Para el gobierno, los fantasmas del 2001 pesan

Por estos días ha habido un agravamiento de las condiciones de vida de la gran mayoría de los compatriotas.

Para el gobierno, los fantasmas del 2001 pesan, para la oligarquía financiera también. No es para menos. Nuestro pueblo condicionó todo lo que iba a venir. A pesar que golpearon económicamente al pueblo hubo conquistas dentro del sistema y las políticas de los sectores dominantes no tuvieron más remedio que retroceder.

Pero a pesar de esos fantasmas que pesan, la historia no vuelve a repetirse, las clases han aprendido y los condicionamientos políticos, sociales y económicos ya no son los mismos.

Pero la lucha de clases y los “tiempos” parecerían que se agitan, se “apuran” y reverdecen debates políticos producto del cansancio existente en el abajo.

Al gobierno, en el plano político, económico y social, las cosas le están saliendo mal. No han logrado el apoyo de un sector “razonable” de población y necesario para realizar tamañas políticas de apriete. Por el contrario, sus espaldas se han angostado y nada hace prever lo contrario.

La “oposición” del sistema sigue la misma pendiente. La historia no se repite, es verdad, pero las viejas caras ya en estado de descomposición se presentan como la “nueva” salida a tamaña crisis.

Se siente en muchos rincones de la sociedad que así las cosas no pueden seguir, y hay una larga historia de nuestro pueblo en donde hay momentos que las pocas pulgas pesan más que cualquier análisis de escritorio que se pueda hacer.

Entonces, esos fantasmas del pasado comienzan a pesar y la burguesía monopolista vacila en sus decisiones. Se equivoca, trastabilla y arrastra con ello ese peso de la dificultad de gobernar. Aparecen con más claridad las luchas intestinas en el verdadero poder y se azuzan contradicciones que se saben cómo comienzan pero no se saben cómo terminan.

Del lado del proceso revolucionario los “tiempos” apuran porque el descontento crece y cuando ello sucede se advierten las fortalezas en el ánimo de lucha, de la movilización en el pueblo que aprieta en todas partes, pero aparecen al unísono las debilidades en ese movimiento ascendente de lucha y de búsqueda.

El 2001 no se repetirá pero hay y habrá hechos que le darán continuidad histórica a esa experiencia.

En primer término, la democracia burguesa y representativa está más cuestionada. No hay institución del Estado monopolista que no haya caído varios peldaños desde aquella época.

Es en ese sentido que el proceso de autoconvocatoria ejercido en esos días históricos con un componente  espontáneo muy importante dio paso y por años a una práctica que de hecho se le fue dando diversidad de formas y de organizaciones, que con su carácter autoconvocado, adoptaron metodologías y organizaciones que supieron disputar y conquistar al poder “representativo” burgués.

Pero los tiempos apuran y la lucha de clases es la causa de esa  expresión.

Es en este sentido que ese caudal de experiencias que vienen de décadas debe ir institucionalizando el verdadero concepto de la democracia directa como alternativa política a la democracia representativa. Para ello hay que apurar los trancos y abocarse a la construcción política de esa salida revolucionaria que comienza en el abajo. Construcción que se ha iniciado con un ejercicio de nuevo tipo de asamblea, en donde el poder se ejerce desde la mayoría y bien abajo, en cada sección de trabajo, en cada esquina de barrio, en cada aula, etc. Son experiencias hechas en muchos sucesos y ejercen un poder de movilización capaz de oponerse a la institucionalidad de la burguesía en todos los planos.

Hay acontecimientos políticos que son resultantes de infinitos hechos acumulados, muchos de ellos no queridos por nadie. Pero los revolucionarios tenemos un norte y en ello deberemos golpear con puño cerrado.

Hacer lo que hay que hacer. En ese no dejarlos gobernar, es con consignas que rompan el techo paritario del 15%  y la plena movilización contra los tarifazos, que permitan además fortalecer todos los procesos de unidad venido desde abajo y por fuera de toda institucionalidad burguesa.

Asimilar que el salto político y cualitativo revolucionario en dirección al poder es este apurar de la historia de que las “cosas” que se vienen, que nos encuentre bien parados y se salga fortalecido con todo lo que implica la democracia directa y su institucionalidad de poder, que elevará el plano autoconvocado del 2001 a fuerzas políticas que cambien la correlación de fuerzas entre revolución y contrarrevolución.

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