La profunda crisis capitalista queda de manifiesto en números que son espeluznantes.
Según la OIT los salarios a nivel mundial retrocedieron un promedio de 7%, siendo los niveles salariales más bajos los más afectados. Si a ello le agregamos que antes de la aparición de la pandemia, según el mismo organismo, cientos de millones de trabajadores y trabajadoras percibían una remuneración inferior al salario mínimo, se puede tener una dimensión del retroceso que se ha producido.
Al mismo tiempo, en 2020 la pérdida de horas de trabajo en el mundo equivalió a 255 millones de empleos, casi cuatro veces más que las registradas en la crisis de 2019. En números reales significa la pérdida de 114 millones de empleos respecto de 2019, de los cuales 34 millones se perdieron en América Latina. Cuatro mil millones de personas en el planeta no cuentan con ninguna asistencia social por parte de los gobiernos.
Esta es la manifestación más cruda de la crisis capitalista de superproducción que, junto a la pandemia que desnudó el estado de los sistemas de salud en el mundo luego de años de desinversión y la abierta guerra intermonopolista por las vacunas, puso blanco sobre negro la profunda crisis estructural del modo de producción capitalista y el carácter retrógrado del mismo.
En nuestro país, además de la crisis mundial, venimos de años de deterioro constante de las condiciones de trabajo y de vida de la población.
Ese deterioro se agrava cotidianamente; la situación es de dificultades crecientes en muchos sectores de la población como asalariados y asalariadas (formales e informales), comerciantes pequeños, cuentapropistas, jubilados y jubiladas, población que depende de planes sociales para sobrevivir.
La inflación que no cede, sobre todo en los productos de alimentación, produce que la carestía de la vida se vuelva agobiante. Más aun teniendo en cuenta los niveles salariales que están por debajo de lo que las propias estadísticas oficiales marcan como la canasta básica, que hoy ya supera los 60.000 pesos.
Los ingresos que no alcanzan deben ser cubiertos por otras actividades, agregando cansancio y carga adicional al peso que representa sostenerse para las familias trabajadoras.
El gigantesco ajuste que el actual gobierno está llevando adelante tiene directa relación con la intención de la burguesía monopolista de sortear la crisis capitalista en el país.
Algunos datos conocidos en los últimos días confirman que las cuentas públicas acompañan la política aplicada en los sectores trabajadores ocupados del sector privado y estatal. En el primer trimestre de 2021 el gasto en jubilaciones se redujo en más de 42.000 millones de pesos respecto de igual período de 2019 (gobierno macrista) lo que equivale a una caída de 6,9% en términos reales. El ajuste en el gasto público primario (gastos corrientes y de capital, excluidos los intereses de deuda) está 13% por debajo del año 2016 (también gobierno macrista), lo que implica que los salarios del sector estatal sufrieron una caída del 63% en el mismo período, en términos reales. Al mismo tiempo, los subsidios a las empresas aumentaron un 25,8% en el primer trimestre de este año respecto del mismo período del año pasado.
Queda en clara evidencia que la línea política de ajuste está llevada adelante en todos los frentes por la burguesía monopolista y su gobierno, provocando el deterioro constante en las condiciones de vida que marcábamos más arriba.
Este ajuste se manifiesta de todas las formas cuando no se consiguen los aumentos salariales reclamados; cuando se producen despidos y/o suspensiones; cuando aumentan los ritmos de productividad y, por ende, la súper explotación; cuando mueren trabajadores y trabajadoras en sus puestos laborales, aunque se los catalogue como “accidentes; cuando se anulan todas las ayudas (de por sí miserables) ante la pandemia; cuando aumentan las tarifas de las naftas y de los servicios; y así una innumerable cantidad de etcéteras.
Repetimos: el ajuste a las condiciones de vida y de trabajo de las masas obreras y populares es la política de los monopolios para amortiguar la crisis capitalista.
Por ello en cada lucha que se emprenda debemos tener claro que esa lucha es contra la política de toda la burguesía monopolista y sus gobiernos.
Hay que quebrar el ajuste asentándonos en tres pilares fundamentales: la movilización autoconvocada, el ejercicio de la práctica asamblearia que exprese la democracia directa y con acciones que enfrenten sus intereses y golpeen sus ganancias. Ese es el único idioma que entienden.
En ese proceso iremos consolidando la organización genuina e independiente de las bases obreras y populares para contrarrestar las políticas de los de arriba y ganar conquistas económicas y políticas que nos permitan pasar a otros niveles de enfrentamiento.