profundizado desde entonces ya que no hay salida en el marco del sistema capitalista.

 La organización y  la  cuestión del poder:

En los años ‘70, cuando  se hablaba de poder popular, las organizaciones hermanas, se referían a formas de ejercicio del poder por parte del pueblo en un camino que tenía como objetivo la disputa del poder con la burguesía. Las diferentes formas de doble poder tenían que ver con un camino hacia la toma del poder. En ese camino, la construcción del poder revolucionario estaba dada a través de la construcción del partido revolucionario de la clase trabajadora, que enraizado y como parte del movimiento popular conduciría la lucha por la toma del poder y por el socialismo.

Aún hoy en día, algunas organizaciones seguimos manteniendo la firme convicción en relación a la necesidad de contribuir a la construcción del poder popular en camino hacia la toma del poder de la clase trabajadora. Sin embargo, hacia el 2001, la noción de “poder” aparece de manera diferente en algunas organizaciones populares. Muchas cuestionan el término mismo y el objetivo de  la “toma del poder”. Otras lo conciben como un problema de referencia electoral.

Lo cual evidencia un retroceso ideológico del campo popular, no sólo debido a la desaparición de las organizaciones revolucionarias de los ‘70, sino también por la ofensiva ideológica de los años ‘80 y ‘90 que intentó liquidar las concepciones revolucionarias. En este sentido, no resultan de menor importancia elementos de la realidad internacional, como la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS. Pero también es de suma importancia el accionar nefasto y sistemático de los grandes centros de producción ideológica del imperialismo que mediante la producción de teoría contra-revolucionaria han minado el campo popular. Esto lo hacen a través de la consagración de pseudo intelectuales que producen “nuevas teorías”, que van desde cómo cambiar el mundo sin tomar el poder, el fin de la contradicción trabajo – capital, pasando por el fin del imperialismo, la pretensión del cambio del sujeto revolucionario, el fin de la clase trabajadora, hasta sostener que ya no existe el poder, el cual está en todos lados y en ninguna parte.

Todas estas teorías, disolventes para la lucha popular y en muchos casos antiorganizativas, se difunden a través de conferencias, ediciones, seminarios, jornadas en el ámbito universitario y fuera de él y, por supuesto, a través de los medios masivos y de ONGs. También son una parte fundamental en la elaboración de políticas sociales del Estado en las que las gestiones administrativas hacen parte a organizaciones populares.

Estas acciones promovidas (tanto en el plano ideológico y subjetivo como en el plano material) por las burguesías, han tenido bastante éxito en desenfocar las luchas populares con respecto a las contradicciones que estas enfrentan y quiénes son los verdaderos enemigos del pueblo. También ha contribuido a la dispersión de las organizaciones y dificulta la unidad de las luchas en la pelea política por el poder.

La sucesión de rebeliones y luchas populares no pudo, ni podrá, terminar de saldar esa deuda. Pudo resolver en forma parcial la demanda de niveles de organización en función de las luchas reivindicativas, pero no pudo terminar de mostrar el horizonte de la lucha política para los trabajadores. Cabe entonces la reflexión de que las rebeliones populares no son realmente espontáneas: siempre hay algún nivel de organización.

Por otra parte, las rebeliones populares no resuelven por sí solas la cuestión de la generación de una nueva subjetividad revolucionaria.  En el camino de nuevas rebeliones, sigue siendo necesario afianzar las construcciones políticas que apunten a la formación de una organización política revolucionaria que devuelva la perspectiva del poder al pueblo trabajador hacia la liberación nacional y social.

En la actualidad, nos encontramos frente a las mismas políticas de entrega, saqueo, ajuste y represión implementadas por aquellos que nunca se fueron. El gobierno nacional, pese a su lógica de ocultamiento discursivo a partir de medidas cosméticas tomadas a lo largo de estos años, representa el enriquecimiento desmedido de las multinacionales y los bancos, que son los únicos que realmente ganaron en este período.

Por todo esto,  nuestro deber como pueblo es organizarnos y luchar contra toda clase de injusticia. Los FOGONEROS asumimos esta responsabilidad y llamamos a todos los hombres y mujeres honestos del pueblo a ser parte de la construcción de nuestra Patria Liberada!

Hoy más que nunca…

¡TENEMOS QUE ECHARLOS A TODOS porque TENEMOS QUE HACER LA REVOLUCIÓN!

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