En el día de ayer, las imágenes que recorrieron los medios del mundo pueden haber dejado estupefacto a más de uno. En el país de “los campeones de la democracia”, en uno de los bastiones capitalistas del planeta, ese espejismo al que denominan “democracia” se hacía añicos mostrando en esencia toda su podredumbre. La crisis estructural del sistema, sus contradicciones, sus disputas por mejores negocios y ganancias mostraba su reflejo en política, dejando en claro que lo que tanto han pregonado como verdad absoluta no es más que una falacia.
La imagen delirante de un “señor” en cueros, con la cara pintada con la bandera yanqui, cubierto de pieles y con cuernos en la cabeza, parado en medio de una de las salas del Capitolio (Jake Angeli, líder de QAnon) sea quizás el reflejo fiel de la decadencia a la que nos referimos.
Mientras los furiosos seguidores de Trump trepaban las paredes del Capitolio eran recibidos amablemente por la Policía dentro del edificio. Más allá de todas las conjeturas que obviamente pueden hacerse (el 83% de los policías votaron por Trump) queda claro la profunda crisis política e institucional del régimen estadounidense, y que lo ocurrido ayer durante la sesión conjunta del Congreso que buscaba certificar la victoria electoral de Joe Biden no puede presagiar otra cosa que más inestabilidad para el proyecto de los monopolios, tanto en el escenario local como internacional.
Esas milicias conformadas por miembros del Partido Nazi Americano, los Proud Boys (una brigada urbana abiertamente fascista y supremacista blanca), «libertarios» y conservadores que portaban banderas del Ku Klux Klan y banderas confederadas, contaron con el aval de la policía que les liberó la zona para que entren al Senado. Probablemente creyendo que junto a esos “milicianos” iban a salvar a los EEUU del «comunismo», que Joe Biden es «socialista», que hay niños secuestrados en el subsuelo del Capitolio que son usados en rituales satánicos-pedófilos para darle más años de vida a las clases gobernantes (es la conspiración que denuncia QAnon), que el COVID es un invento chino y muchas otras cosas más.
Trump agitó las aguas y pidió tomar el Capitolio, atacó a su vicepresidente por Twitter y después salió a pedir “que se calmen”. Pero ya era muy tarde, la decadencia del imperio se había mostrado tal cual es a los ojos del mundo entero: inherente al fascismo, una ideología que no tolera derrotas y que es autodestructiva.
Muchos nos preguntamos qué hubiese pasado si los hechos de ayer hubieran sido protagonizados por negros, pobres o jóvenes trabajadores desplazados. Seguramente hubieran sido ametrallados “para salvar a la nación”.
Hay que agregar que el creciente malestar social se genera porque detrás de la máscara del populismo de derecha se han aplicado las mismas recetas de ajuste que en el resto del mundo: ajustes, flexibilización laboral y reducción salarial, lo que ha demolido “el sueño americano” de la movilidad social.
Más allá de esto, pudimos ver en “tiempo real” cómo decenas y decenas de años de discursos que se hacían fuertes desde la “cuna de la democracia mundial” se caían a pedazos dejando un tendal no sólo en el terreno político sino fundamentalmente generando más caos a los planes imperialistas a nivel global. Debe quedar claro que este nuevo revés nos muestra una crisis en donde intervienen las diversas facciones en pugna que a su vez se muestran incapaces de resolverla, producto de sus contradicciones y sus guerras intestinas.
Pudimos ver en “tiempo real” la crisis de esa «democracia» en todo su esplendor. Para garantizar su dominación los monopolios necesitan estabilidad y hegemonía, y justamente eso está muy lejos de lograrse en los Estados Unidos.
El asalto al Capitolio del día de ayer (que no fue una insurrección o un golpe de Estado como algunos medios de la prensa burguesa intentan dejar traslucir) pone blanco sobre negro los márgenes de una profunda crisis que enfrenta la burguesía monopolista en los EEUU. El presidente electo Biden se prepara para asumir el cargo en las próximas semanas en medio de una profunda crisis social y económica, en donde deberá dar respuesta a las promesas que les hicieron a los votantes.
Algunas señales de las últimas horas dan muestras que la casta política estadounidense busca cerrar filas para salir de esta crisis, aislando a Trump en aras de “la estabilidad”. Lo que no está para nada claro es cuánto tiempo durará esta alianza después de que Biden asuma el poder y los republicanos busquen recuperar el Senado y la Cámara Baja.
Desde el punto de vista económico y social, lo que está pesando es la profundización de la crisis como consecuencia de “la depresión” de todo el 2020. Desde el punto de vista político, es evidente que se profundiza la crisis de todas las instituciones estadounidenses. Esas instituciones que necesitan para garantizar su dominación de clase: el colegio electoral, el senado, los dos grandes partidos, la policía, la corte suprema y hasta la presidencia.