En momentos como este, a las millones de personas en nuestro país que nos levantamos todos los días para ir a trabajar e intentar sostener a nuestras familias, nos invade un profundo sentimiento de indefensión. No es la primera vez que lo sentimos –por cierto- pero cada vez que sucede es prácticamente imposible evitar que nos venga a la cabeza las cientos de veces que “los planes” y “las políticas” de los que nos gobiernan, destrocen -una vez- más nuestras vidas.
Ese sentimiento de indefensión corroe desde las entrañas todo nuestro cuerpo; pero –más allá de los golpes y los pesares- lejos de voltearnos acrecienta nuestra bronca, nuestra indignación, nuestro desprecio a toda una clase dominante que intentará avanzar en sus negocios y en el sostenimiento de sus ganancias, sin importarle en los más mínimo, el tendal que va dejando a su paso. Más allá de todas las explicaciones o las justificaciones “técnicas” que propios y ajenos pretendan darnos, el agravamiento de las condiciones de vida de los trabajadores y el pueblo es el hecho más importante de la crisis política que domina el escenario en nuestro país.
¿Por qué siempre que hay una “crisis” económica, cada vez que hay una “corrida” o un “desbarajuste” financiero, aquí o en el mundo, los que pagamos siempre somos los mismos? Porque cualquier cosa que haga un gobierno burgués y sus secuaces, cada medida que planteen, no hará más que profundizar nuestros problemas de vida. Lo que prevalece es la reproducción del capital, no las personas.
Por ejemplo: si una joven pareja depositaba alguna esperanza en poder acceder a una vivienda propia a través de un crédito UVA, en apenas 10 días, el valor de un departamento de dos ambientes en la Ciudad de Buenos Aires pasaba a costar $300.000.- más caro. Cuando más del 60% de los asalariados en nuestro país cobra en promedio $12.000 pesos mensuales, trescientos mil pesos significan 24 meses de sueldos, 2 años íntegros de trabajo…
Por eso, cuando se habla de la suba del dólar en términos económicos, lo que no está mal – si se quiere-, se desatiende que en la historia política de nuestro país el dólar está atado a la palabra crisis. Por eso, la actual y desmesurada suba en la cotización de dólar es un problema fundamentalmente político; pretender dilucidar los factores económicos que lo mueven, desde el punto de vista burgués, terminará ocultándole al pueblo trabajador lo que importa: la clase dominante está abroquelada con el objetivo de lograr mayor productividad y menos salarios, entrándole a más flexibilización laboral como sea. Esa es la batalla de los que trabajamos, de los que generamos todas las riquezas casi sin nada a cambio.
Esta y cualquier otra devaluación lo que hunde es el poder adquisitivo de los salarios, acentuándose el deterioro pagando tarifazos y cuando toda esta debacle –indefectiblemente- se traslada a los precios de todo lo que consumimos y necesitamos para vivir. En resumen, seguimos pagando nosotros el festival de los monopolios.
Esta mañana, el ministro Dujovne se presenta en una conferencia de prensa que da vergüenza ajena. Nos propone festejar que “han modificado la meta del déficit de 3,2% al 2,7%” o que “la meta de inflación para 2018 sigue siendo el 15%” (cuando en apenas 4 meses, un tercio del año, ya estamos encima del 10%). Todo esto mientras el Banco Central lleva las tasas de interés al 40%!!! Una puesta en escena verdaderamente patética que demuestra que al gobierno lo arrecia un furibundo temporal en un barco a la deriva, o en una nuez en el medio del océano.
Este anárquico escenario del que la burguesía toda es responsable, desnuda y agrava la crisis política. Precisamente porque muchas cosas que hasta no hace mucho podían aparecer difusas respecto a las inmensas de ganancias de los bancos y las empresas, quedan expuestas de la más cruenta forma: son nuestros bolsillos los que en definitiva terminan pagando con sangre y sudor los desbarajustes económicos, las crisis cambiarias, las devaluaciones, con su correlato de inflación.
En este marco y a los manotazos, el gobierno burgués se empeña en profundizar los ajustes, los tarifazos y sus medidas reaccionarias contra la clase obrera y el pueblo. Hasta han dejado trascender que está decidido a vetar la legislación en contra de los tarifazos si la misma logra una aprobación en el Congreso. Más leña al fuego de su crisis política: autoritarismo.
No podemos dejar de señalar que vivimos un cambio de situación política. El agravamiento que señalamos incluye –por ejemplo- que existan sectores de los monopolios que estén caminando “por fuera” de las decisiones de su Estado (como ha ocurrido con el tema del petróleo o de aumentos salariales otorgados por encima del “techo” paritario); lo que es una clara muestra que frente al descalabro han decidido marcar la cancha y dejar claro que “mi negocio lo manejo yo”. Es muy amplia la crisis y saben que el problema es de ellos.
Los trabajadores y el pueblo debemos tener la guardia alta en momentos como este.
La necesidad desde las bases de una acción como clase trabajadora es inocultable. Somos conscientes que la misma no cuenta todavía con un proyecto revolucionario profundamente arraigado, pero lo que sí está presente es que el carácter de las luchas está para adelante y hay experiencias, un camino ya transitado.
Desde la movilización y sobre esas nuevas metodologías que encarnan lo revolucionario debemos impulsar, constituir y organizarnos desde verdaderos órganos de poder local, que nos expresen políticamente frente a este saqueo y que se constituyan en la unidad de la clase obrera y el pueblo frente al devenir de la lucha de clases.
Hagamos retroceder desde un nivel superior del enfrentamiento político nacional, los planes de la burguesía monopolista y sus personeros en el gobierno.