La rebelión contra el tarifazo es unánime

Con más pena que gloria, el gobierno acosado por la movilización popular contra los tarifazos y el ajuste, ya no se anima a hablar de ahorro de energía.  Del intento de contener la profundización de la crisis política -que significaría que la Corte Suprema haga lugar a los dictámenes judiciales que retrotraen los cuadros tarifarios al año pasado- salieron esta semana pasada de la mano de Aranguren y Peña, a sostener el aumento del 400%. Sin embargo, la masiva protesta en las calles de esta semana ha puesto un nuevo coserte a las ambiciones del gobierno de los monopolios, que se ve obligado a retroceder y mira estupefacto como millones de compatriotas no estamos dispuestos a ser el pato de la boda de estos ajustes.

A pesar que los medios y el gobierno minimizaron las protestas en diferentes lugares del país, la movilización en las calles fue masiva y pone blanco sobre negro las posibilidades de profundizar el ajuste. La rebelión contra el tarifazo es unánime. Expresándose también en la rebeldía a pagar semejantes precios por un servicio precario y sumamente deficitario, al mismo tiempo que queda expuesto  que los millones en ganancias obtenidos por los monopolios y empresas de servicios eléctricos, de aguas y gas durante años, nunca han sido reinvertidos en infraestructura para mejorar las condiciones de vida de la población.

¿Acaso estos monopolios no han acumulado enormes ganancias? Se justifican estos ajustes descomunales que pretende el gobierno de Macri, con el vano argumento que las tarifas estaban atrasadas. ¿No es una burda subestimación a nuestro pueblo buscar engañarlo con semejante mentira?

El desconcierto de cómo proseguir muestra las fracturas en el seno del gabinete de los Ceos, que sufren los impactos demoledores de la movilización de masas. Pues el pronunciamiento generalizado que avanza no tiene visos de frenarse, por el contrario, irá en aumento. Y estas perspectivas futuras -con todo lo que implica en cuanto a organización y experiencia de democracia directa en el corto y mediano plazo- son las que el poder más teme. Estacas que es necesario clavar y que en términos de construcción significan un gran paso a la organización del poder local y el poder popular. Significan -en términos estratégicos- el sustento institucional de un proceso revolucionario que clama por canalizarse hacia un camino de lucha por el poder y la sociedad socialista.

El rango de la debilidad política y la ingobernabilidad está pasando -como dicen los físicos- al infrarrojo, y en la misma proporción en que los de arriba se debilitan, los de abajo, la clase obrera y el pueblo, deben ya no solamente no querer esto sino, saber que para una vida digna es necesario una revolución. Y que la construcción y organización presente del proyecto revolucionario no solo abona el camino hacia ello sino que comienza a dejar atrás el estadio de sumisión del ser humano al régimen de dominación capitalista, para avanzar a su acción consiente y plena por su liberación de estas cadenas.

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