Economistas de diversas expresiones políticas burguesas, comparten el criterio que la pérdida del poder adquisitivo del salario es aproximadamente del 11%. ¿Cómo llegan a esta conclusión? Evaluando la diferencia que hay entre los aumentos de los precios y los aumentos salariales, a lo largo de un determinado período. Es decir, evaluando la relación entre el índice inflacionario y los convenios paritarios. Según esto, el período comprendido entre la asunción de Macri hasta la actualidad, expresa una inflación del 54,2% y la acumulación de aumentos salariales promedio ha sido del 43.3%. Sobre la base de estos números se establece la pérdida del poder adquisitivo del salario expresada al comienzo de este artículo.
Para la oligarquía financiera, el dibujo de la situación con los números, es afín a los intereses que representan. En el esfuerzo de adecuarlos a sus conveniencias de clase, hay más política que matemáticas. Si la política burguesa es mentirosa y ruin por ser burguesa, con más razón los números burgueses que buscan justificar su política.
Esta realidad los trabajadores la palpamos todos los días cuando sufrimos en carne propia que la cantidad de fuerza de trabajo que invierten en su actividad laboral se desvaloriza en proporción a la cantidad de medios de vida que pueda adquirir con su salario. Porque el salario se nos esfuma solo con el consumo alimenticio y difícilmente podamos disponer de las horas invertidas en su actividad laboral para adquirir otros bienes.
Un alimento básico como la leche aumento más de 150% en un año y medio de gobierno, ni que hablar de la luz que subió un 500%, ni de los demás servicios como el gas, el agua, ni de los alimentos básicos en general, ni del efecto cascada, que significa sobre los demás, la suba de cada producto particular. Cada ajuste, cada devaluación contribuye a depreciar el salario, aunque los grades promotores de mentiras -devenidos en economistas- digan lo contrario. Nada más inverosímil que acusar un gradualismo inexistente para disimular una política despiadada de ajuste contra todo el pueblo.
Si en verdad la pérdida del poder adquisitivo del salario fuera tan solo el 11%, la inmensa mayoría de nuestro pueblo se quejaría de lleno, pero no es así. Según la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares, la pérdida del poder adquisitivo del salario desde la asunción de Macri hasta abril de este año es del 66.23%. Si consideramos la devaluación frente al dólar y los persistentes aumentos de los últimos dos meses, el porcentaje sería aún mayor.
Por esta razón, los analistas económicos tienen mucho espacio en los medios. Mientras disparan números a diestra y siniestra para mostrar una realidad que no es tal, hablan sobre el gradualismo del gobierno en política económica, ¡¡hay demasiado gradualismo!! –dicen- para disimular el impacto de la política dictada por el núcleo monopolista más concentrado y decidido en implementar este ataque despiadado a la clase obrera. Es decir, buscan convencer con sus propias falacias económicas, a millones que vivimos a diario una situación diametralmente opuesta.
En este sentido, el circo de los economistas nada tiene que envidiarle al circo electoral, ambos van desparramando su ponzoña mediática para sostener el régimen que muestra sus roñas por donde se los mire. El mismo que está siendo cuestionado desde las más variadas expresiones de masas y que del hartazgo pasa a la rebelión de las bases.
Este estado de movilización, que impele la independencia política frente a la superestructura, crea a su vez miedo en los protagonistas del show electoral, que ven cómo el peso de la lucha de clases los pone en veredas opuestas
¿Que diferencias hay entre los que sostienen un ataque decidido y despiadado contra los trabajadores, de quienes participan del circo que está montado para disimular este ataque? Al deslegitimar la movilización de nuestro pueblo frente al ajuste, al llamar a no movilizarse el 7 de agosto y al legitimar el voto en las PASO, Cristina Kirchner da la respuesta: ninguna.
El miedo al pueblo movilizado pone a los protagonistas del show en estado de pánico. El no dejarlos gobernar se está abriendo camino.