Aumento del combustible: más disminución de la masa salarial

En el día de hoy se actualizó el precio de los combustibles, dando un aumento del 7,2% hasta septiembre, fecha en donde se volverán a “revisar” los precios. En la nota publicada el día de ayer en el diario Clarín, describían la medida afirmando que el aumento del precio del combustible se realiza de acuerdo al aumento experimentado por el dólar:

“La devaluación del peso frente al dólar fue el factor de mayor incidencia en este aumento. La moneda estadounidense estaba a $ 15,60 el primero de abril, durante la revisión anterior, y ayer cerró a $ 16,88. La depreciación es del 7,2% y es lo que trasladarán las petroleras a sus productos.”

Cada vez que sube el precio de los combustibles, los argentinos nos preparamos para una “nueva escalada inflacionaria” ya que junto con éstos, se dice, “aumenta todo”. Es que los combustibles representan el 62% de la producción energética nacional (energía térmica), ni hablar del aumento que representa en el transporte (público y particular) así como en los costos de transportes de mercancías, que se transfieren al precio del consumidor final.

Unas líneas más adelante la nota de Clarín prosigue con lo siguiente: “El petróleo crudo internacional también incide en la revisión trimestral. El barril del tipo “Brent”, que es el usado como referencia, estaba a US$ 52 en abril. Ahora, bajó a US$ 48 [en negritas en el original”.

En principio, el artículo nos decía que el aumento en el precio de los combustibles se debe, fundamentalmente, al aumento en el precio del dólar, que fue del “7,2% y es lo que las petroleras trasladarán a sus productos”. Ahora bien, eso no se condice con la caída en el precio del barril de petróleo. Si calculamos el porcentaje de pérdida de US$ 52 a US$ 48 obtenemos una caída del 8,13% ¡Compensando con creces el aumento del dólar! ¿Cómo podemos explicarnos que, con una caída del precio internacional del petróleo, el combustible resulte cada vez más caro para los consumidores finales?

En primer lugar, el petróleo se utiliza como materia prima para la síntesis de polímeros, la obtención de solventes y asfaltos, con lo cual, una caída en su precio genera una disminución del costo de las materias primas para industrias que producen síntesis industrial de polímeros (síntesis de plásticos, cauchos, adhesivos y termorrígidos) y de producción de solventes y asfaltos, es decir, disminuye el precio de la materia prima para toda la industria petroquímica en general.

Una parte de esta disminución del precio en la materia prima se traslada al producto final, con lo cual disminuye el costo de las operaciones posteriores. Por ejemplo, con la caída del precio del petróleo, la destilería obtiene benceno o 60/90 a un precio menor de materia prima, ese benceno sale al mercado con un precio menor y es adquirido por un fabricante de pinturas. Con ese precio menor, el fabricante de pinturas debería disminuir el precio final de su producto, pero como vemos, esto no es lo que sucede.

Lo que sucede es que proporcionalmente cada uno de los intermediarios en la cadena de valor aumenta relativamente su ganancia, ahorrando en materias primas. Sin lugar a dudas, algunos sectores de la cadena se verán más beneficiados que otros, pero en términos generales el consumidor final termina pagando lo mismo que antes.

En segundo lugar se encuentra el problema de la generación de energía. Si el 62% de la energía producida en nuestro país, se genera utilizando como fuente los combustibles fósiles, la caída en el precio del petróleo debería generar una disminución en el valor de la energía, algo por cierto, muy distinto a lo que observamos en nuestras boletas de luz y gas, o en los precios de los combustibles (lo cual trasciende al “mantenimiento de las distribuidoras de energía residenciales” como afirma el gobierno con respecto al aumento tarifario).

De este punto podríamos pensar que los grandes beneficiarios son exclusivamente los grupos petroleros y el sector petroquímico. Un aumento en el valor de la energía podría afectar por igual a “trabajadores y otros consumidores de energía, como la industria, el campo, etc”. Pero sucede que no todos los consumidores de energía abonamos el mismo precio por el servicio. La energía también se vende “al por mayor”. Si bien los costos energéticos para el sector industrial y comercial son muy variables (en función de sus volúmenes, las regiones, los acuerdos, etc.), a modo de ejemplo tomamos el precio publicado para la energía mayorista en la página oficial de CAMMESA, y lo contrastamos con el precio domiciliario  publicado por EDESUR para el mes de marzo:

Empresa $/KWh
CAMMESA[1] 0,240
EDESUR[2] (Tarifa social con ahorro) 0,322
EDESUR (Cargo variable) 0,931

Es decir que los grandes capitales pagan, en el mejor de los casos, un 30% menos de lo que paga un trabajador por el $/KWh. Con lo cual, un aumento en las tarifas energéticas no golpea por igual a ambos sectores de la “sociedad”, sino que proporcionalmente golpea muchísimo más a los asalariados. En primer lugar, porque el precio absoluto de la energía es más caro para estos últimos (como puede observarse en el cuadro), y en segundo lugar, porque en términos relativos, lo que un trabajador paga resulta incomparablemente mayor con respecto al ingreso que percibe como salario.  Y no nos estamos refiriendo aquí a los subsidios particulares que reciben las grandes empresas en consumo energético por parte del Estado.

