Podemos torcer el rumbo de la historia

Hay algo que no podemos olvidar en todo este momento tan particular de la lucha de clases que estamos atravesando en medio de la pandemia que recorre el mundo: durante los últimos años el pueblo trabajador viene protagonizando miles de movilizaciones, paros, bloqueos y cortes de rutas. Experiencias muchas de ellas que se han visto surcadas por práctica de la autoconvocatoria y la democracia directa.

Bajo ese paradigma y sus luchas, organizaciones obreras y de trabajadores en general han nacido en la confrontación. Otras tantas se han desarrollado en el seno del pueblo para enfrentar la explotación, el despojo, la contaminación, la exclusión, la discriminación y la opresión a que nos quiere condenar la oligarquía financiera y sus gobiernos.

En estos largos años de luchas, muchas se han instalado en el escenario de la lucha de clases, constituyéndose en verdaderas instituciones populares, ganándose desde su lucha el respeto de todo el pueblo.

Las consecuencias de este enfrentamiento para la burguesía monopolista y sus partidos políticos han sido muy graves, arrojados a la más profunda crisis política jamás sufrida en la historia del capitalismo en Argentina. En los hechos, de alguna manera el pueblo comienza a romper con el “mandato” de la ideología dominante que implantada por décadas, “ordenaba” “que el pueblo no gobierna directamente, sino que lo hace a través de sus representantes”.

Esas características que comienzan a despuntar en la confrontación clasista son acompañadas en muchos casos por una creciente búsqueda de formas de unidad entre las distintas luchas, que busca romper con el aislamiento político, producido muchas veces por la génesis reivindicativas o corporativas de los movimientos.

Las masas movilizadas han comenzado a experimentar y ensayar la resolución de esta cuestión fundamental para revolución; y la han encontrado en la solidaridad política, en la confrontación contra el enemigo común, llevado adelante exitosas acciones que golpearon profundamente a la burguesía y su Estado.

Todos esos pasos sumados a las aspiraciones de millones hacen imprescindible la irrupción en el escenario nacional de la propuesta revolucionaria, capaz de establecer en la sociedad de clases una alternativa que exprese nacionalmente la acumulación de fuerzas que se va produciendo en estos largos años de lucha.

Lo que buscamos es la concreción de una expresión política de esas experiencias que las masas y sus organizaciones van haciendo contra el sistema capitalista. Y que las mismas se formulen con una metodología revolucionaria, como alternativa al poder de los monopolios y sus instituciones.

Un punto de encuentro donde se logre una síntesis que delinee los grandes trazos políticos para resolver de fondo, los grandes problemas nacionales de nuestro pueblo. Que abra la posibilidad de unificar, en el terreno político, las pequeñas y grandes luchas que día a día se desarrollan.

Esa unidad nunca se dará diseñada desde un escritorio, debe ser la expresión y producto del cúmulo de fuerzas que han experimentado el sabor que se puede torcer el rumbo de la historia. Hay un interés de clase por la unidad de todo el pueblo y hay un interés de clase por instalar una fuerza material que se transforme en una fuerza de poder revolucionario por fuera de lo establecido por el poder burgués.

Transitamos un momento muy especial: concentrar toda la energía de todos aquellos que buscamos los cambios sociales en el nacimiento de la alternativa y de todas las tareas que de ello se derivan.

Nada se podrá hacer desvinculado las tareas de todos los días, de los reclamos, de los enfrentamientos cotidianos. Por el contrario, concentrar el esfuerzo en el nacimiento implica elevar la lucha cotidiana al plano de la necesidad política, que es la concreción de esta fuerza unitaria de masas revolucionaria.

Es una propuesta que nace grande porque viene detrás de un cúmulo de experiencias multifacéticas en lucha objetiva contra el Estado de los monopolios y sus gobiernos de turno. Todo lo nuevo está allí, en lo generado por la clase obrera y el pueblo; y esta preexistencia abre la posibilidad de concreción de este reto político.

Pero su nacimiento no será una determinación inexorable, nada cambiará sin una enérgica intervención conciente y su concreción dese abajo. Todo inicio es complejo y difícil, habrá que caminar intensamente para trabajar codo a codo con las fuerzas ya dispuestas, dar batalla a sectarismos propios y ajenos, sin condicionamientos a los debates que nacerán de la lucha, o a tal o cual forma de organización.

Llegamos hasta aquí porque hemos luchado y nos hemos organizado. Son estas premisas de respeto mutuo las que permitirán sumar la confianza a fuerzas del pueblo que se irán incorporando como protagonistas, e involucrados en la resolución de los problemas del cambio que irán apareciendo incorporarán las verdaderas metodologías de la democracia directa y la representación desde las bases.

Paradójicamente, en el medio de tanta crisis, de tanta indignidad padecida por los pueblos, librados a nuestra suerte y a esquivar como podamos esta furibunda destrucción de fuerzas productivas, la vida nos ha puesto en inmejorables condiciones para abordar el presente.

Con una clase obrera expectante y en plena tarea de reconstrucción de su movimiento obrero y sus organizaciones políticas; y con un pueblo dispuesto a guerrear todos los días en la búsqueda de una vía, un camino para cambiar lo establecido por el poder burgués.

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