La clase obrera y el pueblo marcan la cancha

Cada día que pasa, la realidad política en nuestro país adquiere contornos cada vez mas definidos y el enfrentamiento de clase contra clase es el verdadero epicentro de lo que ocurre en la sociedad.

A medida que se multiplica la movilización, la acción directa, las huelgas, las movilizaciones, las asambleas, las conquistas salariales, a medida que los ajustes, la inflación y el conjunto de las políticas oficiales del gobierno de los monopolios hacen insostenible la vida para millones de personas, la clase obrera duplica la apuesta adquiriendo un protagonismo masivo y ofensivo dispuesta a hacerlos retroceder.

La generalización del enfrentamiento a todo ello recrudece abarcando la inmensa geografía industrial y laboral de nuestro país, y el torrente de miles de expresiones que manifiestan su hartazgo a todo esta insostenible situación le dan, a la lucha de clases, la agudeza en la que se cimenta.

Esta realidad deliberadamente ocultada desde los medios del poder es la que marca la cancha. Las expresiones políticas del poder monopolista, los medios masivos de difusión, las cúpulas sindicales subsumidas a sus intereses, ya no pueden taparla bajo la alfombra y salen a querer jugar en un escenario adverso incontenible, explosivo y dominado por su crisis política, donde el cuestionamiento a las condiciones de vida y trabajo, a la institucionalidad putrefacta del Estado y, en particular, a la institucionalidad gremial, por parte de las mayorías populares, constituyen un torrente abarcador que dice BASTA.

La movilización de ayer es un genuino producto de esta realidad objetiva. Las vacilaciones anunciadas de los convocantes más el tinte parlamentario y conciliador de los discursos de los Moyano, los Caló y demás secuaces con que quisieron sellar la multitudinaria protesta, lo dice todo. No sólo busca quedar bien no confrontando con el gobierno actual sino, quedar bien con la supuesta oposición política y con el PJ,  buscando encausar sobre estos carriles las movilizaciones obreras.

La aspiración de contener y encorsetar en los corrillos del Estado burgués todo el torrente llega tarde, está a destiempo, es viejo y, aunque siempre intentarán meter toda la movilización dentro del marco institucional, eso está muy lejos de corresponderse con el sentir de millones que aspiran a una vida digna.

La movilización de ayer es otro mazazo como ocurrió con la del 24 de marzo pasado. El poder no sólo la ocultó hasta donde pudo sino que ahora, con la misma lógica de esconder bajo la alfombra la formidable masividad en la que se sustenta, buscan darle un renovado aire a estas expresiones gremiales corrompidas y putrefactas del «movimiento obrero” que ya respiran con pulmotor porque el aire político que les da sustento ya está viciado por estar agotado.

Este escenario donde la burguesía sigue haciendo su fiesta de millonarias ganancias, prometiendo al mismo tiempo soluciones en el aire que nunca llegan, donde se ha generalizado la penuria económica de la totalidad de nuestro pueblo, la acción política revolucionaria entre la clase obrera y el pueblo es la tarea indelegable de los revolucionarios. Porque es, al mismo tiempo, un escenario de una amplio cuestionamiento social y político, que comienza a insinuarse con la perspectiva de generalizarse, a todo lo que emana del poder expresándose con una contundencia formidable. Rebasando los marcos de la institucionalidad y comienzan a hacerse realidad la perspectiva de la ingobernabilidad que la burguesía monopolista tanto teme.

En este escenario donde se dan probadas muestras de acción y búsqueda de salidas a esta situación, las propuestas revolucionarias y la lucha revolucionaria de masas adquieren una importancia relevante y, junto con ello, la unidad política de la clase obrera para constituirse como el eslabón central de la lucha por el poder.

Es un escenario donde no se puede dudar de la necesidad de una revolución y de la transformación, por obra de millones, de la vida en condiciones realmente humanas y superadoras, en lo que realmente debe ser para las mayorías populares. El poder comienza a ser cuestionado como clase y ello constituye una alta perspectiva para la conciencia colectiva de nuestro pueblo. Necesariamente la clase obrera por su masividad, su experiencia multifacética activa, su enfrentamiento ofensivo al poder, está en condiciones de adoptar por ser la clase que tiene intereses irreconciliables con la burguesía, por ser la clase revolucionaria en la que se asientan históricamente las verdaderas transformaciones sociales.

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