Las redes de energía eléctrica, el gas natural, el agua potable y cloacas, siempre se han exhibido como ejemplo de progreso para los pueblos. Aunque las mismas hayan sido hechas con un móvil totalmente diferente a la satisfacción de las necesidades de la población.
No es motivo de esta nota penetrar en dichos móviles. Sólo diremos al pasar que los mismos no son ajenos a los negocios que la burguesía realiza parados desde las necesidades del desarrollo de sus capitales, utilizando como siempre el trampolín de los intereses sociales.
Hasta hace algunas décadas, el agua fue un consumo gratis para la población. La electricidad y el gas, desde siempre, tuvieron un precio accesible para el pueblo.
El gobierno actual, le echa la culpa al anterior porque dice que no ha cobrado los verdaderos precios durante años y eso generó un déficit energético que lo obliga ahora a poner al día los valores llevando los mismos a precios impagables para el consumo domiciliario y de pequeños capitalistas. El mensaje parece decir: “Si antes gozaste de lo barato, ahora aguantate lo caro”.
Desde el “cambiemos hacia la modernidad” al retrocedamos hacia el precapitalismo
Lejos de querer exculpar al gobierno de los Kirchner, diremos que Macri y su gabinete “desconocen” que en toda la historia moderna del país, el acceso a la electricidad, el agua y el gas, en la medida en que fueron desarrollándose las redes de distribución de los mismos, han sido totalmente accesible a los trabajadores y el pueblo. Nunca antes hubo que pensar en el pago de los mismos como una parte importante del presupuesto hogareño tal como es ahora. O, en el caso de los pequeños empresarios, verse obligados a cerrar sus negocios porque las boletas tienen importes tan altos que es imposible soportar los costos operativos.
Tanto la energía eléctrica como el gas y el agua, no deberían significar costo adicional alguno por fuera del pago de impuestos que recauda el Estado por otros conceptos. Concretamente, deberían ser servicios “gratuitos” del Estado para el consumo hogareño y de bajo costo para los capitales pequeños (tiendas, talleres, comercios familiares, etc.).
El tema central, es que la lógica del negocio, hace que todos esos servicios estén concebidos como cualquier otro negocio monopolista, es decir, un instrumento para obtener ganancias. Y dadas las condiciones actuales, esas ganancias tienen que estar en relación directa a la tasa de interés mínima del 40% anual que se paga por las Lebacs, o a la tasa del 80% que los bancos cobran por el descubierto. ¡Negocios en grados superlativos fomentados por el gobierno!
Al constituir un negocio más, quien tiene el manejo del mismo, pretenderá “ganar” lo que es la tasa media de ganancia que el propio sistema genera en nuestro país. No obstante, si esos servicios fueran estatales, tampoco serían hoy accesibles para trabajadores y población laboriosa ya que lo que recauda el Estado capitalista no está destinado a la satisfacción de las necesidades del pueblo, por el contrario, la recaudación estatal se destina preferentemente a garantizar esa tasa media de ganancia.
Ésa es la razón por la cual las tarifas están en las nubes, se recortan todos los beneficios populares, se elevan las tasas de interés bancarias, se devalúa el peso y se piden préstamos al FMI, con la consecuente disminución de nuestros ingresos, ya que todo ello azota al salario, aumentando a la vez las ganancias. Mientras, el gobierno miente diciendo que “todos debemos sacrificarnos”.
La modernidad capitalista, que el actual gobierno prometió en su festival de globos amarillos, nos conduce, a través de estas vías, al pasado de hace más de un siglo. Los bienes que constituían confort, ahora asechan amenazantes como monstruos en las casas y dan miedo de ser usados. Calefones, estufas, cocinas, termotanques, calderas, aparatos de aire acondicionado, televisores, aparatos de música, consolas, home cinemas, etc. Aunque las vidrieras de negocios estén pobladas de estos aparatos cada vez mejores y más grandes para “hacer más placentera la vida hogareña”, el gobierno de turno nos aconsejará apagarlos o no usarlos, ¡para beneficio de las ganancias de los mismos capitalistas que nos los venden! ¡Menuda contradicción la del sistema que nos presentan como el mejor de la historia!
Nunca antes se produjo tanta energía. Nunca antes se planteó que debíamos ahorrar su uso. Nunca antes fue tan cara para el consumo familiar. Sobra energía y la misma debería ser gratis como debería ser gratis el agua. El problema, es para qué se usa. Por un lado, el pueblo las necesita para vivir mejor, por el otro, los monopolistas utilizan para sus ganancias los fondos que se destinarían desde el Estado para solventar los costos de las mismas y, además, las venden cara a quienes tienen dinero para comprarla.
Contrario al ahorro al que nos conminan, se dilapidan: energía eléctrica y gas en la fabricación de mercancías caras e inútiles para nuestras vidas pero que dejan buenos dividendos a los monopolios, millones de litros diarios de agua para la extracción de oro o para el fraking petrolero. ¡El pueblo ahorra para el negocio y despilfarro de los monopolios! ¡Y el gobierno y su claque repiten que hay que ahorrar y ajustarse!
Ni la “modernidad” capitalista, ni la vuelta al pasado nos hará dignos. Sólo nos queda avanzar en las luchas para hacerlos retroceder en sus propósitos, doblarles el brazo hasta lograr quebrárselos con la fuerza de la movilización y la organización popular de quienes trabajamos y producimos todo, tenemos escaso poder de compra o carecemos del mismo. He allí nuestra perspectiva de vida y disfrute.