Un futuro con dos perspectivas opuestas

Ayer se publicó la noticia de que un estudio de la Universidad inglesa de Oxford llegó a la conclusión que «en los próximos 20 años, la mitad de los trabajos que realizan los humanos serán efectuados por dispositivos tecnológicos» y que, a consecuencia de ellos, «desaparecerán poco más de 700 oficios». Y agrega que «las máquinas empezarán por sustituir a los humanos en campos muy sensibles como el de la producción, administración, logística, marketing y servicios». Los autores, sin embargo, aclaran que los mismos no van a desaparecer por completo, sino que “el trabajo cambiará y se necesitarán menos seres humanos en el proceso».

Dicho estudio se ha realizado en una de las universidades más prestigiosas del mundo, pero lo publicado contiene la concepción unilateral burguesa aunque encierra una parte de verdad. Veamos:

Por un lado, esa concepción unilateral no considera que todo futuro está sujeto a los avatares de la lucha de clases y de las transformaciones que ésta va generando en las sociedades. Pero, además, en el supuesto de que todo continúe marchando sobre las vías de esta sociedad, tampoco se prevé que, como ha ocurrido desde los primeros inventos, toda nueva tecnología aplicada a la producción, a la vez que eliminó viejos oficios, simultáneamente dio origen a otros muchos nuevos. Basta con dar sólo algunos ejemplos tales como que la rueda abrió un abanico de nuevos implementos de los que surgieron nuevas tareas que hasta el momento de su invención no existían. Así ocurrió con cada una de las transformaciones tecnológicas, como el caso de la máquina de vapor, que dio origen a la gran industria. Mucho más recientemente, la computación eliminó una cantidad de funciones pero a su vez creó otras que antes no se conocían, etc.

Como vemos, el proceso de proletarización ha obedecido, a cada vuelta de tuerca, al desarrollo capitalista de la fuerza productiva social, y a la expropiación de riquezas y fuerza de trabajo que ello implica, tal como ha ocurrido recientemente en China, India, América Latina, Europa del Este… y ahora van por el África subsahariana. Millones de nuevos proletarios con bajos salarios incorporados a la maquinaria capitalista con mejoradas tecnologías para la ganancia.

Por otro lado, la parte que tiene de verdad la publicación, es lo que ya Marx había planteado en sus estudios críticos sobre la economía política que luego explayó en su obra cumbre «El Capital». La idea que el gran revolucionario plasma es que en la sociedad capitalista cuyo motor impulsor es la ganancia, cada nuevo invento y descubrimiento que aporta un desarrollo de la tecnología y que se refleja en un nuevo desarrollo de la fuerza productiva social, se vuelve en contra de los productores (los obreros y trabajadores) y, por tanto, de toda la sociedad mayoritaria proletarizada, es decir, carente de medios de producción.

Aproximadamente 160 años más tarde, la noticia nos cuenta lo dicho y fundamentado por Marx, descubridor de las leyes del capitalismo a quien todos los economistas burgueses intentaron sepultar sin éxito.

Es que estamos hablando de que en la sociedad capitalista, cada nuevo invento que economiza el tiempo de trabajo necesario para la producción, en vez de ser tiempo ganado por los productores (los obreros y trabajadores) para un gozo mayor de la vida, cae sobre éstos como una pesada roca sobre sus hombros, haciendo más insoportable sus vidas.

La razón irracional (valga el giro contradictorio) de esto, se debe a la propiedad privada capitalista de los medios de producción y por ende de la producción misma, ya que el burgués apropiador dueño de ese nuevo invento lo utiliza para minimizar costos de producción para obtención de mayor ganancia. Dado lo cual, su primera medida es la expulsión de los obreros que antes ocupaban los puestos de trabajo que ahora desarrollará la nueva máquina con la moderna tecnología.

Si la propiedad privada sobre los medios de producción y, por ende, la producción misma fueran sociales, no estaríamos hablando de costos sino de beneficios para el conjunto social, dado lo cual cada nuevo invento y desarrollo tecnológico redundaría en menos horas de trabajo para todos los productores que se traduciría en mayor cantidad de horas dedicadas a otras actividades sociales.

En conclusión, aquí se expresa palmariamente la oposición entre los dos únicos proyectos históricos: el del capitalismo con su oferta de mayor explotación (menos cantidad de hombres superexplotados produciendo más para la ganancia de un grupito de capitalistas cada vez menor), con el consecuente empeoramiento de las condiciones de vida para los productores (obreros y trabajadores en general).

Y el proyecto opuesto, el socialismo, promoviendo el desarrollo de la tecnología y mayor producción social para hacer más digna, más social y más benéfica la vida de toda la sociedad productora, impulsando el desarrollo de las mejores cualidades humanas.

Como queda dicho, el problema de la revolución socialista no es sólo un problema económico para que el pan alcance para todos. Además, se juega en ella el futuro de la especie humana, su dignidad, y el desarrollo universal de todas las potencialidades de millones de personas en el marco de la liberación de sus espíritus que hoy se encuentran engrillados y atrofiados bajo el yugo de la explotación capitalista.

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