Querido Amílcar:

En el día de ayer se cumplieron 23 años de tu partida (el 17 de julio de 1995). Hasta ese día fuiste nuestro Secretario General. Vos, “El viejo”, como te decíamos, encabezaste la vuelta al país y la reconstrucción de nuestro partido junto a un puñado de compañeros y compañeras que pusieron manos a la obra en tan difícil empresa, para que nuestro PRT fuera lo que hoy es: un partido nacional con un proyecto político revolucionario y un plantel de cuadros dispuesto a llevarlo adelante.

No fueron épocas buenas con las que te tocó lidiar. La derrota de nuestro partido en los 70 había dejado heridas muy profundas. Luego vino la caída del campo socialista y toda la artillería ideológica del enemigo burgués para decretar el fin de la Historia y, por ende, el fin de las posibilidades de revolución social.

En esos contextos, Viejo, tuviste dos cosas muy claras que nos dejaste como principal legado a quienes militamos y aprendimos con vos. Una, la férrea defensa de la necesidad del partido revolucionario marxista leninista y la unidad del partido para poder llevar adelante la formidable tarea de luchar por una sociedad sin explotadores y explotados. La otra, y parte intrínseca de la primera, la lucha por el poder político para la clase obrera y el pueblo.

Estas premisas que nos marcaron a fuego fueron acompañadas con la conducta de un cabal dirigente comunista. Nunca dudaste en arremangarte y militar incansablemente desde el primer día que pisaste nuevamente la Argentina. Son decenas los compañeros y compañeras que te recuerdan con tu gorra, tus anteojos de gruesos cristales y tu cartera en la mano presentándote en cada casa de distintas provincias de nuestro país para charlar, convocar y convencer a cada uno a sumarse a la reconstrucción partidaria y a la lucha política contra la burguesía. En ese andar, que nunca fue interrumpido aun con los problemas de salud que te quedaron a raíz de los años encarcelado por la dictadura de Stroessner en Paraguay, nos supiste trasmitir el temple que se necesita ante las adversidades, la paciencia para convencer y educar a las nuevas generaciones de revolucionarios, la intransigencia ante los que atacaban al partido y su historia y la convicción de que el triunfo de la revolución puede tardar más o menos, pero que ha de darse si los revolucionarios seguimos las huellas y las enseñanzas de los que nos precedieron.

Vos, Viejo, fuiste de esos hombres que escribían la historia y no que vivían de ella. Te hiciste cargo de nuestro partido, con sus aciertos y sus errores, pero para seguir sumando páginas al libro de la revolución en la Argentina. En cada reunión partidaria, en cada comida compartida con un rico vino de por medio, hasta en alguna guitarreada que le traía recuerdos y alegrías a tu corazón santiagueño, tenías siempre a flor de labios la frase adecuada, el consejo sabio, la confianza en nosotros.

Moriste como viviste, porque hasta con la última gota de tus fuerzas ya diezmadas nos aconsejaste a cuidar como un tesoro la unidad del partido, su fortaleza política e ideológica, a que nos formemos permanentemente en el marxismo leninismo y a mantener incólume la independencia política del PRT.

Hoy te decimos, Viejo querido, que esas enseñanzas nos han guiado y nos guían para seguir construyendo siempre con un único compromiso irrenunciable: el compromiso con nuestra clase obrera y nuestro pueblo.

Estamos orgullosos de haber caminado con vos y felices de seguir tu huella, que es la misma que la del Roby, la de Asdrúbal, la de Francisco René y la de los miles de revolucionarios a los que rendimos homenaje cotidiano en esta maravillosa empresa que es llevar adelante junto a nuestro pueblo la revolución socialista en la Argentina.

Amílcar Santucho, Viejo querido ¡hasta la victoria siempre!

¡A vencer o morir por la Argentina!

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