Hoy no será un día más: se afirma la idea en nuestro pueblo que la lucha política se dirime en las calles.
La legalización del aborto, libre y gratuito es una bandera levantada por millones de compatriotas, es parte de una lucha que lleva décadas y al estar instalada en la sociedad ha significado un triunfo en sí mismo, que rompe las fronteras de las perimidas instituciones del poder. El marco en el cual debatirán los Senadores estará teñido de verde, serán millones movilizados en el antes, durante y después del debate.
Pero hay conclusiones que se presentan antes de los hechos y que en la vida no aparecen sintetizados fácilmente a ojos desprevenidos.
La legalización del aborto ha puesto de manifiesto que el camino recorrido por nuestro pueblo para llegar a esta instancia ha sido el de confiar en las propias fuerzas, de organizarlas desde el abajo e independientemente de toda tutela “representativa” que ejerce el Estado.
Una experiencia ya hecha y que hoy no terminará con el voto de “nuestros representantes”. Millones participan y los “señores” senadores que comienzan a llegar al recinto mirarán tras las cortinas de “su Parlamento” el verdadero protagonismo popular que rebalsó las fronteras establecidas por el poder. La presión se hará sentir durante todo el día… y la noche.
No hay vuelta atrás, “lo hecho, hecho está” y la experiencia está rodeada de millones que en lo cotidiano están encontrando en la calle la expresión política de lucha más democrática de los últimos tiempos.
El de hoy no es un contexto aislado. Sí es una expresión muy alta de las aspiraciones políticas que nuestro pueblo está disputando, es un eslabón muy sólido por donde tirar todo un andamiaje de nuevas instancias e iniciativas que vayan cambiando la correlación de fuerzas entre el poder que viene de arriba y el poder que viene de abajo.
No importa cómo es ese ahora y ese devenir. Pero las compuertas para una nueva democracia se están abriendo. Vienen nuevas generaciones, chicos, muy chicos, que están teniendo voz y voto en cada asamblea nos recuerdan el potencial existente para ir madurando un camino de nuevas expectativas que este sistema ha bloqueado.
Todo, absolutamente todo está en juego en forma permanente. El arriba, el poder, persistirá en lo viejo, se abroquelará para frenar la historia; y el abajo, en jornadas como las de hoy, empujará por lo nuevo. La legalización del aborto se ha transformado en una lucha política y nuestro pueblo intuye que es así.
Son dos grandes visiones de los procesos que se vienen. La que está en danza, en donde unos pocos lo deciden todo en nombre de su “representatividad”; o la de una gran mayoría del pueblo, que en un verdadero estado deliberativo, se vuelca a imponer consciente o intuitivamente su poder.
Vienen horas de tensión, horas en que se juegan muchas cosas. Pero a la vez entendemos, que para la clase dominante ya ha sido un golpe al corazón este cuestionamiento que de hecho sufren sus instituciones, cuando las mismas se encaminan al autoritarismo, a contramano de las aspiraciones democráticas de nuestro pueblo.