Las ideas revolucionarias y el poder local

Hay una coincidencia generalizada en la lucha, organización, metodología autoconvocada y democracia directa, que viene desarrollando nuestro pueblo desde lo local. Marcada por un constante avance en la conquista de reivindicaciones,  de soluciones a sus problemas, y por la íntima y lógica comprensión de que a veces “nuestras cosas se resuelven” pero, que a la larga o a la corta  siempre están, y que las posibilidades de ser resueltos definitivamente en los marcos de este sistema no pueden instrumentarse satisfactoria y definitivamente.

Es decir, hay una visión producto de todas estas experiencias, que el sistema capitalista es la traba real a condiciones de vida superiores. Y aunque no se expresen en esos términos tajantes, se explica por sí sola cuando se opina, se proclama, se demanda, se debate, se organiza, se moviliza, se cuestiona, se confronta, se autoconvoca, se delibera, se nuclea, se unifica; y cuando se sintetiza “que esto está todo podrido”. La franqueza de esta frase es inversamente proporcional a las vacilaciones de quienes no ven a los trabajadores y el pueblo  protagonistas tenaces en la conquista de una vida digna.

La motivación por la búsqueda de caminos superadores a esta traba está a flor de piel y es el piso para avanzar en las iniciativas políticas de poder local.

La experiencia alcanzada por los niveles de lucha logrados, desde las conquistas y reivindicaciones, desde la unidad establecida, desde la metodología, desde las síntesis locales, desde  la necesidad de no dejarse someter, o mejor dicho, de superar las trabas del Estado de los monopolios y los gobiernos de turno a su servicio, se constituyen en expresiones que agitan las aguas de la lucha de clases.

La locomotora avanza con todo este despliegue a cuestas, y pone en evidencia la necesidad de desarrollar desde estas condiciones, objetivas y subjetivas -producto de una tenacidad irrenunciable e irreconciliable contra esta situación- el camino de la revolución en un nuevo escalón.

Del mismo modo que los cortes, las movilizaciones, las asambleas barriales, los debates e iniciativas no son un barril sin fondo, que las hazañas de conquista y de lucha se conocen de inmediato por canales a veces insignificantes pero torrentosos y efectivos, que toda lucha trasciende los límites de las barriadas y se constituyen en ejemplo y motivación de otras, que la circulación de estas situaciones se difunden porque existen organizaciones populares y de masas locales y zonales que están de una u otra manera vinculadas, por experiencias protagónicas por vecindad, por relaciones indirectas, por los medios a su alcance, etc.

Del mismo modo deben circular las ideas revolucionarias, fluidamente. La organización para la acción y la lucha en los barrios ya son un hábito, un sano y superador hábito que profana toda la burocracia estatal y sus instituciones, demuele sus esquemas de dominación política y es sumamente efectiva.

La unidad de estas organizaciones de masas debe conjugarse con las ideas revolucionarias para avanzar en el poder local.  Rompiendo límites que no son tales y que la práctica del propio pueblo enseña a superar, deben circular fluidamente, como la sangre por las venas de un cuerpo sano las ideas, las iniciativas y la agitación revolucionaria.

El sentido insurreccional que adquiere la lucha en determinas zonas o regiones de nuestro país no hacen más que afirmar el camino, que sin embargo quedará como una gran hazaña si no está referenciado en el camino de la revolución socialista. Son una relación que debe converger inexorablemente para avanzar en el escalón masivo del desarrollo del poder local  hacia la toma del poder.

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