Ya vimos como influye la caída de los precios del petróleo en dos factores diferentes: el precio de las materias primas y el precio de la energía, como factores que afectan a las empresas como si fueran entidades separadas unas de otras. La actual etapa del sistema capitalista se caracteriza por la fusión del capital bancario con el capital industrial, conformando lo que llamamos la oligarquía financiera. De esta manera, las empresas hoy se encuentran conformadas por grandes grupos económicos dueños al mismo tiempo de bancos y empresas industriales de las mas variadas ramas productivas, en una intima relación con el Estado.[3] De esa manera, además de los dos mecanismos expuestos anteriormente, se utiliza al Estado para incrementar las ganancias de los grupos económicos “amigos”. En el caso de las petroleras en particular, utilizan medidas de gobierno tales como el subsidio al barril de petróleo (promulgado por el gobierno de Cristina Kirchner y sostenido hoy por el de Macri) donde para “palear” la caída del precio mundial del crudo, el Estado subsidia a las petroleras pagándoles el precio del crudo por encima del precio mundial. ¿Con qué plata abona ese subsidio? Con los impuestos que paga todo el pueblo trabajador, impuestos que no se limitan al “alumbrado, barrido y limpieza”, o a “rentas” como muchas veces nos quieren hacer creer. Sino que con la compra de cualquier producto de consumo masivo (como la leche o los alimentos en general por ejemplo) los trabajadores pagamos un 21% de IVA (uno de los IVA`s mas elevados de toda la región por cierto), que se termina traduciendo en recaudación Estatal para tomar medidas tales como… pagarle a las empresas petroleras un sobreprecio por el barril, porque ¡pobrecitas, que culpa tienen de que al caprichoso mercado mundial se le dé por bajar los precios del crudo!

Resumiendo, podemos observar lo siguiente:

  • El aumento de los combustibles no se condice con la disminución del precio internacional del barril de petróleo.
  • La disminución del precio del crudo disminuye los costos en materias primas, tanto de combustibles como de todos los derivados de la química orgánica. Sin embargo, el resto de las mercancías que se producen utilizando estos compuestos mantienen su precio constante o a la alza, con lo cual se embolsan una ganancia a costa de los pequeños empresarios, comerciantes y los trabajadores asalariados.
  • El consecuente aumento en producción energética no afecta de igual manera a la clase obrera y a la burguesía, sino que sobre la primera recae un aumento proporcional mayor en relación a sus ingresos.
  • Los sectores petroleros se ven beneficiados en sus ganancias mediante subsidios directos, provenientes de impuestos sobre el conjunto del pueblo trabajador.

En conclusión, el aumento de la nafta, y de los servicios de energía en general, son una forma encubierta de disminuir el salario de toda la clase trabajadora en general, aumentando las ganancias de la oligarquía financiera.



[1] http://portalweb.cammesa.com/default.aspx

[2] http://www.edesur.com.ar/cuadro_tarifario_marzo.pdf
Para el calculo se toma la tarifa mas baja, de 18,76$/mes.

[3] Solo a modo de ejemplo, la empresa Pan American Energy se encuentra compuesta por la fusión de la British Petroleum y el grupo Bridas. El 50% de las acciones del grupo Bridas pertenece a la China National Offshore Oil Corporation (la petrolera mas grande de China) y a la familia Bulgeroni, quienes a su vez poseen inversiones en otros sectores, tales como la producción de aceite de oliva, etc. Se trata de la familia mas rica de la argentina, íntimamente ligada a todos los gobiernos de turno, ocupando puestos claves la representación del Mercosur, la Camara de Comercio Internacional de París, la Bolsa de Comercio Argentina y una pila gigantezca de otras bonitas entidades burguesas. A su vez, la British Petroleum tiene otro hermoso prontuario: considerada una de las 8 compañias petroleras mas grandes del mundo, se encuentra íntimamente ligada al gobierno de EEUU gracias a quien consiguió en 2009 una concesión para una de las zonas petrolíferas mas ricas de Irak (ni hablar de encabezar el derrame petrolífero mas grande de la historia en la plataforma submarina “Deepwater Horizon” en 2010). Solamente dentro del Ministerio de Energía contamos con el ministro Arangueren conocido por poseer acciones en Shell, de quien fue presidente para la Argentina y donde trabajo 37 años hasta asumir su cargo publico al frente del ministerio. Otros por el estilo como Sebastián Kind (British Petroleum), Pablo Popik (Exxon Mobile, adquirida por el grupo Bridas) y un etcétera interminable de personajes ligados a los grandes capitales transnacionales que demuetran el nivel de entrecruzamiento que existe en las empresas a nivel mundial, donde ya no puede hablarse de “capitales e intereses nacionales” sino de grandes grupos monopólicos sin barreras fronterizas, y donde se ve fehacientemente la intima relación entre estos grandes capitales y el Estado argentino. A eso nos referimos cuando decimos que el Estado, es un Estado de clase.

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