¿Podemos conquistar una vida mejor?

A través de algunas cámaras empresariales, en forma individual o como fuere, los capitalistas “piden” al gobierno incentivos para la producción. Tal es el caso de la agroindustria, las mineras, los monopolios del acero, las petroleras, las automotrices, empresas de servicios que tienen sus tarifas congeladas (electricidad, gas, agua), sólo por nombrar algunos.

Debido a la diversidad de actividades que concentran, algunos grupos presionan repetidamente desde las distintas ramas en donde operan, lo cual también es contradictorio, porque lo que se logra en un lugar se hace en desmedro de los demás. No se contentan con el pago de salarios (ATP) ni con los subsidios que actualmente cuentan y que, en conjunto, se llevan la mayor parte de lo recaudado por el Estado. El capital monopolista no acepta ni ve límites en el horizonte salvo el que pueda oponerle una fuerza en contrario que bien podría ser una masa organizada y con un objetivo claro de libertad, formada por trabajadores y pueblo laborioso enfrentando sus apetencias.

Cada uno de estos capitales monopolistas disputan entre sí no sólo los “favores” del Estado sino también los mercados. Cada uno pretende llevarse una porción más grande de la torta producida exclusivamente por los trabajadores que dejamos el pellejo, el alma, y las ganancias a estos señores, a cambio de lo cual recibimos un salario devaluado a un nivel inferior a la línea de miseria.

El gobierno actual, convalidando todo lo hecho por el anterior y utilizando el escudo de la pandemia como justificativo de sus medidas a favor de los monopolios, repite la promesa hecha por cada presidente (sea del color político con el que se presente), referida a que, contando con los incentivos mencionados, los capitales podrán “ofrecer” nuevos puestos de trabajo. La pregunta es: ¿puestos de trabajo de menos de cien dólares, para quién es solución?

Con la intención de solventar este argumento, desde el gobierno y desde todas las instituciones y medios masivos, invocan al sacrificio que “todos” debemos apostar al diálogo y al respeto de la legalidad.

Veamos: el sacrificio es evidente de parte de los trabajadores que vemos decaer los salarios a los niveles ya mencionados, y con ello todas las condiciones de vida, mientras que los monopolios reciben subsidios y beneficios y “piden” más. O sea, sacrificio de un solo lado.

El diálogo sin poder que lo sustente de parte de los trabajadores es diálogo de sordos. En cientos y miles de casos hemos comprobado que cuando se trata de las demandas de los trabajadores se hace lo que la empresa y el gobierno determinan con la colaboración invaluable del sindicato patronal, salvo que una lucha masiva y contundente los obligue a otra cosa. Y esto está determinado por la fuerza con la que cuenta cada una de las partes. Ellos, con la fuerza del dinero, los trabajadores con la fuerza de la movilización, la unidad y la acción.

El respeto a la legalidad sólo es exigido a los trabajadores y al pueblo. El salario Mínimo Vital y Móvil del presente mes de octubre, según la última resolución, es de $ 18.900, ¡muy por debajo de los más de $ 80.000 que vale la canasta familiar!, que es el piso establecido claramente en la Constitución Nacional que, al decir de los mismos burgueses que la redactaron, es la ley fundamental de la Nación.

Pero, además de todo eso, son otros los factores que hacen a las aspiraciones populares de mejores condiciones de vida, las que anhela la masa mayoritaria de la población: salud, viviendas, mejor educación, posibilidades de desarrollo para todos, justicia, seguridad para desarrollar una vida social activa sin peligro, ingresos dignos y cuidados en la edad adulta (jubilaciones). Una vida en la que el pueblo disponga de los mecanismos de decisión y no que deba observar sin posibilidades de nada cómo un puñado de personas toman decisiones que afectan su vida mientras le aconsejan que en las próximas elecciones vuelva a elegir para que los nuevos personajes ejecuten lo que impone el dinero de la burguesía más concentrada y poderosa.

El actual sistema de vida de nuestro país, dominado por el capital monopolista de varios grupos concentrados que disputan entre sí y que usan el instrumento del Estado para hacer su voluntad, no permite ninguna posibilidad de realización de esas aspiraciones populares.

Esta es una democracia formal, representativa, no es democracia para el pueblo y sólo sirve para el ejercicio de la voluntad de los dueños del capital.

Pues entonces, es necesario, avanzar en la lucha que nos permita ir generando una fuerza masiva parada en la movilización permanente (entendiendo ésta como la deliberación en fábricas, barrios y escuelas, la toma de decisiones con democracia directa para la solución de los problemas múltiples que enfrentamos en cada lugar, la solidaridad, la unidad y la organización para hacer posible las decisiones).

Por este camino se van a ir desarrollando los grupos de avanzada, referentes salidos de la movilización, como ya están germinando en fábricas y barrios, a pesar de las situaciones de aislamiento que estamos sufriendo, verdaderos faros desde las bases que irán caminando al frente de la voluntad de las mismas.

Con esa fuerza de masas es posible presionar para ganar conquistas. De lo contrario, sólo ellos (los dueños de los monopolios, los gobernantes, sindicatos empresariales, valiéndose del Estado a su servicio y de otros mecanismos institucionales) están en condiciones de determinar los rumbos ya que, con el poder que da el dinero, se compran voluntades, se tuercen brazos, se ganan adeptos y se toman decisiones en contra de las amplias mayorías.

Es por todas estas razones que es necesario ir tejiendo esa unidad basada en los intereses del pueblo, que es la suma y síntesis de intereses de los obreros, trabajadores en general y sectores populares. Es decir, un interés de clase que se opone al interés de la clase burguesa y su Estado, al servicio de los monopolios, administrado por el gobierno de turno que le sirve obedientemente a cambio de sus enormes comisiones y dádivas.

Enfrentar, debilitar y barrer definitivamente esta lacra es la única posibilidad para que nuestro pueblo pueda ver concretadas sus aspiraciones de una vida mejor.

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