“Esperar a octubre” es una zanahoria que no va a condicionar la rebeldía de nuestro pueblo

Los medios masivos de incomunicación de la burguesía, más allá que pretendan generar un contexto vinculado a los enroques electorales, no pueden ni tapar, ni disimular que el riesgo país se disparó hoy a más de 1000, atribuyéndoselo a las medidas que tomo EE.UU. contra México. Lo concreto es que crece el riesgo país y el mar de fondo en Argentina explica más razonablemente el problema que una medida de carácter internacional.

Aquí vuelve a surgir el problema de la crisis económica y las señales de desgobierno que pueden agravarse de aquí hasta octubre, por varios factores. En primer lugar, estando a 5 meses de las elecciones, salvo la formula Fernández- Fernández, el gobierno titubea y vacila en tomar decisiones; porque los golpes en estas elecciones parciales que se van dando en las provincias -donde pierde día a día- no le dan el aire necesario. Este fin de semana lo sufrió en San Juan y Misiones y donde se ganó (en Corrientes) fue de la mano del radicalismo, lo cual les da a los radicales un espacio en sus “razones” de advertir la catástrofe que se les viene encima.

Esto también lo están viendo los dueños de la pelota, los monopolios, y no porque se venga algo “peor o mejor”, sino porque hasta octubre falta y mucho, y hay que gobernar en un mar que no está confiable. La lucha de clases no da señales de estar frenada por lo menos en la medida que desearían, en un tiempo de crisis política que todo se vuelve más sensible.

Cada pequeño golpe que da el pueblo argentino les duele y les va minando la gobernabilidad, no madura el nocaut, pero todo es impredecible y ellos muy sentidos. Hechos como los de San Miguel del Monte, o las manifestaciones multitudinarias de Ni una menos, son el reflejo fiel de las aspiraciones de un pueblo de no dejar de golpear, o cuando se siente acorralado, o cuando ve la correlación de fuerzas favorables para saltar.

La cuestión es llegar a octubre como sea y ni bien transcurran los días esto va a tender a agravarse. La oligarquía financiera ante este panorama puede soltarle la mano al gobierno, con ello un desguace del plan económico, que ya está endeble, y si el gobierno se derrumba en sus aspiraciones electorales no tiene que sorprender que los monopolios aporten en la precipitación de la crisis y busquen dejarle la cancha “despejada” al que venga. Pero la burguesía monopolista no es uniforme, tienen guerras de intereses entre ellos, que se agudizan ante la posibilidad que en las disputas electorales pueda ganar el caballo al cual le apuestan los boletos.

Tan es así lo que está sucediendo en la súper estructura política que hasta la izquierda parlamentaria (seguramente por razones de atraer más votos) también está dando vueltas para nuevas alianzas. La expresión de los partidos burgueses mayoritarios contagió en su crisis a todo el arco de la democracia burguesa, incluso a los sindicatos y las llamadas organizaciones sociales: se impuso la moda de la especulación. Puede dar risa, pero es así de triste.

Estamos en un momento donde hay que tener mucha firmeza ideológica. Los revolucionarios debemos reafirmar hoy nuestra independencia política frente a las reglas de juego de una democracia representativa decadente. La vida a la que está siendo sometido nuestro pueblo y los trabajadores está muy por delante de cualquier especulación electoral. Como decimos siempre, esperar hasta octubre es una zanahoria, que no puede condicionar la rebeldía de nuestro pueblo.

Es por ello que a nuestro Partido no le queda ni la más mínima duda que las grandes gestas se ganan en las calles, así fue y así será. Pasó en el 2001, cuando el parlamento se vio en toda su ridícula dimensión, nadie le ponía el cascabel al gato y la burguesía se vio obligada a retroceder 10 casilleros. Nadie le regalo nada al pueblo, fueron conquistas, por más que se las quieran atribuir a quien sea.

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