Las medidas estratégicas de la burguesía contra los trabajadores se paran con formas de organización revolucionarias

La intencionalidad de aplicar una flexibilización laboral a rajatabla, vía tratamiento en ambas cámaras legislativas, para que tal reforma tenga sustento de ley (aunque sea inconstitucional), ha fracasado. La burguesía necesitaba que esta movida tuviese cierta “legalidad” ante una situación de conflictividad. Pero esto no le impide persistir, sentándose a “dialogar” con la CGT (traidores si los hay) para ver cómo arman un plan en conjunto en la santa alianza que conforman monopolios, gobierno y sindicatos, en contra de los intereses de los trabajadores.

Hace unas horas, Macri expresó claramente el cómo va a venir tal avanzada contra los trabajadores. Nada nuevo, por cierto, pero que muestra el camino sinuoso que tuvo que elegir (porque el otro, el de la reforma a la brasilera, resultaba intransitable): “Debemos modificar los convenios y moderar las negociaciones salariales 2018, y lograr paritarias con una pauta que no se salga del 12% al 18%”. Es decir, se sienten obligados a llevar todo el desafío al terreno “inminentemente económico”, pues la reforma laboral los llevaría a una confrontación política en las empresas con riesgo de que los trabajadores ganen la calle.

Esta situación reafirma una vez más que las próximas luchas deben tener un claro tiente anti patronal y anti burocrático, pues los convenios, para que no se toquen, así como las pautas salariales, deberán tener una confrontación empresa por empresa.

Es decir, los trabajadores deberemos llevar tal confrontación a donde más le duele a la burguesía, que es el terreno de la masividad en la lucha y movilización. Y ello no sólo es posible sino que sobre todo, necesario, para lo cual se debe avanzar en la organización con un profundo enraizamiento en las masas trabajadoras.

Hay que poner patas para arriba los conceptos de organización tradicionales de un sindicalismo que no se corresponde con las nuevas prácticas sociales de la producción; prácticas que por los altos niveles de socialización de las nuevas formas de producción se estrellan en una contradicción insalvable con las conductas unipersonales o de grupos como “salvadores” de todos los trabajadores, que por más honestos o combativos que sean, terminan siempre reemplazando la opinión, participación y decisión de las más amplias mayorías, donde se sectarizan, pretendiendo sostener formas de organización y luchas a imagen y semejanza de una copia de experiencias históricas del pasado, que terminan siendo una parodia a las que los trabajadores rechazan por verlas limitadas.

Esto en el fondo expresa un altísimo nivel de conciencia, mucho más social, donde la democracia directa es un sentimiento intuitivo (y consciente en muchos casos) que les da pertenencia a los trabajadores como clase porque así se vive el trabajo todos los días.

Por ello, los trabajadores no solo deben luchar contra la clásica burocracia mafiosa y pro patronal, sino contra conceptos que hoy -en su esencia- son burocráticos, por más discursos revolucionaristas que se expresen.

Para comenzar, se habla de asamblea. Van a las asambleas generales donde ya de por sí la mayoría no asiste porque se sienten afuera, donde todo ya está apalabrado por más justo que sea el reclamo. Ahí, obviamente termina resultándole ajeno al trabajador, no tanto por el planteo puntual (justo) sino por cómo transcurrió el tratamiento del problema. Y lo justo pasa a ser formal para los trabajadores, cuando de lo que se trata es que el reclamo, tanto en el tiempo como en la forma, haya transcurrido por un tratamiento colectivo, donde hasta en los hogares de los trabajadores llegue el debate, donde ya no solo se habla del reclamo sino de las posibilidades de sostenerse en un conflicto, y del propio estado de ánimo.

Ahora bien. Ello no sólo es posible sino que pasa a ser necesario, y las formas de producción más avanzadas nos ayudan a resolverlo. El primer paso es ir gestando la práctica de las asambleas por sector.

La asamblea por sector es el arma del poder de los trabajadores, porque en el sector los compañeros conviven a diario, se habla al pie del trabajo, se vive un estado deliberativo constante, ahí emergen los reclamos y las necesidades. Cuando se llega a la asamblea en el sector, el debate de los problemas a tratar tiene la mitad o más del camino recorrido.

La asamblea por sector es un mecanismo directo de control y demanda, es el ámbito donde se expresa con más solidez la democracia directa. Está claro que denominamos sector al espacio geográfico donde estamos los trabajadores en forma directa relacionados entre sí.

Naturalmente, para poder implementar y motorizar tales asambleas, cambia el concepto de delegado, pues cada sector, aunque sean cinco compañeros, por ejemplo, tiene que elegir un delegado o como le quieran llamar, que sea quien convoque y haga de vocero de las inquietudes en reuniones con el resto de los delegados, donde nadie necesita ser especialista en leyes laborales, reglamentaciones y cosas por el estilo. Eso se aprende o se consulta. Pero lo esencial es que -sin dudas- es un cable conductor más, de toda una amplísima organización, donde todo el mundo está involucrado. A esto, nosotros le llamamos sindicalismo revolucionario.

Todo esto está por fuera de la ley burguesa, pero esa “ley” no invalida que se implemente la independencia política de los trabajadores, incluidas tales formas de organización, que se deben complementar con los delegados supuestamente legales y las comisiones internas, pues son éstos los que deben ser los principales abanderados de impulsar y gestar estas formas de organización.

Solo para citar un simple ejemplo de la realidad: la fábrica automotriz TOYOTA de Zárate cuenta entre 300 y 350 team leader, uno cada 5 u 8 trabajadores; la burguesía no es tonta, en el afán de obtener más ganancias, acható la pirámide jerárquica y se apoya en los team leader y no en capataces panzones impartidores de órdenes generales y vigilantes de los intereses de la gerencia. Desburocratizaron la producción para obtener mayor productividad.

¿Podremos los trabajadores -acaso- implementar lo mismo pero con fines de lucha? Entonces veremos cómo obtendremos masividad, y ahí, la burguesía, se encontrará en un serio problema.

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