La llamada deuda externa y el populismo

El populismo se caracteriza por utilizar fraseología de defensa de los intereses populares para encubrir el verdadero objetivo de defender, en los hechos, los intereses capitalistas, fundamentalmente, de los monopolios, contra los intereses populares.

Días pasados lo escuchamos al ministro de economía Kicillof decir, con tono triunfante, «hace años que no le pedimos a la banca internacional ni un peso».

Claro que omitió decir que a esa misma banca internacional, en estos años de gobierno kirchnerista, se le pagó más de lo que cualquier gobierno anterior hizo. Estamos hablando de una suma mayor a US$ 180.000.000.000, lo cual fue reconocido por la propia presidenta quien destacaba el hecho como algo positivo para el país.

El resultado de estos dos aspectos es que los propios organismos internacionales que se vieron beneficiados con los pagos realizados por el gobierno, no tuvieron ni siquiera que poner un peso a modo de préstamo. Quiere decir que el dinero salió del exclusivo esfuerzo de la clase obrera y el pueblo argentinos. Y aunque siempre, cualquiera sea la vía, el esfuerzo y el capital salen del mismo lugar (el trabajo asalariado), en este caso, la oligarquía financiera internacional ni siquiera tuvo necesidad de financiar absolutamente nada.

Lo absurdo es que para justificar esto nos quieren convencer que la ventaja de ese esfuerzo es que pagando esa supuesta deuda es que podremos ingresar al mercado de capitales y así solicitar créditos para hacer nuevos negocios. O sea acrecentar la deuda con la oligarquía financiera a quien deberemos más dinero, sin que ninguna persona de las mayorías populares pueda ver reflejado en su vida ningún beneficio.

Nos hablan de deuda externa y ¡ése es otro contrabando! Así podemos leer a algunos «progresistas» enrolados en la política del actual gobierno quienes hacen cálculos respecto de lo que podría hacerse con los millones de dólares que los monopolios (los malos, porque los buenos apoyan el actual proyecto) se llevan afuera. Por ejemplo un comentador de la realidad quien dice de sí mismo que es «comunista» y que apoya al actual gobierno ¡al servicio del capital financiero internacional! denunciaba que «Mastellone le compra al productor el litro de leche a $1.05 y lo pone en góndola para la venta a $10.70 al público, para después llevarse la guita a una cuenta oculta en el HSBC de SUIZA», lamentándose que con ese dinero, si quedara en el país, se podrían hacer muchas obras beneficiosas para el pueblo.

Bueno, sin entrar en comentarios sobre los precios que él menciona, el Sr. «comunista» sabe que el Estado tiene los resortes para poder evitar esa situación, pero que nunca lo va a hacer ya que el Estado argentino responde a los intereses concretos de los monopolios que él «denuncia» reduciendo, en forma intencionada, el problema a una empresa y a un banco con el cual tienen una disputa intermonopolista. Miente arteramente y esconde la leche (viene perfectamente al caso la expresión) ya que omite decir que aunque el dinero no saliera del país quedaría en manos de los monopolios y no habría ningún beneficio para el pueblo.

Nos quieren hacer creer que los que invierten o reinvierten en el país, son buenos y los que se la llevan afuera son los malos. La pregunta es: cuando el gobierno manda a los organismos internacionales la cantidad de ciento ochenta mil millones de dólares, ¿no está sacando capitales con los que se podrían hacer las obras que el Sr. «comunista» añora? No se trata de que los capitales queden o no en el país. Ese Sr. «comunista» al igual que el ministro de economía, la presidenta y los candidatos burgueses que se disputan el gobierno saben perfectamente que los capitales benefician exclusivamente a quienes los poseen, a sus dueños, la burguesía monopolista y perjudica a los que trabajan y son expropiados, circulen dentro o fuera del país ya que para los capitales no hay fronteras y van donde obtienen ganancias a costa de la sangre de los trabajadores.

Es absurdo hablar de deuda externa en un país como el nuestro en donde los monopolios que actúan en el interior del país son parte de la oligarquía financiera internacional que explota a los obreros y a todo el pueblo para su beneficio particular.

En pleno siglo XXI, seguir hablando de deuda externa es encubrir que el trabajo diario de todo obrero y trabajador en general es expoliado por los monopolios transnacionales y que esos capitales vuelven a invertirse en la obtención de mayor cantidad de plusvalía acrecentando la explotación y la pobreza relativa de los obreros y el pueblo y que siempre van a circular en el interior y en el exterior del país según les convenga. Ejemplo de sobra lo tenemos en las grandes inversiones que se hicieron en el país en el rubro automotriz, minero, petrolero, agropecuario, etc. a pesar de las cuales siguen penando nuestros bolsillos e hipotecándose el futuro de las generaciones venideras.

El miedo pánico que tiene la burguesía, y para eso utiliza la herramienta del populismo con el fin de confundir, es que salga a la luz que el problema que tenemos que enfrentar como pueblo oprimido es la profundización de las luchas y la organización que nos conduzca al objetivo revolucionario de la expropiación a los monopolios de los capitales y medios de producción -que no son otra cosa que el trabajo acumulado, en bienes y en dinero, producto del esfuerzo de todos los trabajadores y pueblo en general- y la apropiación social de los mismos para beneficio de las grandes mayorías laboriosas.

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