La crisis económica y política del capitalismo es permanente e inevitable. A medida que se profundiza el enfrentamiento de los trabajadores y los pueblos a las condiciones imperantes de superexplotacion, pobreza y guerras intermonopolistas, en el plano político, económico y militar con sus agudas secuelas para la humanidad. Es decir, a medida que la lucha de clases se expresa en el hartazgo a todo esto, la crisis se agudiza. La oligarquía mundial lo sabe, por lo tanto el modo por el cual buscan adecuarse a estas condiciones es necesariamente la centralización del capital y la concentración política, que implican sostener con sus dictados el desarrollo de sus negocios.
Los gobiernos de turno y el Estado a su servicio tienen asignado jugar ese papel en correspondencia con los intereses de la oligarquía y de las fracciones que pujan por imponer sus políticas, en la defensa a ultranza del capitalismo y en el plano de viabilizar el marco de las reglas de juego con las que el capital monopolista intenta imponer sus dictados, o sea, el plano de la concentración política más apropiada para alcanzar las máximas ganancias.
El proceso electoral que se desenvuelve en nuestro país es también una muestra de ello, aunque no es condición para el proceso de concentración política que haya elecciones. En esta situación de debilidad política y crisis, el proceso electoral es aprovechado en un intento de sortear esta situación que preocupa seriamente a la superestructura. Pese a no declamarlo abiertamente y centrar sus discursos en la situación económica, el leiv motiv de todas las expresiones que se disputan los votos es la crisis política, la debilidad y el desconcierto para imponer los dictados del poder.
El marco de dicha debilidad está dado por la lucha de la clase obrera y la movilización política de nuestro pueblo, que durante el transcurso de estos años ha dado durísimos golpes a la superestructura y a sus planes, creando un estado de cosas no querido para ellos y obligados a retroceder en varios frentes.
Desde lo salarial hasta la organización independiente y la acción directa como huelgas, movilizaciones, puebladas, justicia popular etc., hasta inclusive las movilizaciones solidarias frente a las catástrofes “naturales” que el sistema es impotente de resolver. Un cuadro que implica una seria amenaza para los futuros planes del poder, que implican conquistas alcanzadas y luchas por alcanzarlas.
La concentración política que pretende la oligarquía condicionada por la lucha de clases ya comienza a vislumbrarse. La reciente audiencia “pública” en donde se “debate” quien es el sujeto de derecho en las huelgas, para que la decisión de esa medida de fuerza deje de estar en manos de la iniciativa independiente de la clase obrera y los trabajadores en general y pase casi con exclusividad a los popes gremiales adictos a los monopolios, es un intento de ello.
Hay cambios sintomáticos por cierto, en las cúpulas empresariales, como por ejemplo la UIA, donde se patentiza la trabazón mundial de la oligarquía, al asumir en su dirección las expresiones más globalizadas y concentradas de los monopolios, como ser Arcor, Techint y las Automoctrices. Que dicho sea de paso, si esta entidad hace rato estaba entrelazada a la oligarquía financiera, ahora con las expresiones más concentradas del poder monopolista en su mando, grafican palmariamente que La Unión Industrial Argentina no sólo dejó de ser tal sino que por medio del desplazamiento de otras fracciones del poder, expresa la concentración que avanza.
La necesidad de cerrar filas encamina a un mismo rumbo a todos los candidatos, en el sentido de los planes de concentración de la oligarquía. Por ello los llamados a los pactos sociales que los Scioli, los Massa, los Macri no se cansan de promover, están directamente relacionados con las representaciones monopolistas de la oligarquía mundial y con las cúpulas gremiales para avanzar en la viabilización de los planes devaluatorios y la chatura salarial que desde el poder mundial buscan implementar, para responder a la lucha de clases que los acosa y no pueden esquivarla.
Si los sucesivos gobierno K fueron la prosecución de los planes de la oligarquía bajo un discurso populista condicionado por las formidables experiencias que coronaron el 2001, el venidero es un intento por adecuarse a la profundización de la crisis y a la centralización y concentración política, que asumirá condicionado por esta historia y por la presente lucha de los trabajadores y el pueblo, con las manos atadas para poder realizar todos los ajustes que quieran.
La concentración política que están ventilando apresuradamente, aunque aparente fortaleza, es sinónimo de debilidad política; y la crisis que detentan es expresión de la incompatibilidad entre las aspiraciones sociales de millones de compatriotas por una vida digna que chocan contra sus ambiciones privadas y ajenas a todo desarrollo armonioso de los seres humanos.
Sin embargo, pese al freno que implica el sometimiento de la oligarquía a la lucha de clases ello no alcanza para resolver el futuro al que aspiramos, que es la sociedad socialista.
La lucha de clases por si sola, si no está planteado el tema del poder no garantiza el poder revolucionario; la lucha de clases juega en favor nuestro cuando esta dirigida, hacia la revolución. La oligarquía esta sometida a la lucha de clases y no puede evitarla.
Debemos desde la lucha misma y la movilización avanzar en la unidad de la clase obrera desde diferentes ramas industriales, desde sus genuinas organizaciones de base y comités fabriles e interfabriles, avanzar en organizaciones de poder basadas en la democracia directa, en el protagonismo directo de los trabajadores por la conquista revolucionaria del poder, junto al poder local en las barriadas y zonas.
El cambio revolucionario de poder es una obra necesaria que hay que construir desde el seno mismo de nuestro pueblo, es la única obra que hará posible un cambio profundo en las condiciones de vida de los obreros y el pueblo, un cambio en relación directa con nuestras necesidades y un futuro digno.
Si la temerosa oligarquía pese a sus fortalezas muestra sus debilidades y pese a ello se concentra en la razón de ser de sus intereses de clase, las señales son claras. No sólo hay que leerlas y avanzar, sino desde ahí, concentrarse en demoler su fortaleza.