Los despidos en el Sarmiento buscan establecer un marco de legitimidad a la impunidad de los monopolios sostenidos por un sindicalismo totalmente subordinado a sus intereses.
Desde hace años ningunearon todo reclamo obrero, rubricaron medidas y aumentos paupérrimos a espaldas de los trabajadores.
Hasta se hicieron eco de las falsas acusaciones de robo de la gerencia esparcidas por toda la empresa, justificando el oprobio de los despedidos incluidas las amenazas de juicio penal, negándose a defenderlos, rubricando con todo ello que calidad de “representantes” son la realidad.
El marco de luchas iniciado con protestas y denuncias, debates y asambleas realizado por los propios obreros, es el que da luz a la situación en el seno de los talleres de Liniers y en toda la empresa.
Esta presión de las bases, que comienza a hacer pública la situación interna en la empresa, es la que deja más expuesta la interna empresaria-sindical desnudando que su representatividad es prácticamente nula.
La lucha de los trabajadores pone en el escenario la decisión de no dejarse avasallar y encarna el camino para enfrentar desde la masividad estas políticas extorsivas. Porque entienden que sin acciones contundentes no solo no se incorporarán a los despedidos, sino que permitirán que las gerencias profundicen sus ataques. Partiendo de la realización de asambleas en las diversas secciones buscan avanzar a una asamblea general con participación de todos los trabajadores.
La empresa -conocedora de estas iniciativas- se sostiene en su impune y aberrante decisión y la justifica con un planteo que no deja lugar a dudas: los despedidos son por “falta de confianza”.
Con este veredicto deja en claro no solo su posición particular frente a los obreros del Sarmiento sino la posición de clase frente a la clase obrera entera.
Porque lo que mueve a la burguesía monopolista a realizar todas estas políticas es precisamente la desconfianza y lo que se ventila en esta lucha no solo son los despidos, sino el ataque a todos los derechos políticos, que tienen la impronta de metodologías de lucha superadoras del sindicalismo burgués institucionalizado en el ferrocarril.
Porque la lucha por los derechos de los trabajadores abarca toda una serie de condiciones laborales, políticas y económicas que son las que con su impunidad los monopolios atacan.
Las burocracias de la Unión Ferroviaria independientemente de su color han ganado en desconfianza a costa de traiciones evidentes. Por ello, con estos “apoyos” formales y circunstanciales a la reincorporación de los despedidos, intentan además retrotraer esta justa lucha al plano de la institucionalidad representativa antes que la situación se les vaya de las manos.
Buscan hacer leña del árbol caído y lavarle la cara a la misma institucionalidad burguesa en la empresa. Esta política oportunista adscrita al marco electoral actual, pretende circunscribir la lucha y los reclamos obreros solo al plano de los despidos, (no despidieron trabajadores, despidieron ladrones) despojando este hecho de toda connotación de clase. A punto tal, que como ya es costumbre en este tipo de sindicalismo “de izquierda”, frivoliza una lucha que contiene muchas más dimensiones que las que pretenden darle.
La representatividad sindical de la burguesía enquistada en el Sarmiento esta prendida en los negocios monopolistas. Sin embargo, pretender asumir un protagonismo propio, que se basa en la acción de los trabajadores, es propio de un oportunismo lacayo en consonancia de una institucionalidad al servicio de las patronales y con prácticas repudiadas por todos. Lo que tratan es de enredar, taponar y sofocar la acción de los trabajadores.
La ecuación es clara: te apreto las clavijas, te extorsiono, te amenazo, te despido, te exploto, te empobrezco, porque como trabajador te aborrezco. Luego mando a mis pichones y mis perros falderos a limar las aristas, a pulir el oprobio y a disimular mis acciones como capital, porque no me gusta nada que los trabajadores ganen conciencia de clase para sí. Todo ello se torna evidente y hace temer a los monopolios y a sus empleados sindicales, que corren raudos a sofocar la propagación del incendio.
Si la “falta de confianza” es el impune argumento jurídico de los monopolios frente a los trabajadores, el mismo argumento sirve como sostén para enfrentar todo este andamiaje putrefacto.
Con la diferencia que no hay impunidad de los trabajadores frente a todo esto. Por el contrario, en esta clara disputa de poder local hay una necesidad política ineludible basada en una ecuación cuyo término es: ellos o nosotros.
Cuanto más avancen los trabajadores en su acción asamblearia más se potencia la independencia política respecto a toda esta putrefacta realidad.
Están plenamente justificadas todas las iniciativas de lucha en la construcción de su correlación de fuerzas. Los resultados de la ecuación son, por lo tanto, producto de la acción incansables de los trabajadores en la conquista de sus derechos avasallados, de su unidad con los trabajadores ferroviarios y de otras empresas, y de la acción sostenida en las bases mismas.