Algunas reflexiones sobre la educación en la Argentina de hoy ¿Qué tipo de educación necesitamos?

Consideraciones generales

Resulta indudable que la cuestión referida a la educación (la que promueve el Estado, es decir, la educación pública, la que se imparte en los colegios e institutos privados, aprobada por el Estado, la educación en todos los niveles de enseñanza, en fin, la educación que necesitamos como pueblo y clase trabajadora y por la cual debemos luchar) no puede ser ajena a los planes revolucionarios.

Siendo certera la afirmación de Marx, acerca de que las ideas dominantes de una época son las ideas de la clase dominante de esa época, es claro que esas ideas, que hoy son las que promueve la burguesía monopolista se transmiten especialmente a través de las diferentes instancias educativas que atravesamos, desde niños, en nuestro recorrido formativo.

La pregunta es: ¿cómo y para qué forma hoy el sistema educativo argentino? Podríamos extender la pregunta a otros países y regiones: quizá lleguemos a conclusiones similares en muchos casos.  En cuanto a la realidad argentina, no hace falta investigar demasiado para advertir que ese sistema se encuentra hoy, y desde hace varias décadas, en sostenido declive.

Los niveles de enseñanza y formación son pobres. Los programas de estudio, inadecuados y desactualizados en muchos casos. Un estudiante secundario promedio no está capacitado para insertarse de manera satisfactoria en el mercado laboral, porque no cuenta con las herramientas y los conocimientos necesarios. Aparecieron, al respecto, algunas notas en los medios masivos de comunicación (caso Toyota, por ejemplo). Trabajadores con escasas capacidades y conocimientos es el resultado final. ¿Cómo se condice este panorama oscuro con los planes de la burguesía que, como sabemos, tiene a los Estados sometidos a su servicio?

Aventuremos esta hipótesis: los malos niveles educativos responden a la formación de una mano de obra barata, reflejando la aspiración burguesa de garantizar bajos salarios y disminuir el gasto público en educación para destinarlo a otros fines (como subsidios a las grandes empresas, pago de deuda externa, etc.). Con los niveles que nos proponen garantizan bajos salarios y engrosan las filas del “ejército de desocupados” de reserva, integrados por mujeres y hombres desesperados por ocupar un puesto de trabajo aún padeciendo condiciones de extrema explotación. (recordemos que hoy, en Argentina, el salario promedio es aproximadamente de 35.000 pesos).

Entonces, se aclara la idea: la burguesía se sirve del instrumento (la educación pauperizada) para garantizarse ganancias extraordinarias de manera inmediata, dejando al descubierto su extrema codicia y su sed de ganancia, en especial cuando se atraviesa una crisis de superproducción, como ocurre en la actualidad.

Al respecto, recordemos que una de las maneras de destruir fuerzas productivas es el achatamiento salarial. Prosigamos. A los bajos niveles educativos se le suma el problema de la deserción escolar, alarmante fenómeno que se viene repitiendo desde hace mucho tiempo, y que se ha acentuado con la pandemia del Covid-19.

El Estado, como siempre, se desentiende del asunto, fiel al mandato de la clase que detenta el poder. Veamos: las políticas de vaciamiento de la educación pública son evidentes, no se pueden disimular, a pesar de la verborragia de los discursos oficiales.

Esto responde a un doble propósito: el general, al que nos referimos hasta ahora, que es el de garantizar el deterioro de los niveles educativos. (esto desemboca en mano de obra no calificada, bajos salarios, ejército de desocupados, cooptación a través de planes sociales, utilidad de la pobreza para los propósitos de la burguesía).

El otro propósito, más inmediatamente mezquino: traspasar toda la matrícula que sea posible al sector privado.

¿Y cómo se produce el vaciamiento de la educación pública? Generando pésimas condiciones de trabajo.

Malas estructuras edilicias, que ponen en riesgo la vida y la integridad de estudiantes y docentes, falta de mantenimiento, carencia de servicios (ejemplos sobran: el 2 de agosto pasado se cumplieron 3 años del asesinato laboral en una escuela de Moreno, Provincia de Buenos Aires. Murieron dos compañeros: Sandra y Rubén).

Salarios miserables, que popularizaron al “docente taxi”, que tiene que ir de una escuela a otra, sumando horas, para alcanzar un salario medio. Cierre de escuelas: siguiendo con los ejemplos, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires cerró carreras en terciarios técnicos (aunque debemos ser justos: abrieron terciarios para sus amigos sindicalistas a través de diferentes convenios) y avanza con el cierre de los profesorados docentes (UniCaba). Quiso además cerrar las secundarias nocturnas, pero no pudo hacerlo, gracias a la resistencia popular, estudiantil y trabajadora). Podríamos continuar con los ejemplos, tanto en las provincias como en la Ciudad y a nivel nacional.

En resumidas cuentas, el vaciamiento de la educación pública (“cartelización” de la educación) es uno de los fuertes planes de la burguesía, es una política de Estado.

Propuestas de acción para el ahora

Es hora de que el colectivo de docentes y estudiantes de todos los niveles, empiece a plantear algunos interrogantes y promover instancias de debate en las escuelas, colegios, profesorados, institutos y universidades.

Primera cuestión: los docentes son parte de la clase trabajadora y su tarea incide, de una u otra manera, en la dinámica de la lucha de clases. Porque su función, atravesada por todos los factores que tratamos en esta nota (y en tantas otras referidas al tema) repercute de manera directa en el devenir de los futuros trabajadores y del pueblo en su conjunto. Entonces, la lucha por el salario, por mejores condiciones de trabajo, contra la flexibilización laboral, por la defensa de las libertades políticas, por la defensa de la educación pública frente a la privada, incide necesariamente en el conjunto de la clase obrera y el pueblo. Por ello, preguntarse qué tipo de educación necesitamos para construir una sociedad sin explotadores ni explotados, es algo que debe estar presente en los debates de la comunidad educativa. Es, sin dudarlo, una discusión política.

¿Qué hacer entonces? ¿Cómo plasmar estas inquietudes en acción?

Asambleas por escuela, de carácter autoconvocado. Esta práctica viene realizándose en diferentes centros educativos, en diversos distritos de todo el país. Hay experiencias muy ricas que se produjeron en Salta, Neuquén, Chaco, Santa Fé y la Ciudad de Buenos Aires. Resultan muy interesantes, porque ponen el acento en la práctica de la democracia directa para votar y resolver acerca de lo que se viene debatiendo.

Sea que se trate de reivindicaciones concretas y/o de la defensa de las libertades políticas, resulta esencial señalar que el solo hecho de realizar las asambleas es ya un paso adelante en la conquista de esas reivindicaciones y de esas libertades.

Los protagonistas reales, integrantes de la comunidad educativa, docentes y estudiantes, trabajadoras y trabajadores auxiliares y las familias, progresan de ese modo en un proceso que consiste en definitiva en la construcción de un poder local e independiente de las normas fijadas por las autoridades oficiales, de los sindicatos cómplices del gobierno, y de muchas agrupaciones políticas que solo persiguen el propósito de acrecentar su aparato partidario.

Creemos que es necesario incluir en esos debates la cuestión que señaláramos al comienzo: qué tipo de educación necesitamos, del pueblo y para el pueblo, con perspectiva de clase, de nuestra clase, la trabajadora, a la que pertenecen todas y todos los docentes.

No lo olvidemos: el docente es hermano de clase del jornalero, del obrero industrial, del trabajador rural. Por ello, debemos pensar en la unidad de todas las luchas.

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