Bolivia: presente y futuro en manos del pueblo movilizado

El triunfo electoral de Luis Arce en Bolivia no es ni será garantía de un mejoramiento en las condiciones de vida del hermano pueblo boliviano.

La única garantía para avanzar en un proceso que dignifique la vida humana será la profundización permanente de la movilización acontecida durante el gobierno de Evo Morales, durante el gobierno de Añez y que deberá sostenerse con el gobierno del actual presidente electo.

En diez meses de gobierno la actual administración fue una expresión extrema de corrupción, siguiendo los pasos del anterior gobierno del MAS. Fue un gobierno sometido al reclamo popular, a la movilización permanente, provocando una profundización de crisis política al interno de su gabinete que se expresó permanentemente con cambios de ministros y autoridades. Por eso Añez, haciendo gala de prácticas fascistas y racistas, no dudó en lanzar una brutal represión al pueblo movilizado.

Hubo un agravamiento en las condiciones de vida de la población que ya venían siendo golpeadas en años anteriores, y la pandemia agravó esa situación. Las propuestas electorales en pugna, oficialismo y MAS, tuvieron plataformas políticas con más coincidencias que diferencias. Las campañas se sostuvieron con la puja entre “victimarios” y “víctimas” mientras que el pueblo boliviano no dejó de movilizarse y ganar la calle reclamando cambios políticos y económicos profundos.

El pueblo boliviano vivió y sintió la quema de millones de hectáreas de bosques favoreciendo al sector ligado al agro negocio. Profundizando el camino iniciado en el gobierno de Evo Morales, se aprobaron nuevos transgénicos y exportación sin límite de productos agropecuarios. Ratificaron en los hechos consumados sus plataformas de rapiña.

Con el triunfo del MAS la movilización no se detendrá. Por el contrario, el gobierno electo entrará al ruedo en un marco de profunda crisis política interna. El pueblo boliviano volteó en las calles y en las urnas a Añez. Pero aún está muy fresco el proceso del gobierno anterior, golpeado también por el descontento y el cansancio de la población, que mostraba a un Evo Morales gestor de una plataforma política y económica de entrega del patrimonio a favor de los sectores más concentrados, agroexportadores, y para favorecer a la minería en desmedro del medio ambiente y todas las actividades que se relacionan con el agravamiento del problema ambiental.

Sería subestimar al pueblo boliviano si pensáramos que los hechos de 2019 fueron solo una “conspiración” de la derecha. Fue una conspiración, sin lugar a dudas, pero la misma fue dirigida contra la clase obrera boliviana y toda la comunidad indígena y campesina afectada en forma directa por las políticas del anterior gobierno del MAS, que favorecieron el proceso de concentración desde las cúspides del Estado.

La actual situación política y económica, postelectoral, no será fácil de sobrellevar. Luis Arce no tiene ni tendrá oxígeno suficiente y su desgaste no se hará esperar. El contexto actual es de disminución de reservas internacionales, no habrá estabilidad económica para atender los reclamos populares. Las elecciones pasan, las movilizaciones NO.

Poco margen de crédito político en el abajo trabajador. Este gobierno electo seguirá profundizando su estrecha relación con el agronegocio, la banca, la minería, e intentará profundizar un ajuste inusitado con el peso del voto conseguido.

Pero se equivocan si piensan que el proceso de movilización empezado en más de una década se detendrá por la ilusión que provoca el triunfo electoral. Seguramente habrá confusión para quienes no vean que la ida del gobierno golpista primero se dio en la calle. Fue esa movilización la que hizo retroceder la política de los monopolios quienes prefirieron malo conocido que bueno por conocer.

Insistimos: Arce no asumió, pero está en puertas de una crisis política que debilitará en gran medida el ajuste contra el pueblo exigido por los monopolios. Hay poca paciencia en el abajo, la corrupción consecuencia directa del sistema no es tolerada por las grandes mayorías obreras, indígenas y campesinas y así lo expresan en sus deliberaciones y lo han manifestado.

Esta voluntad popular va a contramano de un Estado y un gobierno que necesita concentrar poder político para ejecutar los dictámenes de los monopolios.

Ese poder burgués que se fue construyendo en años se apoderó de las instituciones del Estado para afianzar contratos con él, con el comercio, el contrabando, la producción de coca ligada al narcotráfico, etc.

La moneda está en el aire y la lucha de clases tendrá su última palabra.

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