Pobreza e indigencia: lo que no dicen los números

Hace apenas dos días el INDEC publicó los valores definitivos de pobreza e indigencia para el segundo semestre del 2020[1]. Los números que allí se exponen son escandalosos, y eso que están manipulados para disminuir estadísticamente la pobreza: según las propias cifras oficiales el 42,0% de la población urbana posee ingresos por debajo de la línea de pobreza, que según el Instituto se ubicó en$ 50.854 para el período de referencia. Esto equivale a unos 12 millones de personas, solo en los principales aglomerados urbanos.

Por debajo de la línea de indigencia se encuentra el 10,5% de la población urbana, unos 3 millones de personas. Los peores resultados los presenta el Gran Buenos Aires, donde la pobreza estimada llega al 44,3% y la indigencia al 13,3% y la zona Noreste, con una pobreza del 43,5%. Hay que destacar un truquito que usa el INDEC: el Gran Buenos Aires incluye CABA, si se excluye de la estadística, la pobreza en provincia de Buenos Aires asciende al 51,0% y la indigencia al 15,2%.

Las metodologías de estimación son cuanto menos cuestionables. No solo para los marxistas, sino para cualquier persona sensata: decir que una persona “deja de ser pobre” en febrero del 2021 al percibir un salario individual superior a $ 18.769 o un ingreso familiar para 4 personas de $ 58.000 es bajo todo punto de vista una burla. Un individuo soltero que cobra $ 18.769 mensuales apenas puede pagar el alquiler y comprarse unos paquetes de yerba… en el mejor de los casos. Ni que hablar de una familia. Pero tomemos lo que tenemos, que es esta ridícula metodología oficial. Así y todo, lo que se puede observar el acelerado empobrecimiento de nuestro pueblo:

  • En los últimos dos años[2] la pobreza medida oficialmente para el total de aglomerados urbanos aumentó un 18,6% (del 23,4% al 42,0%) y para el Gran Buenos Aires un 21,1% (del 23,2% al 44,3%).
  • La brecha para que una persona o familia supere la línea de pobreza es del 41,9%. Es decir que para que una familia “salga” de la pobreza necesita casi duplicar sus ingresos.
  • La brecha de indigencia se ubica en el 40,4%.
  • Además, entre el segundo semestre del 2018 y el segundo semestre del 2020 la brecha de pobreza aumentó un 3% y la de indigencia un 2,1%. Es decir que los hogares pobres y/o indigentes cada vez están más lejos de mejorar su situación.

Estas escandalosas cifras de pobreza son las que llevan al Estado –sin importar de que gobierno se trate- a impulsar una modificación en la metodología de medición de la pobreza, pretendiendo reducir el peso de los alimentos a la hora de determinar “quién es pobre”.

Lejos están estas estadísticas de presentar un cuadro real de la situación: la pobreza crece a pesar de que trabajadores y trabajadoras incrementamos la duración de nuestras jornadas laborales haciendo horas extras, teniendo dos trabajos; todo eso sumado al incremento en los ritmos de producción que nos imponen las empresas, y el empeoramiento general de todas nuestras condiciones de vida, que no están reflejadas en estos fríos números, de por sí tergiversados.

La propia burguesía ve con peligro potencial esta situación, de ahí algunas internas burguesas. Pero la propia naturaleza del capital, inmerso en una gigantesca e histórica crisis de superproducción, no puede evitar profundizar la pobreza. No es la lógica de gobiernos buenos y gobiernos malos, o de una “clase política” podrida, sino la propia necesidad del capital, que choca de frente contra las necesidades de los pueblos.

Esto sucede en todos los planos, desde el empobrecimiento de la población, pasando por el problema ecológico donde el propio capitalismo sufre los cambios ambientales, pero no puede evitar seguir generando incendios y contaminación, llegando inclusive al problema de la represión: los pueblos necesitan mayores ingresos para poder sobrevivir, el sistema necesita mayor pobreza; los pueblos necesitan una relación armónica con la naturaleza, el sistema necesita destruirla y explotarla; los pueblos necesitan mayores libertades políticas, el sistema necesita mayor represión para poder sobrevivir.

Esta contradicción es la que lleva a una Cristina Kirchner a realizar actos por el 24 de marzo abrazada con un “neoliberal” como Larreta, secundados por un facho declarado como Berni y un progre “neomarxista” como Kicillof, mientras en la otra punta de la escena política la Ministra de Salud Carla Vizzotti declara que «Los contagios no se dan en fábricas ni aulas, sino en reuniones sociales».

Ese es el único proyecto burgués que hay, más represión disfrazada de democracia, para garantizar más pobreza y maximizar las ganancias. Pero del lado de la clase obrera la historia empieza a ser diferente, tal como lo están demostrando por estos días las y los obreros vitivinícolas, por tan solo citar la última de las avanzadas expresiones de lucha independiente que la clase viene desarrollando desde el corazón de la represión capitalista: la producción industrial.


[1] https://www.indec.gob.ar/uploads/informesdeprensa/eph_pobreza_02_2082FA92E916.pdf

[2] 2° semestre del 2018 al 2° semestre del 2020

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